Droga dura
Se aprende a ver telenovelas como se aprende a ver westerns o pel¨ªculas de terror. A medida que el espectador conoce mejor el g¨¦nero, pide y necesita emociones m¨¢s fuertes y situaciones m¨¢s elaboradas. En Latinoam¨¦rica se ven telenovelas ininterrumpidamente desde hace cerca de 30 a?os y se han convertido en vicios nacionales imposibles de erradicar.
La adicci¨®n a la telenovela es sobre todo el h¨¢bito del juicio moral ininterrumpido. Cada escena, cada personaje, cada palabra es sopesada por el guionista y lanzada con cuentagotas para obtener una reacci¨®n en el espectador. El p¨¦ndulo manique¨ªsta oscila a toda velocidad captando todo lo reprobable y lo admirable y separ¨¢ndolo en dos compartimentos que terminan llenos al cabo de la sesi¨®n. Y luego viene la parte invisible de la telenovela, aunque no por ello la menos emocionante: el comentario con las amigas. Una nueva valoraci¨®n de los hechos y algunos pron¨®sticos para los pr¨®ximos cap¨ªtulos. Es como para llenar de morbosidad cualquier vida vac¨ªa y mon¨®tona.
Aunque telenovelas como Los ricos tambi¨¦n lloran y la propia Cristal o D¨ªas de baile hayan pasado por las pantallas latinoamericanas hace a?os, e incluso decenios, no pierden actualidad como cl¨¢sicos del g¨¦nero. La droga del culebr¨®n est¨¢ empezando a pegar en Espa?a y -que sirva de advertencia- esto traer¨¢ una larga, largu¨ªsima cola.
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