Jueces
Un alto representante del poder judicial ha asegurado estar avergonzado por algunas sentencias sobre delitos sexuales y ha esgrimido el argumento de que hay jueces sin experiencia, poco maduros, poco formados. Por separado, estas dos afirmaciones pueden ser suscritas por cualquier observador de la galaxia judicial, pero si tratamos de unir las m¨¢s pintorescas sentencias del lugar y la biolog¨ªa e historia de los jueces que las han emitido, las afirmaciones del se?or Peris son radicalmente contradictorias.?El juez que ha absuelto a dos violadores de una deficiente mental es un jovenzuelo pardillo con pocas horas de toga y mazo? No. ?El juez que mide la ¨¦tica del magreador seg¨²n la longitud de las faldas de la magreada es un adolescente coleccionista de desplegables de Playboy? No. ?El juez que ha exculpado al violador de una muchacha porque ella no grit¨® como exig¨ªa el gui¨®n de la pel¨ªcula es un chiquilicuatro con acn¨¦? Ni mucho menos. ?Los se?ores jueces del Tribunal Constitucional que han condenado a galeras a Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa por llamar pedrusquito y calvo a un se?or que se apellida Roca y evidentemente es calvo son teenagers reci¨¦n salidos de una discoteca? Ni hablar.
Ante los hechos concretos, las asociaciones bioprofesionales del se?or Peris no resisten ni el beneficio de la duda, si acaso el beneficio del lapsus linguae, que en este caso sublimar¨ªa un cierto resentimiento por la juventud perdida y una evidente instalaci¨®n en la sospecha de que la raza, incluso la judicial, degenera. Ante el imperio de la subjetividad que rige la aplicaci¨®n de las leyes en Espa?a, o el ciudadano se echa a temblar o reclama una legislaci¨®n casu¨ªstica, algo as¨ª como un manual de sentencias sensatas aplicadas a todos los casos posibles que dejen a los se?ores jueces la exclusiva atribuci¨®n de poner un uno, una equis o un dos. Y no lo digo con ¨¢nimo de desacato, sino de desatasco.
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