La dimensi¨®n jud¨ªa del V Centenario
El V Centenario del Descubrimiento de Am¨¦rica, o del encuentro de dos mundos, como hay quien prefiere nombrarlo, al igual que el recientemente celebrado bicentenario de la Revoluci¨®n Francesa, viene acompa?ado de una multiplicidad de mensajes. Ser¨¢ dif¨ªcil, y probablemente innecesario, reprimir la memoria hist¨®rica o embarcarse en un ejercicio in¨²til de revisionismo historiogr¨¢fico para servir a intereses actuales. La memoria de la Revoluci¨®n Francesa evoca "los derechos del hombre", el sufragio universal y la permanente aspiraci¨®n a la "libertad, igualdad y fraternidad"; pero tambi¨¦n el terror al servicio del Estado, el Comit¨¦ de Salud P¨²blica, el democr¨¢tico-dictador Robespierre y los or¨ªgenes del Estado totalitario moderno tal y como los estudi¨® Y. Talmon en su magistral estudio Los or¨ªgenes de la democracia totalitaria. En 1992 saldr¨¢ a relucir la grandeza de la cultura ind¨ªgena de las Am¨¦ricas -Guillermo von Humboldt hablaba de la "sorprendente" sofisticaci¨®n de la vida social azteca- y por consiguiente la feroz cr¨ªtica de Bartolom¨¦ de las Casas a la filosof¨ªa conquistadora en su totalidad. En este choque de mensajes no carecer¨¢ de peso, por supuesto, la apolog¨ªa de Juder¨ªas en su La leyenda negra y la verdad hist¨®rica: el imperialismo cat¨®lico en Am¨¦rica no cre¨® nada parecido al sistema de segregaci¨®n e incluso genocidio que los anglosajones protagonizaron en el norte de Am¨¦rica.Versiones y conceptos habr¨¢, pues, para todos los gustos, y es menester enfrentarlos sin temor. El sentido de toda relaci¨®n del hombre con la historia, con su historia, reside en su capacidad de superar los fantasmas del pasado y profundizar en los mensajes positivos y de progreso, aquellos que significan un paso hacia adelante para la humanidad. El descubrimiento de Am¨¦rica fue un paso de gigante en la historia del hombre, fue uno de los mayores reflejos del renacimiento, del desarrollo de la civilizaci¨®n europea, y de su ampliada visi¨®n del mundo.
Pero 1492 no es s¨®lo el a?o de Am¨¦rica; sin duda 1492 fue un a?o cargado de contradicciones y significado: el descubrimiento y el encuentro con grandes civilizaciones aisladas, la conquista de Granada, la expulsi¨®n de los jud¨ªos... En todos y en cada uno de estos magnos sucesos la historia arrastr¨® pueblos y civilizaciones en su camino hacia nuevos horizontes. No obstante, y a pesar del precio pagado por las culturas y los hombres, es nuestra obligaci¨®n buscar el sentido profundo del momento hist¨®rico desde la perspectiva suavizadora que nos ofrecen cinco siglos. Benedetto Croce, que no era ni un hegeliano ni un marxista, supo reconocer esa dial¨¦ctica inherente en la historia: ¨¦sta es una constante marcha hacia la libertad.
Qu¨¦ duda puede caber que la expulsi¨®n de los jud¨ªos de Espa?a fue uno de llos cap¨ªtulos m¨¢s tr¨¢gicos de nuestra historia. Siglos despu¨¦s de la expulsi¨®n, Sefarad seguir¨ªa siendo en la memoria colectiva de los jud¨ªos la tierra de la inquisici¨®n, la persecuci¨®n y los pogromos. La convivencia se hab¨ªa quebrado en realidad 100 a?os antes de la expulsi¨®n; 1492 no fue m¨¢s que la culminaci¨®n l¨®gica de un largo y penoso proceso de alienaci¨®n entre jud¨ªos y cristianos que tuvo su expresi¨®n m¨¢s triste en la ola de masacres que conmovi¨® la pen¨ªnsula entera en 1391. Pero, con todo, la separaci¨®n definitiva de Espa?a no fue nada f¨¢cil para los jud¨ªos; es que Sefarad no era un exilio, m¨¢s bien era una patria. De aqu¨ª salieron como si se les hubiera arrancado de la tierra prometida. Un testigo ocular, el Cura de los Palacios, describ¨ªa as¨ª el panorama de las calles y carreteras de Espa?a el d¨ªa del gran ¨¦xodo: "Iban por los caminos con muchos trabajos, unos cayendo, otros levantando, otros muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no hab¨ªa cristiano que no hubiese dolor dellos... y los rab¨ªes los iban esforzando y faciam cantar a las mujeres y mancebos, y ta?er panderos y adufes".
