Las razones internas
En ocasi¨®n del primer informe de Gobierno que rend¨ª al Congreso mexicano, formul¨¦ las razones y las medidas que mi Administraci¨®n ha tomado para avanzar en la modernizaci¨®n del pa¨ªs y para reformar al Estado. Sostuve entonces que los acuerdos nacionales para ampliar nuestra vida democr¨¢tica, recuperar el crecimiento sin inflaci¨®n y elevar el bienestar de la poblaci¨®n, objetivo de la modernizaci¨®n de M¨¦xico, demandaban reformar el Estado y modificar sus relaciones con la sociedad y con el ciudadano.Esta formulaci¨®n ha motivado la respuesta plural de representantes pol¨ªticos, de intelectuales, acad¨¦micos, periodistas y de distintos actores sociales del pa¨ªs. Creo que ese concurso diverso ha permitido un ejercicio de interlocuci¨®n democr¨¢tica que sin duda enriquece la perspectiva de todos y promueve una reflexi¨®n m¨¢s ponderada y compartida respecto del Estado que queremos y necesitamos los mexicanos para enfrentar los enormes desaf¨ªos de nuestro desarrollo.
Razones de un proyecto
En este ensayo quisiera ampliar algunas cuestiones acerca de la reforma del Estado. Espec¨ªficamente comentar¨¦ diversas razones para emprender la reforma y las caracter¨ªsticas que, por consecuencia, ¨¦sta est¨¢ adoptando. Al igual que en el di¨¢logo -a trav¨¦s de otros medios- que he sostenido con distintos sectores del pa¨ªs, estas consideraciones no buscan polemizar en lo particular, sino ampliar el marco com¨²n de reflexi¨®n sobre algo que interesa a muchos porque a todos afecta, y cuya discusi¨®n, respetuosa y seria, es en beneficio del avance pol¨ªtico de la Rep¨²blica.
La reforma del Estado no es una propuesta aislada. Es consecuencia de una nueva situaci¨®n internacional y de una l¨ªnea pol¨ªtica que asume ciertos objetivos generales de la sociedad, percibe los retos principales y traza las modificaciones que reclama su superaci¨®n. El Estado, en esta perspectiva, debe cambiar para mantener su capacidad de defensa de nuestra soberan¨ªa y, en lo interno, ser promotor de la justicia y conductor de la sociedad -dentro de la cual hay intereses encontrados- hacia sus objetivos fundamentales. Por eso el Estado propone su propia reforma.
No debe sorprender que buena parte del debate en torno a este tema haya girado, m¨¢s que sobre la pertinencia de una reforma, alrededor de la naturaleza del defecto o la calidad del obst¨¢culo que aconseja o demanda la reforma del Estado. Que los ¨®rganos del Estado mexicano deben modificar su comportamiento, precisar sus funciones y replantear sus prioridades, es algo generalmente aceptado, si bien por razones distintas y para prop¨®sitos diferentes. Es decir, hasta ahora nadie ha puesto en duda la necesidad de una reforma del Estado.
De aqu¨ª deriva un primer punto central. La reforma del Estado recoge, sin duda, una honda demanda de la poblaci¨®n. Ni el Gobierno ni los grupos de opini¨®n inventan la necesidad de los cambios en los ¨®rganos del Estado. Ella surge claramente de la demanda de millones de mexicanos en todo el pa¨ªs. Esta modernizaci¨®n del Estado es la propuesta de mi Gobierno para dar direcci¨®n y profundidad al cambio que responda a esta demanda.
Dos son las razones de mayor calado que sustentan la demanda de modernizaci¨®n del pa¨ªs y que implican reformas sustantivas al Estado. La transformaci¨®n misma de la sociedad mexicana del ¨²ltimo cuarto de siglo ha modificado de ra¨ªz la ¨ªndole y la amplitud de las demandas que la poblaci¨®n hace al aparato estatal. Su explicaci¨®n est¨¢ basada en una acelerada din¨¢mica demogr¨¢fica, un vast¨ªsimo proceso de urbanizaci¨®n y el agotamiento de un modelo general de desarrollo, en otro tiempo exitoso, y el cambio consiguiente en la, articulaci¨®n de las fuerzas sociales b¨¢sicas. A esta raz¨®n se une la permar¨ªencia intolerable de rezagos surgidos de factores ancestrales, agravados por la crisis econ¨®mica de la ¨²ltima d¨¦cada y distribuidos principalmente en el campo, las comunidades ind¨ªgenas y las colonias populares de las grandes urbes.
