Sin noticias de Gurb
D¨ªa 18 (continuaci¨®n)15.00 Regreso a casa. En la puerta del ascensor hay un letrero que dice: "No funciona". Se refiere sin duda al ascensor. Decido subir a pie.
15.02 Al pasar frente a la puerta del piso de mi vecina me detengo. En el interior suenan voces. Desmonto el timbre, me introduzco el cable el¨¦ctrico en las orejas y escucho. ?Es ella! Al parecer, su hijo se muestra remiso a ingerir un plato de verdura. Ella le insta a comer dici¨¦ndole que si no come no crecer¨¢ ni ser¨¢ fuerte como Superm¨¢n; por si estos argumentos no bastan, a?ade que si no se traga toda la coliflor en menos de cinco minutos le partir¨¢ los dientes con el taburete de la cocina. Me averg¨¹enzo de hollar de este modo la intimidad de su hogar, dejo los cables colgando de la caja y contin¨²o subiendo las escaleras.
15.15 Me como los 10 kilogramos de churros que he comprado. Me gustan tanto que, acabado el ¨²ltimo, me como tambi¨¦n el papel aceitado que los envolv¨ªa.
16.00 Tendido en la cama y con la vista clavada en el techo, del que cuelgan varias ara?as grandes como melones, pienso en mi vecina. Por m¨¢s que me devano los sesos (que no tengo), no doy con la forma id¨®nea de abordarla. Llamar a su puerta e invitarla a cenar no me parece prudente ni oportuno. Tal vez la invitaci¨®n deber¨ªa ir precedida de un obsequio. En ning¨²n caso debo enviarle dinero, pero, si a pesar de todo decidiera envi¨¢rselo, mejor en billetes de banco que en monedas. Las joyas presuponen una relaci¨®n m¨¢s formal. Un perfume es un regalo delicado, pero muy personal; se corre el riesgo de no acertar el gusto de la persona a la que se desea obsequiar. Laxantes, emulsivos, ap¨®sitos, vermicidas, antirreum¨¢ticos y dem¨¢s productos farmac¨¦uticos, excluidos. Es muy probable que le gusten las flores y los animales dom¨¦sticos. Podr¨ªa enviarle una rosa y dos docenas de dobermans.
17.20 Me asalta el temor de que mi vecina tome cualquier regalo procedente de m¨ª como un atrevimiento. Intento exterminar las ara?as con Cucal.
17.45 Necesito ropa. Salgo a la calle. Me compro unas bermudas. Me dar¨ªan un aspecto desenfadado si no salieran por debajo las perneras de los calzoncillos de felpa, pero la verdad es que no puedo prescindir de ellos, pues, aunque el clima es casi veraniego (y con tendencia a un ligero aumento de las temperaturas), mi metabolismo se adapta mal al cuerpo humano. Tengo siempre los pies helados, al igual que las pantorrillas y los muslos; las rodillas, en cambio, me bullen, y lo mismo me sucede con uno de los gl¨²teos (con el otro, no); y as¨ª sucesivamente. Lo peor es la cabeza, quiz¨¢ debido a la intensa actividad intelectual a que la someto de continuo. Su temperatura sobrepasa a veces los 150 grados cent¨ªgrados. Para paliar este calor, llevo siempre un sombrero de copa, cuyo interior voy rellenando con cubitos de hielo que compro en las gasolineras, pero el remedio, por desgracia, es pasajero. En seguida el hielo se lic¨²a, el agua hierve y la chistera sale despedida con tal potencia que las primeras que tuve a¨²n siguen en el aire (ahora ha mejorado el sistema sujetando el ala de la chistera al cuello de la camisa con una goma resistente). Tambi¨¦n me he comprado tres camisas de manga corta (azul cobalto, amarilla, granate), unos mocasines de ante para llevar sin calcetines y un traje de ba?o floreado con que me han asegurado que me har¨¦ el amo de todas las piscinas. Que Dios les oiga.
19.00 De vuelta a casa, me quedo pensando frente a la televisi¨®n. Urdo un plan para trabar contacto con mi vecina sin despertar sus sospechas respecto de mis intenciones. Ensayo frente al espejo.
20.30 Voy a casa de mi vecina, llamo quedamente a su puerta con los nudillos, me abre m¨ª vecina en persona. Me disculpo por importunarla a estas horas y le digo (pero es mentira) que a medio cocinar me he dado cuenta de que no tengo ni un grano de arroz. ?Tendr¨ªa ella la amabilidad de prestarme una tacita de arroz, a?ado, que le devolver¨¦ sin falta ma?ana por la ma?ana, tan pronto abran Mercabarna (a las cinco de la ma?ana)? No faltar¨ªa m¨¢s. Me da la tacita de arroz y me dice que no hace falta que le devuelva el arroz, ni ma?ana, ni nunca, que para estas emergencias est¨¢n los vecinos. Le doy las gracias. Nos despedimos. Cierra la puerta. Subo corriendo a casa y tiro el arroz a la basura. El plan est¨¢ funcionando mejor de lo que yo mismo hab¨ªa previsto.
20.35 Vuelvo a llamar a la puerta de mi vecina. Me abre ella personalmente. Le pido dos cucharadas de aceite.
20.39 Vuelvo a llamar a la puerta de mi vecina. Me abre ella personalmente. Le pido una cabeza de ajos.
20.42 Vuelvo a llamar a la puerta de mi vecina. Me abre ella personalmente. Le pido cuatro tomates pelados, sin pepitas.
20.44 Vuelvo a llamar a la puerta de mi vecina. Me abre ella personalmente. Le pido sal, pimienta, perejil, azafr¨¢n.
20.46 Vuelvo a llamar a la puerta de mi vecina. Me abre ella personalmente. Le pido 200 gramos de alcachofas (ya hervidas), guisantes, jud¨ªas tiernas.
20.47 Vuelvo a llamar a la puerta de mi vecina. Me abre ella personalmente. Le pido medio kilo de gambas peladas, 100 gramos de rape, 200 gramos de almejas vivas. Me da 2.000 pelas y me dice que me vaya a cenar al restaurante y la deje en paz.
21.00 Tan deprimido que ni siquiera tengo ganas de comerme los 12 kilos de churros que me he hecho traer por un mensajero. Sal de fruta Eno, pijama y dientes. Antes de acostarme, entono las letan¨ªas a voz en cuello. Todav¨ªa sin noticias de Gurb.
D¨ªa 19
07.00 Hoy se cumplen diez d¨ªas de la desaparici¨®n de Gurb y la efem¨¦rides, unida a los dem¨¢s reveses de fortuna que he sufrido ¨²ltimamente, acaba de abatir mi ¨¢nimo. Para combatir la depresi¨®n, me como los churros que dej¨¦ anoche y salgo de casa sin lavarme los dientes.
08.00 Me persono en la catedral con la intenci¨®n de ofrecer un cirio a Santa Rita para que vuelva Gurb, pero al acercarme al altar, tropiezo y con el cirio prendo fuego al lienzo que lo cubre. El siniestro es sofocado f¨¢cilmente, pero no antes de que resulten fritas dos ocas del claustro. Mal presagio.
08.40 Saliendo de la catedral entro en un bar y desayuno (los churros de antes no cuentan) tortilla de at¨²n, dos huevos fritos con morcilla, tasajo y berberechos. Para beber, cerveza (un tanque). Este piscolabis deber¨ªa animarme, pero lejos de ello, su degluci¨®n me trae el recuerdo de la se?ora Mercedes, que a estas horas debe de estar siendo intervenida. Prometo ir a Montserrat a pie (sin desintegrarme) si sale con bien del trance.
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