Hoy, cinco siglos despu¨¦s de aquellas conmovedoras escenas en las que todo un pueblo reivindicaba de nuevo su fama y destino de pueblo errante, no tiene sentido convertir la dimensi¨®n jud¨ªa del V Centenario -Sefarad 92- en un ejercicio de ira colectiva, ni tampoco embarcarse en analog¨ªas hist¨®ricas superficiales con otros holocaustos de nuestra atormentada historia. Lo que s¨ª tiene mayor sentido es destacar el hecho de que los jud¨ªos fueron expatriados pr¨¢cticamente de todos los pa¨ªses de Europa; pero muy raramente, por no decir nunca, dej¨® la expulsi¨®n en nuestro esp¨ªritu colectivo un impacto y una memoria tan profundos como los producidos por la conmoci¨®n de 1492. Ello s¨®lo puede explicarse por la especial intensidad de la vida jud¨ªa en Espa?a, y el car¨¢cter ¨²nico del bagaje de tradiciones y legados que los judios sefard¨ªes se llevaron en su traum¨¢tica marcha a trav¨¦s de la cuenca mediterr¨¢nea, los Pa¨ªses Bajos y el Nuevo Mundo. Es en la divulgaci¨®n de esta gran tradici¨®n y en el rescate de esas excelencias de los hebreos sefardies -m¨¢s que en un ajuste de cuentas hist¨®ricas con la Espa?a de los Reyes Cat¨®licos- donde reside la mayor labor del Comit¨¦ Internacional Sefarad 92, formado recientemente por destacadas personalidades y organizaciones jud¨ªas.
La historiograf¨ªa no es un tribunal para procesar tiempos pasados; ni es el historiador, documentado como pueda serlo, un juez. Las comisiones p¨²blicas se crean para profundizar en mensajes did¨¢cticos, no para emitir juicios hist¨®ricos, y menos a¨²n para cerrar debates intelectuales. Ellos quedar¨¢n abiertos para siempre. La perpetuaci¨®n del debate reside en la esencia misma de todo quehacer intelectual; por tanto, el t¨¦rmino historia definitiva de un cap¨ªtulo de nuestro pasado es una simple contradicci¨®n, una pretensi¨®n ausente de sentido.
El Comit¨¦ Jud¨ªo Internacional Sefarad 92 inaugura, pues, su labor con una loable pretensi¨®n de divulgaci¨®n cultural. Se trata de destacar y dar a conocer la extraordinaria vitalidad del juda¨ªsmo espa?ol y de la di¨¢spora sefard¨ª. Lo que Claudio S¨¢nchez Albornoz denomin¨® "la capacidad mental del pueblo hispano-jud¨ªo y su especial talante y talento para las obras del intelecto", lleg¨® a producir en Espa?a uno de los cap¨ªtulos m¨¢s brillantes de la contribuci¨®n jud¨ªa a la civilizaci¨®n occidental, probablemente s¨®lo comparable con el brillo espectacular de la Viena jud¨ªa de finales de siglo. Es nuestra obligaci¨®n inculcar en las nuevas generaciones este sentido del gran pasado judeo-sefard¨ª, no s¨®lo en suelo espa?ol, sino tambi¨¦n a trav¨¦s de sus di¨¢sporas. Pues, como escrib¨ªa el gran historiador Graetz, "dondequiera que fueron... llevaron la dignidad y la distinci¨®n espa?olas. Lejos de quedar absorbidos en las mayor¨ªas de las poblaciones jud¨ªas de los pa¨ªses que los hab¨ªan recibido con hospitalidad, ellos, como raza privilegiada, las contemplaron con desd¨¦n, y no fue infrecuente que les dictaran leyes".
