El ave canta aunque la rama cruja
El autor del texto reflexiona sobre el largo recorrido del sandinismo desde la etapa de su fundador hist¨®rico hasta la reciente derrota electoral, para sacar la conclusi¨®n de que la revoluci¨®n protagonizada por el movimiento, aun despojada de cualquier adjetivo, vive por m¨¦rito de sus conquistas sociales.
El 8 de noviembre de 1976 yo estaba trabajando en una nueva canci¨®n de aire jubiloso y picaresco. Esa misma ma?ana apareci¨® en la primera plana de Novedades, el diario de Somoza, la noticia sobre la muerte de Carlos Fonseca, fundador del Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional. Hice a un lado la tonada y con un dolor jam¨¢s sentido llor¨¦ de impotencia. M¨¢s tarde -al ver la infinita serenidad en el rostro del h¨¦roe- retom¨¦ la canci¨®n y pens¨¦ que el mejor tributo a la memoria de nuestro conductor guerrillero ser¨ªa continuar cantando con m¨¢s alegr¨ªa y vitalidad que nunca.A lo largo y ancho de la historia, los revolucionarios nicarag¨¹enses hemos sufrido grandes reveses. ?Qu¨¦ sintieron nuestros padres aquella tr¨¢gica noche del 21 de febrero de 1934, cuando el general Sandino fue asesinado? ?Qu¨¦ ocurri¨® en el coraz¨®n de nosotros los j¨®venes cuando tuvimos conciencia de la sangre derramada en El Dorado, El Chaparral, Bocay, R¨ªo Coco y un largo etc¨¦tera de amor y sacrificio? ?C¨®mo describir el golpe de aquella tarde, cuando vimos en las pantallas de la televisi¨®n a Julio Buitrago, jefe de la resistencia urbana, enfrent¨¢ndose -como Le¨®nidas en las Term¨®pilas- a m¨¢s de trescientos guardias? ?Y la ca¨ªda del poeta Leonel Rugama a los 20 a?os cantando el himno nacional? ?Ser¨¢ f¨¢cil olvidar el rostro de Somoza anunciando con alborozo la destrucci¨®n del FSLN al morir asesinados Ricardo Morales y ?scar Turcios? En estos 30 a?os de lucha persistente, cay¨® sin rendirse lo m¨¢s granado de la juventud sandinista. Toda una generaci¨®n de muchachos de la talla de Casimiro Sotelo, Eduardo Contreras, Arlen Siu. J¨®venes de extracci¨®n burguesa como Carlos Ag¨¹ero, Claudia Chamoro y Edgar Lang, que abandonaron la comodidad y sus privilegios de clase para ser cristianos revolucionarios hasta el ¨²ltimo h¨¢lito de vida.
"Recoged mi fusil..."
"Si caigo en el combate", dijo Gaspar Garc¨ªa Laviana, el cura asturiano, "no llor¨¦is, recoged mi fusil y adelante".
No era una simple met¨¢fora cuando, desde la c¨¢mara de tortura, Tom¨¢s Borge exclam¨®: "Hoy el amanecer es apenas una tentaci¨®n". Era la d¨¦cada de los setenta. Sab¨ªamos cu¨¢n larga era la noche, pero ten¨ªamos la certeza de que el "alba de oro" a la que se refer¨ªa Ruben Dar¨ªo no era un sue?o imposible. Y llegamos al 19 de julio de 1979.
En la madrugada del 26 de febrero de este a?o 1990, un nuevo sismo hist¨®rico nos sacudi¨®. El rev¨¦s electoral fue un impacto profundo en toda Nicaragua. Con el mismo ¨¦nfasis quiero confesar que al mirar a nuestro presidente, erguido ante los ojos del mundo, vi de nuevo la gallard¨ªa de Sand¨ªno. Sin un ¨¢pice de soberbia y mesianismo, pero con el orgullo de ser sujeto de la historia de mi pais, puedo afirmar que los sandinistas ya hemos asumido un nuevo desaf¨ªo. Y enfrentamos el futuro con el entusiasmo con que nacimos hace tres d¨¦cadas. Sin embargo, hay una diferencia insoslayable: entonces ¨¦ramos una docena de j¨®venes diezmados por el hambre, la tortura y la c¨¢rcel. Hoy somos m¨¢s de medio mill¨®n de sandinistas.
Estoy seguro de que muchos desconocen los postulados letales del tristemente c¨¦lebre Grupo de Santa Fe. Encabezados por Ronald Reagan, estos se?ores dise?aron y programaron nuestro exterminio desde el momento mismo en que Somoza abandonaba el bunker. Los "heraldos de la niuerte", como les llamar¨ªa C¨¦sar Vallejo, condenaron a muerte nuestra revoluci¨®n antes del parto. Conscientes de esa realidad, nosotros aceptamos el reto hist¨®rico. Lejos de sentirnos solos, hemos contado desde siempre con la abnegaci¨®n y audacia de los hermanos militantes de la solidaridad internacional. Algunos de ellos descansan al lado de nuestros m¨¢rtires.
D¨¦cada de cambios
Diez a?os de aut¨¦ntica revoluci¨®n no se pueden borrar de un plumazo. Ahora m¨¢s que nunca, la sentencia del poeta Jos¨¦ Coronel Urtecho adquiere singular vigencia: no volver¨¢ el pasado. En paz y democracia, los parlamentarios sandinistas se aprestan a defender con lucidez y firmeza cada ley rubricada con sangre.
Una llamarada perpetua arde en la tumba de Carlos Fonseca. El ni?o pregunta a su padre:
- Pap¨¢, si la lluvia cae, si sopla tanto el viento, ?por qu¨¦ el fuego nunca se apaga?
"Mira, hijo, Carlos est¨¢ all¨ª sepultado. Todo su cuerpo est¨¢ muerto, pero su coraz¨®n es una tinajita de barro con varios agujeros. En esa tinaja arden los huesos de los h¨¦roes. Esa energ¨ªa sube sin cesar y mantiene la llama encendida".
Lo que puede parecer solo una alegor¨ªa es totalmente real: hemos soportado terremotos, huracanes, sequ¨ªas, bloqueo econ¨®mico, minado de puertos, intervenciones y hostigamiento permanente. Y aqu¨ª estamos de pie.
Esta nueva etapa que hoy vive Nicaragua no es "el funeral del proyecto sandinista", como alg¨²n corresponsal afirm¨®. Pueden quitarle a la palabra revoluci¨®n todos los adjetivos. D¨¦jenla desnuda. S¨®lo su corpus vivo de conquistas y derechos es suficiente para echar por la borda los argumentos de sus detractores.
Somos medio mill¨®n de hombres y mujeres, curtidos en la siembra y el combate. El sacrificio y la moral son elementos sustantivos de nuestra raz¨®n de ser. Por tanto, el rev¨¦s electoral, lejos de minar nuestro coraje, acrecienta la cohesi¨®n y reafirma esta impostergable sed de futuro. Ya lo dijo el poeta: "El ave canta aunque la rama cruja / como que sabe lo que son sus alas".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.