Un c¨¢lido sudor fr¨ªo
Hoy comienza a emitir TVE un ciclo dedicado a la obra californiana del brit¨¢nico Alfred Hitchcock. Este conjunto de pel¨ªculas compone uno de los cap¨ªtulos m¨¢s profundos y, aunque parezca lo contrario, peor conocidos de la historia del cine.Ya se emitieron hace a?os los filmes m¨¢s importantes que Hitchcock realiz¨® en su propio pa¨ªs, aquella su prehistoria que contiene alguno de los rasgos distintivos de esta su historia pues de aqu¨ª a mayo TVE nos va a dar casi todo lo fundamental de uno de los creadores del cine moderno.
Basta con que volvamos a ver, a finales de abril o primeros de mayo, Frenes¨ª, su pen¨²ltima pel¨ªcula, realizada en 1972; y Family plot o La trama, su ¨²ltima obra, realizada en 1976, es decir, entre fechas donde se estaban cociendo la l¨ªneas maestras que caracterizan al cine actual, para que esa hip¨®tesis de modernidad se nos haga pura evidencia.
En efecto, siendo enteramente fiel a s¨ª mismo, Hitchcock logr¨® sobre todo en Frenes¨ª (que es una de sus obras m¨¢s sinceras y, por consiguiente, m¨¢s feroces, un monumento casi desalmado a la risa negra, que ya anticip¨® con menos negrura en su desconcertante Pero ?quien mat¨® a Harry?) un relato de intriga que rechaza toda norma y que abre caminos inesperados al m¨¢s luminoso pesimismo contempor¨¢neo, incluido el de Bergman, Tarkovski, Oshima, Frears, Angelopoulos, Coppola, Scorsese y otros nombres en los que el cine de hoy pretende reconocerse en el de ma?ana.
?De d¨®nde extrajo Hitchcock su olfato, infalible y loco, para descubrir en asuntos efimeros filones de perennidad para narrar intrigas de modo y manera que el paso de los a?os no seque en ellas su capacidad para darnos un c¨¢lido ba?o de sudor fr¨ªo? Las averiguaciones en torno a este enigma son incontables y las hay penetrantes y sagaces. Pero a todas ellas por exhaustivas que parezcan, se les escapa siempre algo; y es este algo incapturable precisamente lo que m¨¢s importa, lo que el instinto nos hace buscar -pues es su n¨²cleo primordial- en cada revisi¨®n de la obra de este portentoso inventor de mundos interiores. Hay perfiles n¨ªtidos en la personalidad del cineasta -un libro de Donald Spoto se detiene con minuciosidad en ellos- que son otras tantas claves de su misterio. Pero ¨¦ste no se agota en aqu¨¦llas. Pide ir m¨¢s abajo.
La ra¨ªz del miedo
?l mismo, en aparente broma, sintetiz¨® estos rasgos en uno solo cuando aventur¨® la explicaci¨®n de que su capacidad para alborotar las ra¨ªces del miedo proven¨ªan de su condici¨®n de hombre miedoso.
Si se detiene uno en esta broma, se descubrir¨¢ sin dificultad que de broma tiene en realidad poco, que es un asunto muy complejo lo que este chiste encubre. Y es ¨¦ste otro ¨¢ngulo indispensable para ver bien hoy un cine como el de Hitchcock, que puede verse de muchas maneras: es siempre m¨¢s, mucho m¨¢s, de lo que parece. Su ingenio para elaborar entretenimientos encubre un rasgo de genio: taladros capaces de penetrar en las simas del comportamiento humano.
A trav¨¦s de esta paradoja se entrev¨¦ hoy el hecho de que filmes como La ventana indiscreta, V¨¦rtigo y Los p¨¢jaros (falta del ciclo, incomprensiblemente, Encadenados, que es la perfecci¨®n hecha pel¨ªcula) son cimas edificadas sobre esas simas: irresistibles diversiones que encubren algo m¨¢s que simples juegos de entretenimiento, por ilustre que ¨¦ste sea. Hitchcock se convierte gracias a ellas en un cap¨ªtulo indispensable para el conocimiento de su tiempo, que es asi, por obra suya, todav¨ªa el nuestro. Y habr¨ªa que a?adir a los antes referidos Falso culpable, filme incatalogable y generoso, que Fran?ois Truffaut, que entendi¨® tantas cosas de su maestro, no lleg¨® a entender.
Y m¨¢s recuperaciones: Extra?os en un tren, Con la muerte en los talones, La sombra de una duda, Psicosis, en las que hay grietas que dejan ver or¨ªgenes primordiales de su creador, como es su derivaci¨®n del expresionismo alem¨¢n, y en especial del de Wilhelm Murnau, al que vio realizar en el Berl¨ªn de 1924 El ¨²ltimo, una obra impar. Hitchcock confes¨® que todo lo aprendi¨® all¨ª. Ver ahora su obra y desvelar en ella la osamenta de uno de los edificios est¨¦ticos cruciales de este siglo es otro regalo adicional a lo que de impagable tiene esta obra, a la que ninguna intemperie erosiona sino que fertiliza.
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