El rescate del pasado puede que ayude a dignificar el presente. Al promover la divulgaci¨®n del gran pasado judeo-sefard¨ª, la Comisi¨®n Internacional Sefarad 92 posee una oportunidad hist¨®rica de convertirse en el catalizador de un importante debate en el seno del pueblo jud¨ªo en general, y de la sociedad israel¨ª en particular: ?c¨®mo explicar el declive del juda¨ªsmo sefard¨ª en la era moderna y el descenso de su peso relativo en el conjunto del pueblo jud¨ªo? La pregunta es de vital importancia en Israel; menos as¨ª en la di¨¢spora. ?C¨®mo llegaron, pues, los jud¨ªos sefard¨ªes en el Estado de Israel a una situaci¨®n de relativa desventaja social y cultural? ?ste es un gran debate que nos debemos a nosotros mismos, del cual deber¨ªa surgir una cultura israel¨ª renovada que sintetice lo mejor de la tradici¨®n sefard¨ª mediterr¨¢nea con la herencia universalista occidental.
Como ya se destac¨®, el V Centenario en su dimensi¨®n jud¨ªa no debe ser un ajuste de cuentas hist¨®ricas con la Espa?a del pasado; es, claro est¨¢, un mensaje dirigido a la sociedad espa?ola y a la opini¨®n en general sobre la centralidad de la contribuci¨®n jud¨ªa a la configuraci¨®n de su mundo de valores y cultura y sobre la futilidad de todo ejercicio de fanatismo colectivo. Pero es tambi¨¦n un mensaje hacia el centro del pueblo jud¨ªo y la sociedad israel¨ª. De este gran debate -que por cierto se ha abierto en Israel ya hace algunos a?os- deber¨¢ surgir un Israel fundado en la dignidad cultural de sus componentes y en la rica y m¨¢s justa s¨ªntesis en sus tradiciones. Para que ello sea posible, es menester un cambio de actitud entre los propios sefard¨ªes. No basta con que hayan alcanzado superioridad demogr¨¢fica o incluso una representaci¨®n pol¨ªtica satisfactoria. Es imperativo que sus l¨ªderes no abandonen su ¨¢mbito cultural en beneficio de superficiales popularizadores de m¨²sica oriental y ambiciosos empresarios de festivales masivos. La rica herencia sefard¨ª y el reto de su incorporaci¨®n al mosaico intelectual del nuevo Israel merecen m¨¢s que eso. Merecen centros universitarios de estudio e investigaci¨®n, la publicaci¨®n de trabajos serios sobre el legado sefard¨ª y su incorporaci¨®n a los planes de estudio de las escuelas israel¨ªes, un esfuerzo coordinado para rescatar nuestras lenguas mediterr¨¢neas del olvido sin socavar la hegemon¨ªa natural del hebreo o la importancia del ingl¨¦s; dar impulso a obras literarias y dram¨¢ticas que evoquen el pasado y el drama sefard¨ªes; un intento decidido para recuperar la tradici¨®n musical de comunidades erradicadas; fomentar la renovaci¨®n del romancero en todos sus ricos matices y la creaci¨®n de museos de la vida sefard¨ª que podr¨ªan convertirse en foco de atracci¨®n no s¨®lo de las comunidades sefard¨ªes del mundo entero, sino tambi¨¦n de los j¨®venes israel¨ªes que han de conocer su pasado; porque es con referencia a ¨¦l como deber¨¢n construir un futuro significativo.
Es en esta dimensi¨®n estrictamente cultural donde estriba el mayor atractivo del pr¨®ximo quinto centenario de la expulsi¨®n de los jud¨ªos de Espa?a. ?ste deber¨¢ contribuir a recordarnos a todos la inmensa riqueza de nuestro pasado, la centralidad de nuestro legado en la creaci¨®n de las m¨¢s preciadas posesiones de la civilizaci¨®n humana, y a educarnos sobre la esterilidad de toda pol¨ªtica basada en el extremismo y la resistencia al cambio. A aquellos de nosotros, principalmente de Israel, a quienes vicisitudes de la vida han situado con frecuencia en condiciones social y, culturalmente de desventaja, nos proporcionar¨¢ no s¨®lo un renovado sentido de la dignidad, sino tambi¨¦n la perspectiva de un papel central -asistidos por nuestra recuperada herencia- en la conformaci¨®n del futuro de nuestra vieja-nueva patria.
