Tareas legislativas urgentes
Con la simple repetici¨®n de viejas confesiones de labios afuera no se consigue nada. Bonn tiene m¨¢s bien que pasar a la acci¨®n y hacer propuestas y, en definitiva, dar ideas tambi¨¦n para la construcci¨®n r¨¢pida -y para la creaci¨®n de un fondo de refinanciaci¨®n- de un banco europeo de desarrollo para Europa Oriental.En el triunfo electoral de la alianza conservadora de la RDA, el factor decisivo ha sido la esperanza, como resum¨ªa una expresi¨®n popular que se pod¨ªa o¨ªr desde Leipzig a Rostock: "Kohl trae die Kohle" (el carb¨®n). En efecto, Bonn prometi¨® no s¨®lo una r¨¢pida uni¨®n monetaria con la RDA, sino tambi¨¦n importantes ayudas financieras a su econom¨ªa. Con raz¨®n mencion¨® Bonn en ambas promesas una condici¨®n: el restablecimiento r¨¢pido de todos los requisitos legales para el desarrollo de una econom¨ªa social de mercado. En este campo est¨¢n las tareas legislativas m¨¢s urgentes de la nueva C¨¢mara Popular y del nuevo Gobierno de la RDA:
1. Libertad industrial para todos, libertad de decisi¨®n para las direcciones de empresas sobre productos, ventas, precios e inversiones, as¨ª como liberaci¨®n de todos los grav¨¢menes de una econom¨ªa dirigida (aqu¨ª habr¨¢ que hacer transitoriamente algunas excepciones a fin de que el banco emisor de la RDA pueda cumplir sus obligaciones contractuales con la CE y -hasta la uni¨®n monetaria- las obligaciones existentes en materia de divisas.
2. Sustituci¨®n del hasta ahora vigente sistema de tributaci¨®n financiera (entrega de fondos de producci¨®n, pago de beneficios netos) de las empresas al presupuesto de la RDA por un sistema tributario normal en una econom¨ªa de mercado, en el que los impuestos sobre la renta del trabajo y los impuestos corporativos as¨ª como los impuestos sobre las ventas y plusval¨ªas constituyen las piedras angulares; adem¨¢s, tienen que crearse administraciones de contribuci¨®n y delegaciones de Hacienda.
3. Creaci¨®n de un seguro de desempleo como primer paso hacia un sistema general de seguridad social; es claro que desde el momento en que se produzca el cambio monetario no s¨®lo la financiaci¨®n de arranque tiene que venir de los presupuestos de la RFA, sino que Bonn tendr¨¢ que hacerse cargo durante algunos a?os m¨¢s directa o indirectamente de partes sustanciales de la financiaci¨®n.
Comit¨¦s de empresa
4. Puesto que la libertad de decisi¨®n de las empresas y -tras el cambio de moneda- la fuerte competencia por los beneficios en marcos germanos occidentales tienen que conducir a una racionalizaci¨®n de la producci¨®n y, consiguientemente, a numerosos despidos, se necesita con urgencia, tanto por razones sociales como democr¨¢ticas, una ley constitucional de empresas; es imposible sin unos comit¨¦s de empresa elegidos en votaci¨®n secreta y con voto en las comisiones de administraci¨®n de las empresas nacionalizadas.
Si la nueva C¨¢mara Popular crea, a trav¨¦s de una legislaci¨®n r¨¢pida, estos requisitos m¨ªnimos o pone en pr¨¢ctica la realizaci¨®n de los mismos de forma irreversible, la uni¨®n monetaria alemana puede llevarse a efecto de aqu¨ª al verano de 1990; despu¨¦s de esto todas las cuentas y pagos se realizar¨¢n en marcos occidentales. Es conveniente que el banco emisor de la RDA no ampl¨ªe hasta la fecha fijada su actual pol¨ªtica de abastecimiento de dinero. Pues, de todos modos, las grandes sumas de marcos orientales, tanto de personas privadas como de empresas o del Estado, tienen que ser convertidas en marcos occidentales. La cantidad de marcos occidentales en circulaci¨®n crecer¨¢ con ello de repente sin que exista asimismo de repente una oferta de bienes considerablemente mejor. La consiguiente subida de precios se contendr¨¢ probablemente dentro de unos t¨¦rminos razonables; de todos modos, puede conducir transitoriamente a una subida de los tipos de inter¨¦s de los pr¨¦stamos de marcos occidentales y puede provocar durante alg¨²n tiempo un descenso en la cotizaci¨®n del marco alem¨¢n en comparaci¨®n con otras monedas. Los Gobiernos de los Estados participantes del Sistema Monetario Europeo contemplar¨¢n esto con gesto apenado y sonriente a la vez; los mercados financieros internacionales han anticipado ya de alg¨²n modo las consecuencias. Pero Alemania puede resistir la prueba.
