Los limites de la 'realpolitik'
Si hiciera falta una prueba de que la guerra fr¨ªa ha terminado del todo y de que la ha ganado Occidente, la tempestad que sopla actualmente sobre el Golfo bastar¨ªa para aportarla.Asoci¨¢ndose a la condena de Irak, paralizando la venta de armas a quien no se dudaba, Breznev regnante, en calificar con el t¨ªtulo, parcamente concedido, de camarada, manifestando as¨ª su solidaridad con la causa de estos emires del petr¨®leo, que se encuentran entre los hombres m¨¢s ricos del mundo, la URSS se alinea claramente entre las naciones que los norteamericanos llaman status quo powers, las que tratan de preservar, a costa de lo que sea, el orden existente.. Que China, un a?o despu¨¦s de Tiananmen, haga lo propio es quiz¨¢ a¨²n m¨¢s significativo.
Una y otra estaban muy lejos de mostrar la misma diligencia para denunciar a Sadam Husein cuando, en 1980, lanzaba sus tropas al asalto de Ir¨¢n. Sin embargo, ambos Gobiernos comunistas estaban en buena compa?¨ªa. Ya que Jomeini era el diablo en persona, resultaba muy c¨®modo encontrar otro diablo, si no para derrocarlo, al menos para sangrarlo lo m¨¢s posible.
Si se formulaba a menudo un deseo en aquella ¨¦poca entre los que hay costumbre de llamar mentes preclaras, era que los dos beligerantes continuaran el mayor tiempo posible mat¨¢ndose entre ellos. De forma accesoria, el riesgo entonces tan temido de ca¨ªda del curso del petr¨®leo s¨®lo pod¨ªa disminuir.
No obstante, por querer dejar demasiado de lado la ¨¦tica, la realpolitik lleva a menudo a resultados decepcionantes: tanto cuidado por evitar Caribdis, para acabar cayendo en Escila.
Apoyando a fondo al dictador de Bagdad, suministr¨¢ndole en abundancia las enormes cantidades de armamento y los cr¨¦ditos no menos enormes que necesitaba, cerrando demasiado a menudo los ojos sobre el uso de los gases, la matanza de los kurdos, los repetidos atentados contra los derechos humanos, los principales gobernantes del planeta, tanto al Este como al Oeste, jugaron, hasta un punto que antes se hab¨ªa alcanzado raras veces, a los aprendices de brujos. En nombre del corto plazo y de los intereses de los mercaderes de armas y de petr¨®leo, se sacrificaron alegremente el medio y el largo plazo.
Desgraciadamente, pocos pa¨ªses se han comprometido tanto con este asunto como Francia: especialmente Jacques Chirac debe de estar comi¨¦ndose los pu?os por el ingenuo entusiasmo con el que, en su primera estancia en Matignon, se arroj¨® en los brazos de Sadam Husein. No obstante, hay que reconocer, para ser justos, que no fue el ¨²nico. Los Gobiernos que sucedieron al suyo, los que pertenecieron a la mayor¨ªa de ayer y a la de hoy, no se desviaron nada de esta l¨ªnea, apoyados durante mucho tiempo por los servicios de informaci¨®n, que ve¨ªan en el amo y se?or de Irak una pieza clave que hab¨ªa que birlarle al Kremlin, y por el sector de los negocios, encantado de los contratos que se firmaban con Bagdad, aunque los financiaran b¨¢sicamente cr¨¦ditos franceses.
Tambi¨¦n apoyaban esta pol¨ªtica los ¨¢rabes ribere?os del Golfo, aterrorizados ante la idea de caer bajo el dominio de los shi¨ªes de Teher¨¢n, que no ocultaban su deseo de liquidar las monarqu¨ªas petroleras; la URSS,- preocupada por la influencia del fundamentalismo en los guerrilleros afganos y en las poblaciones de sus rep¨²blicas musulmanas; Estados Unidos, asimilado por Jomeini a Sat¨¢n en persona; el rey Hussein de Jordania, que, aceptando convertir su pa¨ªs en la base en la retaguardia del ej¨¦rcito iraqu¨ª durante la guerra del Golfo, desarroll¨® considerablemente su econom¨ªa; incluso el general cristiano A¨²n, que estaba encantado de encontrar en Bagdad las armas que necesitaba para oponer a Damasco y a sus protegidos de Beirut.
Todos contra Sadam
Al ver los escrutinios del Consejo de Seguridad, en el que ni siquiera Cuba se atreve a apoyar a Sadam Husein, de quien Fidel, habida cuenta de su hostilidad visceral frente al capitalismo, debe sentirse, sin embargo, b¨¢sicamente solidario, cuesta creer que hace algunos meses tan pocos pa¨ªses sintieran la necesidad de resistirse ante Bagdad.
De hecho, sobre todo hab¨ªa tres. Israel nunca olvid¨® que, de todos los Estados de la regi¨®n, Irak era el ¨²nico que siempre se hab¨ªa negado a aceptar su existencia: es la raz¨®n del asunto que tanto escandaliz¨® en su momento, el Irangate, suministro de armas norteamericanas, a trav¨¦s de Jerusal¨¦n, al r¨¦gimen de los ayatol¨¢s.
