Nada, que se pareciera al toreo
Toril / Dom¨ªnguez, Ortega, Camino
Dos toros de El Toril, con trap¨ªo, inv¨¢lidos; 1?, bravo y noble y 3?, inv¨¢lido, ambos discretamente presentados, de Ferm¨ªn Boh¨®rquez; 5?, sobrero de Miguel Higuero, con trap¨ªo, manejable, en sustituci¨®n de un Boh¨®rquez inv¨¢lido, y 6?, sobrero de Rom¨¢n Sorando, con cuajo y bronco, en sustituci¨®n de uno de El Toril impresentable e inv¨¢lido. Roberto Dom¨ªnguez: estocada corta y rueda de peones (palmas); pinchazo, otro hondo y dos descabellos (gran ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando sale al tercio). Ortega Cano: estocada atravesada que asoma y descabello (silencio); estocada corta atravesada y dos descabellos (algunos pitos). Rafi Camino: estocada ca¨ªda (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Un toro despuntado de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, para rejoneo. Ferm¨ªn Boh¨®rquez Domecq: rej¨®n baj¨ªsimo (divisi¨®n y saluda). El Rey presenci¨® la corrida desde una barrera, acompa?ado por su hermana la duquesa de Badajoz y por el vicepresidente de la Asociaci¨®n de la Prensa, Jes¨²s de la Serna. Tambi¨¦n la presenci¨®, desde el palco de honor, la condesa de Barcelona, madre de don Juan Carlos. Plaza de Las Ventas, 27 de junio. Corrida de la Prensa. Dos tercios de entrada.
Si el toreo hubiera sido desde sus or¨ªgenes como lo presentaron ayer, la fiesta de toros ni existir¨ªa. Nadie hay tan tonto que se aficione a ver toros inv¨¢lidos y toreros cursis. En cambio, al rev¨¦s -toros cursis y toreros inv¨¢lidos-, a lo mejor ten¨ªa su emoci¨®n. Toros poniendo posturas farrucas, amagando gallardos derrotes, pegando afectadas embestidas mientras los toreros se ca¨ªan de cabeza o de culo, ser¨ªa un espect¨¢culo cruel, pero al menos no aburrir¨ªa a nadie.Lo malo del feo asunto en que los taurinos han convertido las corridas es que provocan en el p¨²blico un aburrimiento mortal de necesidad. Ver salir seis toros, todos inv¨¢lidos, todos aborregados, y luego los toreros poniendo posturas, es una manera de entretenerse que no tiene sentido alguno. Y encima hacen pagar por ello.
Cuando, adem¨¢s de poner posturas, los toreros dan pases, el espect¨¢culo no gana nada. Para los aficionados que han visto torear a los toreros verdaderos, incluso es peor, porque la comparaci¨®n resulta inevitable, lo que se compara es arte con horterada, y acaba mortific¨¢ndoles. El p¨²blico en general no lo encuentra tan grave: le faltan t¨¦rminos de comparaci¨®n. S¨®lo sabe que se aburre y, naturalmente, no vuelve. Los aficionados, en cambio, s¨ª vuelven, pues no han perdido la esperanza de que alguna vez haya toros ¨ªntegros y toreros aut¨¦nticos. Ahora bien, esa posibilidad empieza a ser remota, y despu¨¦s de lo sucedido ayer, m¨¢s.
Roberto Dom¨ªnguez tuvo un toro noble, al que embarc¨® con el pico y otro inv¨¢lido al que hizo larga faena hasta que, a los pases mil, le porfi¨® cerquita de los pitones y cuaj¨® unos derechazos largos. Despu¨¦s de pinchar, vino el n¨²mero del descabello. En toda la historia de la tauromaquia se ha sabido que la estocada es la suerte suprema, y si no abate al toro queda el recurso del descabello, que es habilidad propia de matarifes. Roberto Dom¨ªnguez ha vuelto del rev¨¦s el invento y el descabello es su suerte suprema. Da igual que haya pinchado y d¨®nde. Sin el menor rubor, se pone flamenco frente al toro moribundo, le hace conjuros y culmina la ceremonia con el golpe de descabello. Suele necesitar uno, porque tiene tino, o quiz¨¢ dos, seg¨²n ocurri¨® ayer. Es decir, igual que todo el mundo, pero es su invento, al que saca buena rentabilidad. Menuda ovaci¨®n le dedicaron por eso.
Ortega Cano tambi¨¦n necesit¨® dos golpes de descabello para despenar al quinto toro y en cambio no le aplaudieron nada, lo que es injusto. Ese toro embisti¨® noble por el pit¨®n izquierdo y Ortega Cano le tore¨® sin. acabar de confiarse. En el segundo, que punteaba, a¨²n se confi¨® menos, lo cual no deja de tener l¨®gica. Rafi Camino porfi¨® a un inv¨¢lido aplomado, y machete¨® a un sobrero bronco. Ferm¨ªn Boh¨®rquez rejone¨® con escaso brillo un toro tan bondadoso que parec¨ªa corderito. Salieron toros de cuatro hierros, s¨®lo dos de la ganader¨ªa anunciada; quisieron colar en sexto lugar la ratita y el p¨²blico no lo consinti¨®; nadie tore¨® con arte, se duda de que alguien llegara a torear, siquiera, y aquello fue un paliz¨®n. Un paliz¨®n de dos horas y media que dej¨® al p¨²blico y a la mism¨ªsima fiesta para el arrastre.
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