Sin embargo, en este asunto hay todav¨ªa algunas preguntas que esperan una respuesta: las que se refieren al precio de cambio (o conversi¨®n) en general, y las que se refieren al precio de conversi¨®n de los ahorros en particular. Varios miembros del Gobierno federal han hablado de un cambio a la par, es decir, uno por uno para todos los pagos peri¨®dicos (por ejemplo, para salarlos, rentas, alquileres) y para los ahorros. Podr¨ªa resultar dif¨ªcil apearse de esta montura y defraudar las grandes esperanzas que Bonn ha despertado en el p¨²blico de la RDA. Pero sigue siendo necesario tener idea clara de las consecuencias.
Supongamos que un obrero industrial gana mensualmente 1.300 marcos (orientales); cada trabi (auto de la RI)A.) en cuya fabricaci¨®n trabaja cuesta 14.000 marcos (orientales). Hasta ahora la empresa socializada ha podido pagar el salario (y otros costes) con los ingresos de la venta de los trabis; pero la empresa socializada ser¨ªa totalmente incapaz de conseguir 14.000 marcos occidentales para un trabant, pues un coche incomparablemente mejor, como el VW Polo, s¨®lo cuesta 15.500 marcos occidentales, y el Suzuki Alto, tambi¨¦n de mejor calidad, cuesta todav¨ªa menos, 11.300 marcos occidentales. Si se quiere seguir vendiendo coches trabis habr¨¢ que rebajar considerablemente su precio o mejorar extraordinariamente su calidad. En ning¨²n caso alcanzar¨ªan los beneficios en marcos occidentales para seguir pagando a todos los obreros empleados en la fabricaci¨®n de los trabant sus anteriores salarios en marcos occidentales; las consecuencias no ser¨ªan otras que dolorosos despidos como ¨²nico medio de racionalizar la situaci¨®n.
A?os duros
En general, se puede decir de la econom¨ªa de la RDA que cuanto mejor sea el tipo de cambio del marco oriental por el marco occidental, tanto mayor y m¨¢s r¨¢pido ser¨¢ el desempleo. Con seguridad, una gran parte de ese desempleo ser¨¢ absorbido de nuevo en unos dos a?os por el desarrollo econ¨®mico que previsiblemente se producir¨¢ en la RDA, pero los primeros a?os podr¨ªan resultar muy duros. Un cambio r¨¢pido de todos los ahorros al uno por uno no tendr¨ªa justificaci¨®n. Se trata, al parecer, de una suma pr¨®xima a los 150.000 millones de marcos (orientales); si hubiera que pagar esta suma en marcos occidentales se producir¨ªa en Alemania un crecimiento del poder adquisitivo de marcado car¨¢cter inflacionista y de graves consecuencias para la relaci¨®n precios-salarios y para los mercados internacionales de divisas.
Por eso fue un acierto que todos los pol¨ªticos de Bonn que en un principio se hab¨ªan pronunciado por un cambio de los ahorros al tipo de uno por uno hayan hecho hincapi¨¦ al mismo tiempo en la necesidad de una congelaci¨®n provisional de la mayor parte de esos ahorros y de una liberaci¨®n escalonada posterior de los mismos.
La liberaci¨®n posterior s¨®lo puede cubrirse con dos fuentes: o con excedentes de los presupuestos del Estado -que no son previsibles en los pr¨®ximos a?os- o con el producto de la venta de bienes industriales e inmuebles socializados. No hay otros valores disponibles, pues mientras entre nosotros una caja de ahorros coloca las imposiciones buscando rentabilidad, por ejemplo, en hipotecas, cr¨¦ditos, valores, etc¨¦tera, en la RDA las imposiciones se han aplicado a la financiaci¨®n de los presupuestos del Estado. Si la nueva C¨¢mara Popular rechaza la liquidaci¨®n o venta total de capital socializado a extranjeros, no le queda otra soluci¨®n que unir la liberaci¨®n posterior de las cuentas de ahorro con el cambio en participaciones (o certificaciones de inversi¨®n) del capital socializado. Pero dichas participaciones tienen que ser luego retribuidas al menos con unos intereses si han de tener alg¨²n valor pr¨¢ctico. Y al mismo tiempo, existe todav¨ªa el peligro de que los ciudadanos de la RDA vendan de mano a mano sus participaciones a extranjeros.
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