Cenar con Lope
La Fiesta del Barroco permite dar un vistazo de tres horas al pasado
Conversar un rato con Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Ruiz de Alarc¨®n o G¨®ngora est¨¢ al alcance de los madrile?os que acudan a la Fiesta del Barroco, que se celebrar¨¢ hasta el 2 de septiembre en la Muralla ?rabe. Al menos eso podr¨¢ imaginarse quien asista al espect¨¢culo dirigido por Alberto Guirau, se vista con un traje de la ¨¦poca y deguste un "exquisito lirio virginal de queso" -uno de los manjares favoritos del siglo XVII-, m¨¢s conocido ahora como bocadillo de queso manchego."Suspiros de puerco perfumado" y "rodajas de pasi¨®n a base de carne curada con ilusi¨®n fascinadora" son algunos de los platos que, al parecer, los hombres y mujeres del barroco m¨¢s apreciaban. El s¨¢bado, unas mil personas observaban o com¨ªan los citados alimentos, aunque no vieran m¨¢s que medias noches y bocadillos de jam¨®n.
El eje de la fiesta, organizada por el Ayuntamiento dentro de la programaci¨®n de los Veranos de la Villa, no es la comida, sino la obra de teatro La dama boba, de Lope de Vega, adaptada para esta ocasi¨®n por el dramaturgo Alberto Miralles. Emma Ozores y Mar¨ªa Jos¨¦ Cantudo -la actriz y vedette que se hizo popular con sus destapes en la primera ¨¦poca de la transici¨®n- dan vida a los personajes de Finca y Nise,respectivamente. Pero no son ¨¦stas las ¨²nicas caras conocidas, pues del reparto destaca la actriz Aurora Redondo, que act¨²a en una loa que antecede a la obra de Lope, y que se completa con una mojiganga de G¨®ngora, tambi¨¦n adaptada por Miralles. Para Alberto Guirau, la direcci¨®n de este espect¨¢culo no es algo nuevo. Hace a?os sol¨ªa hacerse en la plaza Mayor, hasta que las autoridades municipales decidieron liberar este recinto de algunas de sus servidumbres.
Bailes de ¨¦poca
El recinto ahora utilizado, que tiene capacidad para unas mil doscientas personas, ha sido dividido en dos espacios esc¨¦nicos: uno grande, a modo de corrala, en el que se puede cenar un men¨² barroco -a 700 o 1.200 pesetas- mientras se asiste a la representaci¨®n de la loa y de la obra de Lope, y otro m¨¢s recogido y peque?o, en el que se representa la mojiganga y se muestra c¨®mo eran los bailes de la ¨¦poca.
Y todo ello en medio de un ambiente en el que lo mismo se puede entablar conversaci¨®n con un alguacil que sentarse a tomar una cerveza con dos caballeros o un p¨ªcaro, o consolar a una moza enamorada que llora sus desdichas al ritmo de los sonetos de Quevedo. Eso si se desoyen previamente los consejos de un fraile que, a la puerta, advierte sin ¨¦xito de los pecados de la carne a padres con ni?os, turistas y grupos de j¨®venes que por 1.000 pesetas esperan dar durante tres horas un vistazo a un tiempo ya pasado.
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