Un solo marco
CIERTO FATALISMO parece rodear la reciente propuesta del canciller alem¨¢n occidental de unificaci¨®n monetaria en las dos Alemanias, o, m¨¢s concretamente, de sustituci¨®n de la moneda oriental por la occidental antes del final del presente a?o. El abandono del gradualismo con que inicialmente fue concebido ese proceso de convergencia es justificado oficialmente por el progresivo deterioro, mucho m¨¢s r¨¢pido de lo previsto, de la econom¨ªa oriental. El masivo flujo diario de emigraci¨®n hacia la Rep¨²blica Federal de Alemania es quiz¨¢ el m¨¢s ilustrativo de los exponentes anticipadores de un desesperanzador escenario econ¨®mico al que habr¨¢ de enfrentarse el nuevo Gobierno que salga de las primeras elecciones libres en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana el pr¨®ximo 18 de marzo.La relativa vaguedad con que se ha formulado esa nueva orientaci¨®n unificadora no impide constatar su trascendencia, tanto mayor cuanto m¨¢s significativa ha resultado la alteraci¨®n en la concepci¨®n original de la unificaci¨®n monetaria entre ambos pa¨ªses. De acuerdo con aquella concepci¨®n, la uni¨®n era concebida como la fase terminal de un proceso de integraci¨®n econ¨®mica en tres etapas, que en ning¨²n caso estaba previsto que culminara antes de 1992, una vez introducidas las necesarias reformas en el sistema econ¨®mico de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana.
De la incertidumbre asociada a este nuevo ritmo unificador han dado muestras suficientes los mercados financieros. El fuerte descenso de los precios de los bonos denominados en marcos occidentales puede dar una idea de los nuevos riesgos econ¨®micos que tendr¨¢ que asimilar la econom¨ªa de la RFA, y con ella las de sus socios europeos. La dificultad que en un proceso tal va a encontrar el Bundesbank para guardar, tan celosamente como lo ha venido haciendo en los ¨²ltimos 45 a?os, la ortodoxia antiinflacionista ha sido asumida instintivamente por esos mercados. Y ello sin necesidad de simular lo que en t¨¦rminos de expansi¨®n monetaria puede suponer la operaci¨®n de conversi¨®n de una moneda por la otra o la adopci¨®n del ritmo de crecimiento necesario para evitar el empobrecimiento progresivo de los vecinos. La financiaci¨®n inicial en condiciones de mercado de esa expansi¨®n monetaria y, del necesario incremento en los pro gramas de ayuda a la RDA, adem¨¢s de presionar sobre los ya elevados tipos de inter¨¦s, puede anticipar serias tensiones fiscales en Alemania Occidental. Las implicaciones a corto plazo de tal decisi¨®n sobre el resto de los pa¨ªses comunitarios resultan igualmente importantes. La facilidad de transmisi¨®n de ese encarecimiento en el precio del dinero resulta obvia en tanta mayor medida cuanto m¨¢s acusada sea la voluntad de preservar la estabilidad cambiaria que garantiza el Sistema Monetario Europeo, empe?o hoy ya dif¨ªcil. Es en este escenario en el que la apuesta espa?ola del pasado junio, asumiendo la disciplina asociada a esta ¨¢rea de estabilidad cambiaria, puede deparar resultados poco acordes con los esfuerzos realizados.
En una perspectiva menos inmediata, las garant¨ªas que Helmut Kohl ha dado a la Comisi¨®n Europea de no interferencia de estas conversaciones interalemanas en el proceso de uni¨®n econ¨®mica y monetaria europea no excluyen el riesgo de alteraci¨®n en las prioridades alemanas occidentales a favor de la ahora m¨¢s urgente normalizaci¨®n econ¨®mica de la RDA. El papel desempe?ado por el Bundesbank en estos ¨²ltimos 11 a?os, liderando el proceso de convergencia monetaria en la Comunidad Europea, es hoy tanto m¨¢s cuestionado cuanto m¨¢s expl¨ªcita ha resultado la subordinaci¨®n de sus planteamientos en la formulaci¨®n de esta iniciativa a las preferencias gubernamentales.
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