La idolatr¨ªa del Estado
Los te¨®logos dicen que el culto de latr¨ªa es el que ¨²nicamente se debe dar a Dios, a causa de su infinita superioridad y excelencia. Pero de modo indebido se da a los dioses falsos o ¨ªdolos: ¨¦ste es el que se llama idolatr¨ªa. En forma no religiosa se habla tambi¨¦n de egolatr¨ªa: culto al propio yo.Como ocurre en tantos otros casos, el concepto de origen religioso se traslada al ¨¢mbito laico, y as¨ª hablamos tambi¨¦n de idolatr¨ªa en t¨¦rminos amorosos e incluso en t¨¦rminos econ¨®micos. El culto al dinero, tan frecuente, no es m¨¢s que el falso e indebido culto a una divinidad monstruosa y avasalladora, que ya los antiguos personificaron en Pluto.
El establecer estas categor¨ªas es corriente. Pero hay otros cultos en el d¨ªa, tan tir¨¢nicos y poderosos como ¨¦stos, o acaso m¨¢s, de los que no se habla, por lo mismo que se dan como naturales y provechosos en conjunto. El m¨¢s fuerte, a mi juicio, es el culto al Estado como tal. La idolatr¨ªa del Estado. Algo que en nuestra ¨¦poca ha dominado de modo pavoroso y de lo que no se hacen an¨¢lisis generales sino valoraciones particulares Porque tan id¨®latra del Estado ha sido el comunista como el fascista, el conservador como el revolucionario, el nacionalista que tiene en cuenta los Estados establecidos en Europa desde antiguo como el que quiere que haya otros modernos y opuestos a aqu¨¦llos.
Todos defienden m¨¢s atribuciones para el Estado.
Esta tesis general respecto a la excelencia del Estado no se pone a discusi¨®n, considerando las experiencias de los ¨²ltimos 80 a?os. Es como un culto viejo que se sigue practicando, bajo condena de sacrilegio si no se acata. ?Y sin embargo ... !
De 1914 a 1939 los Estados desencadenaron las dos guerras mundiales m¨¢s cruentas de la historia. En 1917 sobrevino la revoluci¨®n bolchevique, que fue tambi¨¦n cruent¨ªsima y que ha dado como consecuencia la situaci¨®n actual de Rusia: 72 a?os despu¨¦s. Surge, como otra expresi¨®n de la idolatr¨ªa del Estado, el fascismo italiano, y m¨¢s tarde se da el triunfo del nazismo, con sus excelentes consecuencias para Alemania.
En Espa?a la guerra civil da el triunfo a un nacionalismo extremado, del que ahora se recogen los frutos. En otras partes se repiten a granel las dictaduras. El Estado lo es todo... y un hombre u hombrecillo (a veces tambi¨¦n un psic¨®pata) es el que lo representa. Porque en nuestra ¨¦poca ha habido Luis XIV, comunistas, fascistas, nacionalistas (generalmente plebeyos), y el Estado se ha solido referir a un yo hipertrofiado e hist¨¦rico.
Dejando aparte estos ejemplos, que deb¨ªan dar lugar a mayor reflexi¨®n, resulta tambi¨¦n que, seg¨²n la experiencia, en formas menos estrepitosas y escandalosas y con un Estado en apariencia menos teatral, se dan abusos y abusillos sin cuento, que arrancan de la misma idolatr¨ªa. La de dar al Estado un valor sobrenatural y superior, cuando en realidad es una cosa humana..., demasiado humana, recordando a Nietzsche. Hoy, en nombre del Estado, se amenaza y conmina en t¨¦rminos econ¨®micos, como si todos fu¨¦semos delincuentes; se parte y reparte, sin que haya como r¨¦plica m¨¢s que alg¨²n rumor period¨ªstico. La opini¨®n se pretende dirigir desde instituciones estables. Lo que se hace en nombre del Estado es sagrado.
El que ve lo que se hace y c¨®mo se hace no lo encuentra tonto. Piensa tambi¨¦n que dentro del ¨®rgano del Estado se manejan unas cuantas teclas: pero que se dejan de usar y tocar otras muchas, y que acaso ¨¦stas son las que le interesar¨ªa o¨ªr m¨¢s. El teclado pol¨ªtico es pobre en general. Lo bueno es que resulta el mismo en 1930, 1950, 1980, antes y despu¨¦s de revoluciones, reacciones y cambios que se dicen radicales.
Esto puede servir para comprobar que el ¨ªdolo no es m¨¢s que eso: imagen o apariencia.
Acaso, en suma, el Estado podr¨ªa ser m¨¢s si aparentara menos; si hubiera tambi¨¦n organismos con autoridad y capacidad suficiente para fiscalizar y corregir las actuaciones que se efect¨²an en su nombre y si se le pudiera obligar a asumir responsabilidades que no asume. El Estado es ¨ªdolo por un lado. Menor de edad por otro. Bien. Los ¨ªdolos es mejor destruirlos o colocarlos en museos arqueol¨®gicos, y a los menores de edad, un cachete de cuando en cuando no les viene mal.
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