Peronismo en Espa?a
LO M?S significativo de la situaci¨®n pol¨ªtica actual es el irresistible ascenso de una especie de peronismo difuso: esa forma de populismo demag¨®gico que se apoya en ?os m¨¢s primitivos instintos del ser humano, incluido el prejuicio mostrenco de que en el fondo "las cosas son muy simples". Los s¨ªntomas se multiplican -en distinto grado- tanto en el Gobierno como en la oposici¨®n y est¨¢n contagi¨¢ndose con rapidez. a algunos sectores de la opini¨®n p¨²blica. El mitin de desagravio a Alfonso Guerra en Sevilla representa la cara expl¨ªcita de ese peronismo. Pero tambi¨¦n se manifiesta en la pueril provocaci¨®n de fingir estar dispuestos a ir m¨¢s lejos que nadie en materia de decencia p¨²blica, para poner en apuros a la derecha pol¨ªtica, a priori la m¨¢s afectada sociol¨®gicamente por este: tipo de medidas. "A ver si se atreven", es el mensaje deslizado con la propuesta socialista de endurecer hasta l¨ªmites ins¨®litos las incompatibilidades de parlamentarios y altos cargos. Naturalmente, se trata de un tigre de papel, pues nadie piensa seriamente que sea posible -sin caer en un auto de fe- una depuraci¨®n del personal pol¨ªtico que elimine a todos aquellos que tengan cualquier vinculaci¨®n, directa o indirecta, con negocios o actividades profesionales de cualquier especie.Desde el principal partido de la oposici¨®n se ha respondido con un populismo sim¨¦trico y ampliado. Los j¨®venes herederos de Fraga creen haber encontrado un fil¨®n y, al igual que ocurri¨® en tiempos de la Segunda Rep¨²blica, han reducido su mensaje a las acusaciones indiscriminadas de corrupci¨®n contra los socialistas. Para acentuar ese mensaie Aznar no ha reparado en gastos: desde la denuncia irresponsable de pucherazo en las elecciones del 29-O hasta la amenaza de ruptura de relaciones institucionales con el Gobierno, el refundado Partido Popular parece haberse instalado en ese terreno de la demagogia castiza, tan grato para el sector m¨¢s conservador de su clientela como contradictorio con su proyecto de alternativa moderada.
Algunas expresiones deslizadas por Aznar estos d¨ªas indican algo m¨¢s que confusi¨®n. Hablar de apropiaci¨®n del Gobierno por parte del PSOE" implica ignorar que ese partido ha ganado las elecciones con claridad. La idea seg¨²n la cual se va a evitar el error de volver a "caer en la trampa" de los pactos con el Ejecutivo revela un malentendido: pese a lo extendido del t¨®pico, no es cierto que con Fraga la derecha practicase una oposici¨®n complaciente. Todo lo contrario. Si se hablaba de la ausencia de una oposici¨®n s¨®lida era por su falta de credibilidad como alternativa y no porque fuera blanda en sus cr¨ªticas.
Fracaso en las alianzas
Durante a?os, los estrategas de la derecha (algunos, incre¨ªbles, provenientes de la caverna de la opini¨®n p¨²blica y familiares interesados) han repetido hasta la saciedad que el objetivo de desalojar a los socialistas del poder pasaba por una estrategia de alianzas que asociase en un proyecto com¨²n a conservadores, centristas y nacionalistas moderados. Operaciones como la candidatura de Marcelino Oreja en las europeas fueron dise?adas en funci¨®n de ese objetivo. Entonces, la euforia mostrada por Aznar ante la fuga de Su¨¢rez del espacio de centro-derecha -"nos deja libre el centro"- carece de justificaci¨®n. Es posible que en el futuro las cosas cambien, pero de momento esa fuga (as¨ª como los recientes al¨ªneamientos de los nacionalistas vascos y catalanes) constituye un fracaso pol¨ªtico de la direcci¨®n posfraguista. Una de las caracter¨ªsticas del electorado moderado que Aznar habr¨ªa de atraerse para construir una alternativa de centro-derecha es su rechazo del radicalismo en los contenidos y la agresividad en las formas, incluida la desplegada contra los gobernantes. Tal vez los j¨®venes cachorros de la derecha no han reparado en la posible relaci¨®n entre la destemplanza de sus cr¨ªticas indiscriminadas al Gobierno resultante de las urnas y el alejamiento de su campo de los hasta ayer considerados aliados necesarios.
