Shakespeare descafeinado
Hac¨ªa tiempo que no se asomaba Shakespeare a la pantalla. Hubo ¨¦pocas en que no pasaba a?o sin que alg¨²n actor aventurero encontrara a un director de su estirpe y entre ambos urdieran una expedici¨®n a los intrincados -y siempre insuficientemente explorados- territorios del poeta de poetas. Ahora, Kenneth Branagh ha acabado con este desuso y se ha metido en el berenjenal donde muchos se dieron trastazos. No hace una pel¨ªcula excepcional, pero sale airoso, aunque sirvi¨¦ndose de algunas trampas y artima?as.El Henry V de Branagh se parece poco al (por otro lado da?ado por el tiempo) de Laurence Olivier: incluso las grandes palabras del poeta, aun siendo las mismas, no lo parecen. Esto da idea de la riqueza del universo verbal shakespeariano, pues de una misma traca suya dos temperamentos diferentes extraen cosas tan distintas que casi parecen de otro escritor.
Henry V
Direcci¨®n y gui¨®n: Kenneth Branagh, sobre la tragedia de William Shakespeare. Fotograf¨ªa: Kenneth McMillan. Vestuario: Phillys Dalton. Reino Unido, 1989. Int¨¦rpretes: Kenneth Branagn, Robert Stephens, Paul Scofield, lam Holm. Estreno en Madrid: cines Renoir.
Lo que parece innegable es que en el Henry V de este joven actor hay un intento solvente de poner al d¨ªa -y esto no es siempre bueno, pues puede ser oportunismo encubierto- las maneras tradicionales de representar a Shakespeare en el cine. Branagh consigue en parte su prop¨®sito: su filme es aceptable, pero como mala contrapartida ofrece, junto a interesantes hallazgos, s¨ªntomas de inmadurez en lo que toca al director, que est¨¢ demasiado al servicio del actor, cosa no siempre recomendable cuando ambos son una sola persona: se presta al cortocircuito entre dos funciones que deben estar perfecamente acopladas.
Vieja y nueva escuela
La lectura de la tragedia de Shakespare por Branagh es de apariencia sencilla y resulta convincente en lo que concierne a las composiciones de los personajes -entre los que se mezclan actores de la vieja y de la nueva escuela interpretativa brit¨¢nica-, pero no estamos ante nada que recuerde ni remotamente las alturas (sin otra escuela que la de la imaginaci¨®n desatada) de Campanadas a medianoche, que hay quien considera la obra cumbre de Orson Welles.Hay inteligencia y excelente formaci¨®n esc¨¦nica en el joven actor, pero como mala contrapartida, el joven director se da a s¨ª mismo demasiadas facilidades y las tinieblas shakespearianas se le escapan endulzadas de las manos. La radicalidad del poeta es tan absoluta que rechaza toda tentaci¨®n de hacerlo demasiado digestivo y accesible. Branagh hace muy bien lo que hace, pero esto que hace es Shakespeare despojado de muchos recovecos, limadas algunas de sus incontables y afiladas aristas, despojadas de laberintos sus mara?as: un Shakespeare descafeinado, como ahora se estila decir.
Babelia
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