Presiones internas
Estas presiones internas exigen cambios que modifiquen decisivamente las perspectivas de prosperidad econ¨®mica general y la de los m¨¢s necesitados en particular, la garant¨ªa de participaci¨®n en lo que les ataifte y compete, el ejercicio efectivo de sus libertades, y todo ello moderando las diferencias sociales y erradicando los enclaves m¨¢s graves de pobreza extrema. Muchas de las responsabilidades de prestar los servicios y guiar el ejercicio de libertades han reca¨ªdo hist¨®ricamente en el aparato estatal, principalmente el federal. Ello es as¨ª por causas populares; algunas de ellas incluso se han ido plasmando en principios constitucionales. La disputa de cada nuevo brazo del Estado o de un ejercicio espec¨ªfico de autoridad es usualmente emp¨ªrica, y por ello no encuentra resoluci¨®n en base exclusivamente a los principios. Sin embargo, los atributos y responsabilidades constitucionales del Estado s¨ª tienen fundamento en principios hist¨®ricos que encontraron su cristalizaci¨®n jur¨ªdica en 1917.
Veamos entonces: aun en condiciones ideales de crecimiento y estabilidad econ¨®mica, la capacidad de atenci¨®n eficiente del Estado, respecto de lo que se demanda de ¨¦l, estar¨ªa en entredicho. No s¨®lo por la complejidad de la demanda y el crecimiento poco ordenado del aparato estatal, sino porque la concepci¨®n proveedora, exclusiva del Estado, es de suyo inhibitoria de las fuerzas organizadas de la sociedad. Dos consecuencias se siguen: rigidizaci¨®n ante el cambio (paralizaci¨®n ante la urgencia) y escasa capacidad de convocatoria colectiva hacia un mismo fin de inter¨¦s nacional. Este fen¨®meno, por cierto, no ha sido privativo de M¨¦xico. Las grandes burocracias de los pa¨ªses industriafizados han generado consecuencias similares, germinando, con ellas, las demandas de cambio y de modernizaci¨®n.
Con mayor raz¨®n esto es cierto en las condiciones reales que vivi¨® el pa¨ªs en la d¨¦cada pasada. La din¨¢mica de la poblaci¨®n disminuy¨®, pero menos de lo pronosticado y mucho menos de lo deseable; el crecimiento econ¨®mico se detuvo; la crisis debilit¨® el cumplimiento de las responsabilidades fundamentales del Estado, se?aladamente para con los grupos populares, aun cuando tambi¨¦n hacia las clases medias; se elevaron las tensiones sociales y pol¨ªticas. Al debilitarse las bases de un crecimiento sano, el Estado recurri¨® al t¨®nico de la deuda externa excesiva, mirando a¨²n m¨¢s su fortaleza. Los distintos grupos de la sociedad, por otro lado, comenzaron a estar m¨¢s preocupados de su circunstancia particular y, en consecuencia, menos receptivos a cooperar en la acci¨®n colectiva, ¨ªndispensable frente a la inminente crisis.
Estimaci¨®n estructural
No se trata de atribuir culpas, sino de hacer una estimaci¨®n estructural. El Estado crecientemente propietario se volvi¨® incapaz ante el incremento de las necesidades de una poblaci¨®n en r¨¢pido aumento, ante una planta productiva sobreprotegida y poco competitiva, ante la demanda de mayor calidad de bienes y servicios, ante la exigencia de m¨¢s transparencia en las relaciones del Estado y la sociedad, y todo ello en medio de una crisis fiscal sin precedente.
Las necesidades y demandas sociales crecientes, las condiciones objetivas de la econom¨ªa nacional y las finanzas del Estado son razones internas que, en el marco de la econom¨ªa internacional, obligan a pensar en serias modificaciones a las reglas de la producci¨®n, a los mecanismos de acceso a los servicios de bienestar de la poblaci¨®n y a los t¨¦rminos de la competencia por el poder y el imperio de la ley. Todas ellas deben ser capaces de dar respuesta a estas realidades y, por tanto, tienen un car¨¢cter central en una reforma del Estado.
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