Horas bajas espaciales
CUANDO, EN 1986, el transbordador Challenger hizo explosi¨®n con siete tripulantes a bordo, parec¨ªa que los problemas de la administraci¨®n espacial estadounidense hab¨ªan tocado fondo. Ahora, con la acumulaci¨®n de dificultades en la flota de transbordadores y en el telescopio espacial Hubble (casi inutilizado por un espejo defectuoso), el prestigio de la NASA ha vuelto a sus cotas m¨¢s bajas.El presidente Bush se ha visto en el dilema de tener que hacer alg¨²n gesto en¨¦rgico, sin desautorizar por ello al actual administrador de la NASA, Richard Truly, nombrado por ¨¦l para poner orden en este organismo tras el desastre del Challenger. La decisi¨®n de nombrar una comisi¨®n externa que examine las l¨ªneas maestras de la pol¨ªtica espacial norteamericana del futuro pr¨®ximo puede considerarse una decisi¨®n descafeinada porque no entra, te¨®ricamente, a fiscalizar directamente su gesti¨®n.
Mientras tanto, el Congreso norteamericano amenaza con tomar medidas dr¨¢sticas: entre otras, cortar toda financiaci¨®n para el proyecto de estaci¨®n espacial permanente a finales de a?o si la NASA no demuestra su capacidad para llevarlo a cabo. Las dudas afectan tambi¨¦n al otro gran programa cient¨ªfico en proyecto de la NASA, la observaci¨®n de la Tierra desde grandes sat¨¦lites. La cuesti¨®n es qu¨¦ hacer a partir de ahora, y, ciertamente, el panorama no induce al optimismo. Los grandes proyectos espaciales pasan por horas bajas tanto en Estados Unidos como en la URSS. La NASA se encuentra sujeta a contintias restricciones presupuestarias, y su estructura anquilosada parece incapaz de recortar gastos sin afectar a la seguridad o al calendario de los programas. El anuncio de Bush de que se iniciar¨ªa un gran esfuerzo para construir primero una base lunar y despu¨¦s enviar hombres a Marte parece destinado a pasar por ahora al abundante archivo de planes grandiosos que no se realizan, igual que el programa favorito de Reagan, la guerra de las galaxias.
M¨¢s grave para Europa es el tema de la estaci¨®n espacial permanente, prevista para 1992 en un principio y ya retrasada al menos hasta 1997. De la estaci¨®n dependen programas importantes de la Administraci¨®n Europea del Espacio (ESA), donde empieza a cundir el des¨¢nimo. El transbordador Hermes no tendr¨¢ d¨®nde ir si no se montan los m¨®dulos europeos en la estaci¨®n permanente. Socios tan importantes como la Rep¨²blica Federal de Alemania se plantean retrasar algunos programas en favor de su e
sfuerzo econ¨®mico de uni¨®n con el Este. En este contexto, es preciso recordar que Espa?a ha optado por participar con fuerza en la ESA, a la que este a?o aporta unos 10.000 millones de pesetas, que ser¨¢n 15.000 millones el a?o pr¨®ximo. El retraso en algunos programas afectar¨ªa gravemente a la todav¨ªa d¨¦bil industria aeroespacial espa?ola. La falta de entusiasmo con que se han convocado las primeras plazas de astronautas europeos es tambi¨¦n indicativa de esta atm¨®sfera de frustraci¨®n. Sin un gran esfuerzo por parte de todos, los sue?os espaciales llevan camino de seguir si¨¦ndolo.
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