China desentierra a Orwell
Esp¨ªas callejeros nutren con informaci¨®n al r¨¦gimen sobre cada paso de los ciudadanos
Los prodem¨®cratas fugitivos de la polic¨ªa y de las tropas que aplican la ley marcial corren el riesgo de verse descubiertos por la versi¨®n china del Gran Hermano: los reci¨¦n resucitados comit¨¦s vecinales, auspiciados por el Gobierno y compuestos principalmente por mujeres de edad, que vigilan la vida de cada ciudadano con tal detalle que son capaces incluso de controlar los ciclos menstruales de las mujeres para asegurarse de que ninguna est¨¢ intentando infringir la ley de un solo ni?o por familia con el prop¨®sito de contener la explosi¨®n demogr¨¢fica.
Con las en¨¦rgicas medidas adoptadas despu¨¦s de la matanza de la plaza Tiananmen de Pek¨ªn, estas patrullas de abuelas se han convertido en una importante red de espionaje para este Gobierno que ha apostado por la l¨ªnea dura.Tales patrullas van de piso en piso haciendo preguntas: "?Qu¨¦ estaba usted haciendo durante la sublevaci¨®n? ?Qu¨¦ estaba haciendo su vecino? ?Conoce a alguien que simpatizara con los contrarrevolucionarios? ?Se esconde aqu¨ª alg¨²n contrarrevolucionario?".
De hecho, los comit¨¦s callejeros han formado parte integral de las comunidades urbanas en China desde la toma del poder por los comunistas, hace ahora 40 a?os.
En los d¨ªas de Mao Zedong adquirieron grandes poderes como instrumento del partido para hacer cumplir las normas (tambi¨¦n sirvieron como mecanismo de seguridad en un pa¨ªs que estaba cambiando r¨¢pidamente al llevar a cabo una serie de tareas que el Estado era incapaz de realizar, tales como el cuidado de los ancianos).
Escuadrones de abuelas
Durante los ¨²ltimos 10 a?os de reforma econ¨®mica y apertura al mundo del dirigente Deng Xiaoping, la influencia de los escuadrones de abuelas declin¨® a¨²n m¨¢s que la del pensamiento y los principios proclamados por Mao. Tras la rebeli¨®n popular contra el partido, los l¨ªderes de la gerontocracia gobernante se han visto obligados a volver a los m¨¦todos tradicionales -el Gran Hermano ha llamado de nuevo a sus hermanas en busca de ayuda.Ahora m¨¢s que nunca los residentes en Pek¨ªn, tienen presente la vieja norma: mantenerse al margen de estas entrometidas que convierten los asuntos de todos en sus propios asuntos. Incluso en ¨¦pocas menos problem¨¢ticas, su intromisi¨®n era molesta.
Pero hoy puede tener serias consecuencias para cualquiera que resulte sospechoso de simpatizar con el movimiento prodemocracia o de haber tomado parte en las manifestaciones masivas que precedieron a la matanza del 4 de junio.
La informaci¨®n que re¨²nen los comit¨¦s de calle se registra al detalle en gr¨¢ficos murales expuestos junto a carteles en los que se exhorta a la gente a "amar al Ej¨¦rcito" y respetar al Partido Comunista Chino. A las viviendas limpias se les concede una bandera roja para que la peguen sobre la puerta.
Wang Shuqing es una jefa t¨ªpica de un comit¨¦ de calle. Ella informa y recibe ¨®rdenes de un comit¨¦ de distrito presidido por Wang Bingkun, un hombre rechoncho y canoso de cincuenta y pocos a?os, que est¨¢ a cargo de 54 comit¨¦s de calle que comprenden 90.000 personas. Pero a pesar de lo siniestros que puedan parecer, los comit¨¦s de calle no son totalmente inhumanos, ni tampoco las gentes cuyas vidas controlan.
Aunque muchos chinos se sienten ofendidos por estos comit¨¦s, reconocen las ventajas de cooperar con ellos: mantener buenas relaciones con tu comit¨¦ puede suponer conseguir un apartamento mejor en menos tiempo, menos comprobaciones de limpieza, menos curiosidad cerca de las relaciones dentro de tu familia. Y a su vez, las damas mayores no son todas draones. La se?ora Wang demuestra considerable protecci¨®n a su comunidad, que evidentemente considera, como su prole. Insiste en que s¨®lo una persona de su zona tom¨® parte en las manifestaciones, algo inconcebible, dado que la mitad de Pek¨ªn se lanz¨® a la calle en el momento cumbre de la agitaci¨®n.
"En mi distrito, las gentes son buenas. No hicieron nada. En toda la zona s¨®lo hab¨ªa una persona buscada, y confes¨® voluntariamente". Su mirada vigilante suger¨ªa que sab¨ªa mucho m¨¢s de lo que dec¨ªa.
Propaganda
En parte, Wang refleja la se?alada falta de convicci¨®n entre la burocracia china respecto a la masiva campa?a de propaganda del Gobierno, una actitud que demuestran incluso las personas encargadas de realizar esta propaganda.Su jefe, Wang, por ejemplo, admite que, "aunque nuestra labor principal en la actualidad es decirle a la gente la verdad sobre la agitaci¨®n ( ... ) la prensa extranjera me lo hizo tan dif¨ªcil... Dicen que tantas personas murieron, que esto ocurri¨®, que aquello ocurri¨®, y la gente les cree". No resulta muy convincente cuando insiste en que "cuando le decimos la verdad a la gente, en seguida cambian de opini¨®n".
No obstante, en una sociedad en la que las formas son tan importantes, las sesiones de propaganda y conformidad p¨²blica de la gente tienen tanta influencia como lo que la gente cree en realidad.
Los chinos corrientes dicen que uno de los mayores problemas del resucitado uso de los comit¨¦s de calle como redes de espionaje es que algunas personas los est¨¢n utilizando en un intento de ajustar viejas cuentas sin importancia.
"Es una manera maravillosa de volverte contra un vecino que envidias. S¨®lo tienes que decirle al comit¨¦ que el vecino tom¨® parte en las manifestaciones y estuvo con los estudiantes en la plaza de Tiananmen todas las noches", dice un obrero. Sin embargo, los fugitivos saben que los comit¨¦s de calle representan su ¨²nica amenaza, porque pocos vacilar¨ªan en entregar a alguien a quien no conocen.
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