El auge del federalismo
EL PARLAMENTO de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) ha votado una resoluci¨®n por la que la RDA se ha transformado en un Estado federal, adoptando as¨ª la estructura vigente en la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA). Tal medida era un paso previo imprescindible para que la unificaci¨®n pudiera llevarse a cabo seg¨²n el art¨ªculo 23 de la Ley Fundamental de la Rep¨²blica Federal de Alemania, la llamada v¨ªa r¨¢pida, propiciada por el canciller Kohl tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Un paso esencial al que le acaban de surgir ciertas complicaciones: liberales y socialdem¨®cratas de la RDA, hasta ahora en el Gobierno de De Maiziere, discrepan rotundamente de la propuesta democristiana de celebrar las elecciones del 2 de diciembre antes que la unidad para favorecerse con la ley electoral en vigor.Conviene destacar, por encima del aspecto coyuntural, la importancia de que la Alemania unida -que tanto va a pesar en los destinos europeos- sea un Estado federal. Es un hecho significativo porque confirma el progreso -que se registra tambi¨¦n en otras partes de Europa- de las soluciones federales en la estructuraci¨®n de los Estados contempor¨¢neos, incluso de los m¨¢s asentados. La propia Constituci¨®n espa?ola con su sistema de autonom¨ªas se inscribe -aunque t¨ªmidamente e impregnada de rasgos espec¨ªficos producto de la transici¨®n- en esta corriente federalista. Es tambi¨¦n un signo positivo con vistas al futuro, sobre todo en una etapa en que se manifiesta claramente la necesidad de elaborar f¨®rmulas susceptibles de encauzar los proyectos de una Europa pol¨ªtica. En esa perspectiva, la influencia federalista puede ser muy valiosa en la construcci¨®n europea.
Pero estos s¨ªntomas de auge del federalismo resultan adem¨¢s esperanzadores por otro motivo de hondo calado hist¨®rico. Los Estados centralistas a ultranza, incluso los que si¨¦ndolo han enmascarado este car¨¢cter bajo apariencias de corte federal -como ha sucedido, por ejemplo, en la Uni¨®n Sovi¨¦tica-, han actuado como ollas de alta presi¨®n para la pac¨ªfica convivencia de las distintas minor¨ªas nacionales y de las distintas comunidades o regiones con acusados rasgos de personalidad propia. ?sa es una de las causas esenciales de la multiplicaci¨®n de los nacionalismos en la Europa del Este, y el principal motivo de que en su actual presentaci¨®n constituyan serios peligros para la estabilidad continental.
No es realista pensar que los idearios con vocaci¨®n internacionalista puedan por s¨ª solos reorientar los problemas emergentes. Por un lado, algunos de dichos idearios -los inspirados directamente en el marxismo- dif¨ªcilmente est¨¢n en condiciones de concitar adhesiones ideol¨®gicas ni complicidades estrat¨¦gicas. Por otra parte, versiones m¨¢s reducidas de la idea global, como el europe¨ªsmo, para desarrollarse han de recurrir a f¨®rmulas pr¨¢cticas de tipo federal o confederal. Y el enfoque contrario, la vuelta hacia las esencias m¨¢s jacobinas, a fuer de arqueol¨®gico no resulta ya pr¨¢ctico, pues si bien una determinada revuelta puede contenerse con el recurso a la fuerza o a la disciplina, estarnos en presencia de movimientos y estados sentimentales con ra¨ªces m¨¢s hondas que lo que aparentemente pueda evidenciarse en cada conflicto.
De modo que todo indica que las soluciones de corte federal ir¨¢n imponi¨¦ndose como la fuerza de la gravedad, es decir, de forma natural. Su contribuci¨®n al reequilibrio territorial, a la distribuci¨®n y difusi¨®n del poder, y su aportaci¨®n al acercamiento de las administraciones a la sociedad son las principales bazas de este tipo de soluciones, que han surtido efectos muy positivos precisamente en pa¨ªses -como la RFA- que llevan invertidos en este tipo de desarrollo largos a?os y esfuerzos sostenidos.
El caso de la RDA es ilustrativo del car¨¢cter equ¨ªvoco de algunas de las razones esgrimidas por los distintos autoritarismos para criticar la descentralizaci¨®n y la autonom¨ªa pol¨ªtica. El camino del federal¨ªsmo conoce distintas rutas; no se utiliza solamente, como sostiene el argumento centralista, cuando hay que aunar entidades disgregadas. La federalizaci¨®n de la RDA tiene dos etapas: la preservaci¨®n de los elementos constitutivos de Alemania Oriental y la aportaci¨®n de ¨¦stos a la formaci¨®n de una unidad superior, la Alemania a secas. Al cabo, el camino hacia esa unidad es la federalizaci¨®n.
Visto desde Espa?a, donde la tradici¨®n hist¨®rica federalista se fragu¨® como elemento fecundador de la tradici¨®n liberal y democr¨¢tica en el siglo pasado -plagado de aciagos ritornelos golpistas-, el proceso es todav¨ªa m¨¢s apasionante y requiere otra vez, como en el proceso constituyente, un redoblado esfuerzo intelectual de an¨¢lisis y prospectiva. Porque Europa ser¨¢ federal o no ser¨¢.
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