Espa?a est¨¢ drogada
Todos hemos o¨ªdo hablar de lo mala que es la droga. Pero a menudo esa maldad la reducimos a la maldad de los efectos que produce en sus consumidores. Pero no, no es ¨¦se ni el ¨²nico ni el mayor mal de la droga.El s¨¢bado pasado fui a un barrio gitano del sur de Madrid, punto conocido de distribuci¨®n de droga, a recoger a unos amigos que dedican la tarde del s¨¢bado a ense?ar lo elemental a los chavalines que hay por todas partes para que puedan encontrar alg¨²n sentido en su vida (leer, escribir, rezar un poco ... ). Mientras les esperaba vi en la calle principal una pareja con un ni?o de unos cinco a?os esperando el autob¨²s. La mujer tiene la cara p¨¢lida y las manos agarrotadas con un pitillo, y se apoya, para no caerse, en su compa?ero. ?ste, mientras tanto, esnifa la coca¨ªna que se ha sacado por la cremallera del pantal¨®n delante de todo el mundo. Al poco tiempo ella no aguanta m¨¢s: cae al suelo, y el hombre, sujet¨¢ndola, la sienta en una piedra. Tambi¨¦n en la parada hay un grupo de ocho j¨®venes, que tambi¨¦n han venido a por droga, que permanecen impasibles ante esta escena. Y de pronto viene el autob¨²s 143; el hombre intenta levantar a su mujer, o a la mujer, que segu¨ªa paralizada en el suelo. El ni?o intenta echar una mano y as¨ª pueden levantarla. El autob¨²s segu¨ªa esper¨¢ndoles y a los dos minutos consiguieron subir a ese pobre desecho humano.
Esta escena cotidiana (cada dos d¨ªas est¨¢ muriendo alguien por la droga en Madrid) es una clara muestra de que Espa?a est¨¢ drogada. Digo drogada porque los s¨ªntomas personales del drogadicto son s¨ªntomas nacionales.
En cinco minutos pasaron por delante, y pasaron de hacer algo, un coche de la Polic¨ªa Municipal, otro del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa, los camellos que estaban en la parada, el conductor del autob¨²s, sus pasajeros y yo mismo, que me qued¨¦ paralizado ante tan espeluznante escena.
?Que cada uno haga lo que quiera! ?All¨¢ ¨¦l! ??se es su problemal ?sta es la mentalidad, no de uno, sino del 99% de los espa?oles, que estamos drogados. Nunca se ha hablado tanto de solidaridad y nunca hemos sido tan ego¨ªstas, nunca se ha hablado tanto de libertad y nunca hemos estado m¨¢s esclavizados por lo que el cuerpo nos pide.
Y de esto somos culpables todos: desde el presidente del Gobierno, con una mayor responsabilidad, hasta la persona m¨¢s analfabeta, ya que esta situaci¨®n es tan aberrante y contraria al sentido com¨²n que cualquiera se puede dar cuenta (si quiere), pasando por todo tipo de personas que hacemos este pa¨ªs: publicistas ("dale al cuerpo lo que te pida"), m¨¦dicos ("lo importante es que el paciente no sufra; no curarle, sino que no sufra"), pol¨ªticos ("lo que importa es que los ciudadanos est¨¦n a gusto", "la calidad de vida..." animal, claro).
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?ste no es un problema estructural o coyuntural, sino un problema personal. Tengamos presente que la historia no s¨®lo la hacen los reyes y los grandes personajes, sino que la hacemos todos. Y como la historia es de todos, la responsabilidad tambi¨¦n- Pablo P¨¦rez-Tom¨¦ Rom¨¢n. .
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