No es, pues, mi postura, que el reto del 92 en su dimensi¨®n jud¨ªa ata?e exclusivamente a Espa?a; es tambi¨¦n un desaf¨ªo lanzado al centro del mundo jud¨ªo y de la sociedad israel¨ª. Pero Espa?a es capaz de jugar un papel privilegiado tanto en la profundizaci¨®n de la identidad sefard¨ª a trav¨¦s de la di¨¢spora jud¨ªa como en la magna empresa de redefinici¨®n de la nueva identidad israel¨ª. Al tiempo que Espa?a se reencuentra con su pasado y divulga el papel de sus jud¨ªos en la configuraci¨®n de su propia identidad, se expone inevitablemente a una mayor afinidad con la cultura sefard¨ª y ayuda a dignificar y a potenciar la aspiraci¨®n de esta ¨²ltima a un nuevo y m¨¢s justo equilibrio de valores y herencias en el seno del pueblo jud¨ªo. Puede que la persistencia de la cultura sefard¨ª y su inquebrantable referencia a Espa?a a trav¨¦s de las vicisitudes de los tiempos y a pesar de tantas frustraciones sea un fen¨®meno ¨²nico en la historia de la cultura universal. Es probablemente un cap¨ªtulo de Kulturgeschichte sin parang¨®n, o por lo menos sorprendente. El sefardismo es un constante testigo de la identidad espa?ola, un puente vital entre el pasado y el presente de esa misma identidad.
Evidentemente, no debe olvidarse que la identidad espa?ola se inspir¨® tambi¨¦n en importantes fuentes ¨¢rabes. El 92 es, claro est¨¢, una alusi¨®n a esa gran inspiraci¨®n. De hecho, no es f¨¢cil trazar una clara l¨ªnea de demarcaci¨®n entre la cultura jud¨ªa y la cultura ¨¢rabe en la Espa?a medieval. La simbiosis era inmensa; sin ir m¨¢s lejos, la literatura jud¨ªa medieval est¨¢ marcada profundamente por influencias ling¨¹¨ªsticas, estil¨ªsticas y tem¨¢ticas de la gran literatura ¨¢rabe. La convivencia y la influencia mutua entre las tres civilizaciones hist¨®ricas de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica tuvo un desenlace tr¨¢gico. El 92 nos ofrece un buen pretexto para destacar el mensaje de aquella fecunda convivencia con la esperanza de que jud¨ªos y ¨¢rabes, hoy tr¨¢gicamente enfrentados en un conflicto fratricida, aspiren conjuntamente a profundizar en un mensaje de paz y de compromiso hist¨®rico.
La profundizaci¨®n en la dimensi¨®n jud¨ªa del V Centenario merece ser pues una pieza fundamental de toda estrategia de Estado con vistas a 1992. A?os antes de que un Gobierno espa?ol haya definido tal estrategia de reconciliaci¨®n hist¨®rica y alianza cultural, expon¨ªa Salvador de Madariaga su visi¨®n de las cosas en los siguientes t¨¦rminos: "La tensi¨®n hispano-jud¨ªa surgi¨® de circunstancias que hicieron imposible a espa?oles y jud¨ªos por igual el ofrecer soluciones razonables. El conflicto y la colaboraci¨®n, en un ritmo hist¨®rico lento, produjeron un intercambio de presentes, virtudes y defectos, que convirtieron a Espa?a en uno de los pa¨ªses m¨¢s jud¨ªos del mundo, y a los jud¨ªos espa?oles en portadores universales de las costumbres espa?olas. Si se contempla el pasado con distanciamiento hist¨®rico, no hay nada que impida la colaboraci¨®n de Espa?a y sus jud¨ªos en la organizaci¨®n del mundo hispano-parlante dentro del nuevo orden de los asuntos mundiales, guiados por la raz¨®n, de tal modo que, en contra de las palabras de Spinoza, este mundo hispano persevere en su propio ser".
Este gran profesor gallego de Oxford albergaba ilusiones casi globales en relaci¨®n con la posible colaboraci¨®n de "Espa?a y sus jud¨ªos". En los ¨¢mbitos m¨¢s limitados de este art¨ªculo, me pronuncio por una colaboraci¨®n con fines modestos: acercar nuestras respectivas sociedades a los tesoros de nuestro pasado com¨²n, superando los fantasmas del fanatismo y la persecuci¨®n.
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