Abus¨®n uniformado
Durante a?os tuvo Albania en Europa tan merecida fama de Estado aislacionista como Yugoslavia de aperturista. Pero el d¨ªa 27 de junio, a las siete de la tarde, un aduanero y un polic¨ªa yugoslavo calzaron perfectamente en ese estereotipo que en Europa tenemos del uniformado abus¨®n.Al entrar en Yugoslavia por carretera, procedente de Albania, me hicieron saber que est¨¢ prohibido introducir libros o mater¨ªal impreso alban¨¦s y me precintaron en un sobre un libro de cuentos, en franc¨¦s, y otro de datos sobre La estructura de la familia albanesa, en espa?ol. Yo sab¨ªa que en este mundo se ha precintado de todo, hasta el sexo en la Edad Media. Lo que ignoraba es que hasta los libros fueran precintables.
Se me inscribi¨® en el pasaporte la obligaci¨®n de sacar del pa¨ªs los dos vol¨²menes sin hacer trampa y abrir el sobre precintado para leerlos. Uno de sus autores es Ismail Kadare, del que se han traducido en Espa?a tres excelentes libros.
De nada sirvi¨® mi alegato acerca de la "dimensi¨®n humana de la distensi¨®n", ni sobre la "libre circulaci¨®n de personas e ideas". Tampoco aceptaron quemar los libros, como les propuse. Ello me habr¨ªa librado de penetrar en Grecia este mes portando un paquete de "prosa infecta". Pero es mejor que no aceptaran la quema, porque ¨¦sta habr¨ªa recordado demasiado aquellos incendios que empezaron en los a?os treinta con libros en llamas y se apagaron en los cuarenta con r¨ªos de sangre.
Lo inaudito es que yo anduve circulando por Albania cinco d¨ªas con un bolso de viaje en el que hab¨ªa un art¨ªculo del semanario yugoslavo Nezavisne con cosas muy feas acerca de la viuda de Enver Hoxha, sin que nadie me lo precintara. ?Qu¨¦ se va a hacer! Un periodista tiene que leer de todo. Mi aduanero y mi polic¨ªa no eran de esa opini¨®n y me mostraron un legajo de documentos marcados con el "estrictamente secreto", que supuestamente prohib¨ªan versos y noticias albanesas.
Prefiero creer que me timaron y que la ley del precinto de libros no existe en Yugoslavia sino que se la inventaron aquel aduanero y aquel polic¨ªa que, quiz¨¢ por malas notas, fueron destinados a la frontera albanesa, all¨ª donde todo es piedra y ranas del lago de Escutari. Pero, si no me timaron, entiendo la quijotesca batalla del liberador primer ministro Ante Markovic contra unas leyes que dificultan el deseable acercamiento de Yugoslavia a Europa.- Juan Fern¨¢ndez Elorriaga.
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