El otro adversario irreconciliable de Sadam Husein es el dictador de Damasco, Hafez el Asad. Sin embargo, ambos pertenecen al mismo partido, Baaz, que tiene como objetivo la unidad de la naci¨®n ¨¢rabe bajo un r¨¦gimen laico y progresista; pero como cada uno de ellos pretende ser su jefe, la cooperaci¨®n es dif¨ªcil, m¨¢s a¨²n desde que Yasir Arafat, puesto en la picota por Asad porque se niega a ponerse a sus ¨®rdenes, prefiere a fin de cuentas la protecci¨®n de Bagdad.
?ltimo pa¨ªs que siempre manifest¨® una hostilidad sin matices frente a un Irak acusado entre otros de instigar el terrorismo internacional: el Reino Unido, que fue due?o del terreno hasta el asesinato, el 14 de julio de 1958, del rey Faisal y del primer ministro Nuri Pach¨¢. Maggie Thatcher no tiene que forzar su temperamento para preconizar ahora mismo la mayor firmeza frente a un hombre en quien la opini¨®n brit¨¢nica ve un nuevo Hitler cuyas ambiciones es primordial detener sin demora, aunque sea recurriendo a medidas militares: seg¨²n un sondeo, un 82% de los entrevistados se declara favorable a las mismas.
No es ninguna bagatela. "Para tener una idea de lo que habr¨ªa que hacer para quitarle Kuwait a Irak en el campo de batalla", escribe el Economist de Londres, "hay que pensar, m¨¢s all¨¢ de las Malvinas y de Panam¨¢, en Corea y en Vietnam y preguntarse si las democracias tienen actualmente el est¨®mago necesario para una lucha de esta envergadura, aunque esto signifique hacer cola en las gasolineras"
La respuesta a esta pregunta tan pertinente no es muy obvia, pero debe tener en cuenta algunos par¨¢metros cuyo olvido podr¨ªa ser dram¨¢tico:
a) La paz no se compra sin aumentar el apetito de aquel a quien se cree haberla comprado. En el caso de Irak, es mucho m¨¢s evidente, ya que, no contento con tener el doble de tanques que el Reino Unido y Francia juntos, intenta claramente hacerse con armas nucleares y con los medios para despabilarlas sobre objetivos que no tienen por qu¨¦ estar necesariamente en Oriente Pr¨®ximo, caso de neutralizar con ello algunos apoyos autom¨¢ticos a Israel.
b) La peor de las actitudes consistir¨ªa en, tras haber hecho gala de m¨¢xima firmeza, cambiar de tono en pocos d¨ªas, como se ha visto m¨¢s de una vez en el transcurso de las partidas al borde del abismo de la guerra fr¨ªa bajo la presi¨®n de una opini¨®n p¨²blica preocupada por los riesgos de conflicto generalizado o, m¨¢s sencillamente, de aumento de las dificultades econ¨®micas.
Lo factible y lo posible
Por ello hay que evitar los arrebatos y buscar una concertaci¨®n m¨¢xima entre las potencias interesadas sobre lo que es factible y lo que tiene alguna posibilidad de resultar eficaz.
c) Esto supone, para empezar, un examen profundo del equilibrio de fuerzas. ?ste, por otra parte, esta vez es bastante m¨¢s favorable que en los anteriores enfrentamientos petroleros, cuando la OPEP estaba unida, la producci¨®n fuera de Oriente-Pr¨®ximo era mucho menor y la URSS se encontraba, aunque fuera sin demasiada firmeza, en el campo contrario. Nada recuerda hasta ahora la desbandada de 1973-1974. Ver a Jap¨®n, que entonces cedi¨® al p¨¢nico, sumarse al embargo decretado contra Bagdad es una se?al inequ¨ªvoca.
d) En cualquier caso, nada justifica la falta de sangre fr¨ªa que ha agitado las plazas financieras. Hagamos constar ¨²nicamente que pone en evidencia la falta de confianza en s¨ª mismo de un sistema liberal que cuenta con demasiada gente convencida de que tiene respuesta para todo.
e) El objetivo com¨²n de la comunidad internacional no puede ser m¨¢s que obtener la retirada de las fuerzas iraqu¨ªes de Kuwait y la vuelta del emir a su capital. Sin embargo, hay que entender que no existe paz duradera que consagre un orden demasiado desigual. Hay demasiada injusticia, corrupci¨®n, hipocres¨ªa en esta parte del mundo como para que se pueda creer que la sociedad que la gobierna actualmente tiene garantizada la eternidad. El discurso de odio que escucha Occidente, ayer desde Teher¨¢n y hoy desde Bagdad, no encontrar¨ªa ning¨²n eco popular si las masas proletarizadas de Oriente, que Sadam Husein pretende claramente movilizar tras ¨¦l, no considerasen una provocaci¨®n permanente el boato ostentoso de la petrocracia. Ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil obligar al cabecilla de Irak a retroceder si se pudiera convencer a la opini¨®n p¨²blica de que, una vez acabada la guerra fr¨ªa, el mundo desarrollado est¨¢ decidido por fin a acometer, con la ayuda masiva de los petrod¨®lares, la reducci¨®n del foso que separa al Norte del Sur.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.