Sabor a ¨¦l
Lucho Gatica, uno de los m¨¢ximos exponentes del bolero, reaparece en Madrid
Treinta a?os despu¨¦s de su primera actuaci¨®n en Madrid, el cantante chileno Lucho Gatica vuelve a actuar en el mismo escenario de su deb¨²: la sala de fiestas Florida Park. A 7.000 pesetas la entrada y durante tres d¨ªas -hoy se despide-, el rey del bolero interpreta canciones que se han convertido en la memoria de una ¨¦poca. B¨¦same mucho, Solamente una vez, Sabor a m¨ª, Contigo en la distancia y El reloj han vuelto a sonar en su voz original. Adem¨¢s de reencontrarse con su p¨²blico, Gatica aprovecha su estancia en Madrid para trabajar en. su pr¨®ximo disco.
Despu¨¦s de haber sido durante a?os fiel secretario de Julio Iglesias, y aparentemente repuesto del telele que ello le produjo, el ex jugador de baloncesto Toncho Navas ha emprendido una tarea encomiable: organizar la reaparici¨®n en Espa?a de Lucho Gatica, tras 10 a?os de ausencia, en la misma sala -Florida Park- en la que debut¨® en 1959.Todo parec¨ªa en contra, la noche del acontecimiento. Desde el caos en el que se desarroll¨® la distribuci¨®n de los invitados en las mesas -salvado en ¨²ltima instancia por la pericia de los camareros- hasta la nota distanciadora que impon¨ªan unas azafatas vestidas de ni?as de la jet listas para acudir a un concurso de sevillanas, pasando por un p¨²blico que parec¨ªa haber llegado en un charter para interpretar la noche de los boleros vivientes. Y una orquesta a cuyo metal le faltaba mucho Netol para pulir estridencias.
Desde las nueve de la noche empezaron a llegar famosos luciendo galas de envergadura, pero la cena empez¨® a servirse mucho m¨¢s tarde, y las damas aprovecharon el tiempo yendo al ba?o para vaciar las bolsas de cosm¨¦ticos con que hab¨ªan sido obsequiadas y reponer sus medias, perjudicadas por los primeros achuchones.
Mientras unos trataban de sentarse y otros de mantenerse dignamente en pie en espera de acomodo -Luis del Olmo aguant¨® 20 minutos sin gru?ir-, cada ocupante del peque?o Olimpo recib¨ªa su dosis de atenci¨®n fotogr¨¢fica, y el resto de la concurrencia desgranaba chismorreo.
Resulta que Simoneta G¨®mez Acebo llevaba el vestido que ya luci¨® en la presentaci¨®n de joyas de Cartier; que Maribel Verd¨², que ahora sale con Emilio S¨¢nchez Vicario, lleg¨® discretamente acompa?ada. por Juanjo Rocafort; que Julio Savala, imitador de Julio Iglesias, tuvo que vencer su timidez para acercarse a saludar al padre del original; que Mirta Miller va a abandonar pronto su papel de viuda ap¨®crifa del duque de C¨¢diz para convertirse en la esposa aut¨¦ntica de Manolo D¨¦gano; que por ah¨ª anda Carlos Ochoa, cuyo hermano, V¨ªctor, escultor del mausoleo de Paquirri, es el nuevo amor de Ana Garc¨ªa Obreg¨®n, que no vino al Florida, aunque s¨ª lo hizo su madre, ah¨ª est¨¢, compitiendo en escote con la hija. Y, un poco m¨¢s all¨¢, Cuqui Fierro, Alberto Schommer, los Pe?afiel, los Vilallonga.
Como ver¨¢n, el ambiente no resultaba idealmente acogedor para esa ceremonia de comunicaci¨®n en la que el cantante de boleros debe oficiar de t¨² a t¨².
Momentos vividos
Sin embargo, cuando Lucho Gatica sali¨® al filo de la una y lanz¨® un Contigo aprend¨ª firme y seguro, la magia horad¨® un t¨²nel en el hielo y avanz¨® firme hasta el B¨¦same mucho que coron¨® el recital -bises aparte- dos horas largas m¨¢s tarde. Lucho Gatica: todav¨ªa con ese aspecto de chileno modesto y mestizo que siempre le puso en contra a la pituquer¨ªa de su pa¨ªs, todav¨ªa con mucho quedar, cantando con firmeza, humor y amor y muchas tablas esos boleros que resumen en sus letras el momento que todos, alguna vez, vivimos, y que despu¨¦s de escucharle no nos importar¨ªa repetir.Y all¨ª ya no estaban s¨®lo un doctor Iglesias, preso de un repentino ataque de modestia que le hizo cubrirse la cara ante los fot¨®grafos, ni un Espartaco Santoni sudoroso que no se quit¨® la chaqueta de vis¨®n para compensar la falta de pelo, ni duquesas del Rastrillo, ni cachorros oliendo a cotizaciones de Bolsa. Desde que Lucho empez¨® a cantar, de Chencho Arias a Rodrigo Rato, de Maribel Verd¨² a Mar¨ªa Vidaurreta, todos fueron novios, se subieron en la barca y contemplaron las manecillas del reloj. Milagros de la cultura de masas.
En sendas mesas, Lorenzo Gonz¨¢lez y Sara Montiel -a quien Gatica llam¨® reina aunque iba engualdrapada de sultana- aplaud¨ªan con reconocimiento profesional al que demostr¨® que no s¨®lo que donde hubo siempre queda, sino que, con el tiempo, la sabidur¨ªa sustituye sin defecto a la potencia: lo cual resulta muy, indicado para bolerear, un arte en el que tampoco conviene llegar r¨¢pidamente al orgasmo.
Solamente una vez, Sabor a m¨ª, Contigo en la distancia, La puerta se cerr¨®: medidos escalones que condujeron al punto de la primera ovaci¨®n cerrada, en cuanto sonaron los primeros compases de El reloj, en cuya interpretaci¨®n Gatica perfeccion¨® la ambivalencia, que es su principal caracter¨ªstica de ahora.
Pues no canta, ni lo intenta, como antes, sino como si revisitara cada tema desde la perspectiva que la iron¨ªa y los a?os proporcionan.
A la salida, cada cual volvi¨® a ser lo que era y a todos los engull¨® la noche. Lucho Gatica se qued¨® esperando a un p¨²blico distinto, an¨®nimo. El tipo de gente que siempre ha dado al bolero sus eternos protagonistas.
Babelia
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