Sea como fuere, ambos populismos se potencian mutuamente, en perjuicio del sistema democr¨¢tico. Da la impresi¨®n de que, puestos en la tesitura de elegir entre lo que refuerza el sistema y lo que favorece los intereses inmediatos del partido -o es percibido como tal-, unos y otros optan por lo segundo. As¨ª, el Gobierno pone parches y se resiste a acabar de una vez por todas con el esc¨¢ndalo del sectarismo de la televisi¨®n p¨²blica, que tanto perjudica la credibilidad del sistema. Y la oposici¨®n, en lugar de buscar un consenso razonable sobre este asunto, elige el camino del boicoteo a la negociaci¨®n y ciega las salidas.
?Por d¨®nde romper el nudo? Tal como est¨¢n las cosas, la competencia principal de intentarlo recae en los socialistas por su condici¨®n de gobernantes y por su calidad de formaci¨®n hegem¨®nica en la sociedad. Un funcionamiento democr¨¢tico sano exige flexibilidad, tolerancia y frescura en la acci¨®n de administrar. Precisamente porque la victoria de Felipe Gonz¨¢lez por tercera vez ha sido leg¨ªtima y rotunda, y precisamente porque no aparece en el horizonte inmediato la posibilidad de una Witernativa opositora solvente, el PSOE debe tomar la iniciativa de una renovaci¨®n de las formas de gobernar y, consecuentemente, de una parte de las elites dirigentes de la Administraci¨®n y del partido. De acuerdo con la oferta de apertura adelantada por Gonz¨¢lez en su investidura, el PSOE tiene que abrir el juego pol¨ªtico, comenzando por la renuncia a ciertos privilegios de la mayor¨ªa absoluta. Seis de cada 10 electores votaron a otros partidos en octubre. La estructura auton¨®mica permite compaginar un Gobierno socialista en Madrid con un sistema flexible de alianzas en las autonom¨ªas y ayuntamientos que favorezca la distribuci¨®n territorial del poder. Instituciones y organismos cuya composici¨®n depende de la relaci¨®n de fuerzas en el Parlamento -Consejo del Poder Judicial, Consejo de Radiotelevisi¨®n Espa?ola, Tribunal Constitucional, Tribunal de Cuentas, comisiones parlamentarias, etc¨¦tera- deber¨ªan reflejar m¨¢s cabalmente el pluralismo de la sociedad espa?ola, y es al Partido Socialista Obrero Espa?ol al que corresponde adelantar iniciativas en tal sentido.
Pero renovaci¨®n tambi¨¦n de los equipos pol¨ªticos. No es casualidad que polit¨®logos como Duverger consideren deseable que los dirigentes no permanezcanm¨¢s all¨¢ de un lustro en plaza. No s¨®lo por el desgaste de ese personal atite la opini¨®n p¨²blica, sino por el propio desgaste interno de los equipos. A partir de un punto dado, el inicial impulso transformador se convierte en actitud burocr¨¢tica, indolente, centinuista. Y esa actitud se transmite en cascada por toda la pir¨¢mide pol¨ªtica y administrativa. Sin apenas debate interno en el Ejecutivo -como acaba de reconocer el ministro de Cultura- y con un modelo de funcionamiento interno que impide que esa renovaci¨®n venga del partido, es difficil que aparezcan dirigentes con iniciativa.
El agotamiento psicol¨®gico -y en algunos casos la incapacidad- de algunos ministros ha tenido ocasi¨®n de brillar con luz propia estos ¨²ltimos a¨ªas. De otra parte, las sentencias del Constitucional sobre las elecciones en Murcia, Melilla y Pontevedra permiten acabar con la provisionalidad de estos meses y acelerar el calendario pol¨ªtico. La cuesti¨®n de confianza a que se someter¨¢ Felipe Gonz¨¢lez ser¨ªa una buena oportunidad para que el presidente del Gobierno anuncie una renovaci¨®n del Ejecutivo, incorporando savia nueva al mismo.
Simult¨¢neamente, alguien deber¨ªa comprender que el ascenso del arnarillismo en algunos medios de comunicaci¨®n es inseparable de ese clima de arrebato populista que se ha apoderado de los pol¨ªticos. El reduccionismo de culpar a la Prensa del deterioro en la imagen de los gobernantes podr¨¢ tener efectos consoladores para ¨¦stos, pero lleva a?adida la dificultad de ocultar a sus ojos la causa principal de ese deterioro: la confusi¨®n entre empecinamiento, caiga quien caiga, y coherencia pol¨ªtica.
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