Palmas y pitos
Un grupo numeroso de quienes eran, evidentemente, militantes irreductibles del Partido Comunista, se hab¨ªa situado frente a la tribuna desde la que Kohl, con el fondo apocal¨ªptico de la destruida iglesia de Nuestra Se?ora, se dirig¨ªa a la muchedumbre. Sus banderas no eran como las otras, llevaban en el centro el comp¨¢s y el martillo que identifica a la RDA y se dedicaban con fruicci¨®n a abuchear al canciller cada vez que ¨¦ste se refer¨ªa "nuestra patria com¨²n" o "nuestra tierra", e intentaban contrarrestar los gritos de "Alemania, Alemania" y "unidad, unidad" con otros de "RDA, RDA". Todo era in¨²til.Kohl hab¨ªa llegado a Dresde a' las nueve de la ma?ana y, tras saludar a Modrow, le dijo: "Hace un d¨ªa espl¨¦ndido para la ¨¦poca del a?o en que estamos, espero que esto sea una buena se?al". Luego, le cogi¨® del brazo y se pase¨® por el aeropuerto pregunt¨¢ndole infinidad de detalles.
A su llegada al hotel sede de. las conversaciones, pudo ya darse cuenta de que era querido. Miles de personas coreaban su nombre, ped¨ªan una sola patria y exig¨ªan su salida al balc¨®n para saludar.
En el centro de la ciudad, cuando ambos mandatarios se dirig¨ªan hacia el Palacio de la Cultura, donde iba a tener lugar la conferencia de Prensa, la multitud se agolpaba esperando su llegada. Nada, sin embargo, predec¨ªa el delirio que iba a tener lugar poco m¨¢s tarde.
La vieja ciudad a orillas del Elba, destruida, casi arrasada por la aviaci¨®n aliada a finales de la II Guerra Mundial, sigue en ruinas. Su simbolog¨ªa para todos los alemanes es grande. Hace dos a?os, con la ayuda de la RFA, se restaur¨® el Palacio de la ¨®pera, pero la mayor¨ªa de los grandes palacios, iglesias, edificios p¨²blicos del gran esplendor barroco siguen como caladeras, dejando pasar el viento por entre sus ventanas vac¨ªas y sus muros semiderruidos.
El canciller, acabada la conferencia de Prensa, se dirigi¨® hacia su momento de gloria pese a las peticiones de su anfitri¨®n, Hans Modrow, de que no lo hiciera y no azuzara el fuego de la desestabilizaci¨®n. Tuvo que salir por la puerta trasera del Palacio de la Cultura ya que la principal estaba absolutamente colapsada. La orgullosa capital de Sajonia, preparaba para Kohl el mejor de sus regalos.
Abucheado en Berl¨ªn al d¨ªa siguiente de que se cayera el muro, apartado de Praga por su ministro de Exteriores cuando se consigui¨® la salida de los refugiados, criticado por sus aliados en la reciente cumbre de Estrasburgo, ayer se vio recompensado.
En su discurso ante la muchedumbre dijo: "Todos los pueblos tienen el derecho a la autodeterminaci¨®n, y tambi¨¦n los alemanes. La casa alemana tiene cabida en la casa com¨²n europea".
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