Progresismo y crisis del Golfo
El fen¨®meno no es de ahora: desde hace algunos a?os, especialmente a medida que el cl¨¢sico antagonismo derecha-izquierda se ha ido difuminando y que la ideolog¨ªa y los sistemas comunistas se han desmoronado como punto de referencia, un cierto progresismo occidental ha volcado sus fervores acr¨ªticos hacia el llamado Tercer Mundo.A los viejos binomios maniqueos burgues¨ªa-proletariado o capitalismo- socialismo les ha reemplazado uno nuevo: Norte-Sur; todo cuanto de ¨¦ste proceda, lleve turbante o tenga la piel oscura, es digno de elogio, de indulgente comprensi¨®n o, cuando menos, de piadoso silencio, ya sean los delirios de Gaddafi, los cr¨ªmenes de la dictadura militar et¨ªope o los excesos del fundamentalismo isl¨¢mico. Por el contrar¨ªo, denunciar estos hechos y reivindicar la superioridad de los valores democr¨¢ticos de Occidente es caer en el pecado nefando del eurocentrismo o, lo que es peor, del racismo.
Llevado sin duda por esta fascinaci¨®n tercermundista, y quiz¨¢ por los resabios del antiamericanismo com¨²n durante tanto tiempo a la izquierda europea, mi amigo y colega Francesc de Carreras intent¨®, en la edici¨®n de EL PA?S del pasado d¨ªa 20 y bajo el t¨ªtulo de El mercado libre armado, hallar justificaciones econ¨®micas, sociales y hasta morales al aventurerismo militar iraqu¨ª, presentando al r¨¦gimen de Bagdad poco menos que como la v¨ªctima de la actual crisis del Golfo. Aun a riesgo de pasar por un esbirro del neocolonialismo, quisiera argumentar aqu¨ª mi radical desacuerdo con sus an¨¢lisis.
El profesor Carreras fundamenta su discurso en la "brutal desigualdad econ¨®mica" entre los emiratos petroleros e Irak y en la enorme deuda externa de este ¨²ltimo pa¨ªs, causa -dice- de malestar social y germen del nacionalismo ¨¢rabe. Pero no acierta a establecer la relaci¨®n de la pobreza y el endeudamiento iraqu¨ªes con los costes de ocho a?os de guerra de agresi¨®n contra Ir¨¢n, con el mantenimiento de una maquinaria b¨¦lica gigantesca -como si Espa?a tuviera un ej¨¦rcito, de dos millones de soldados- o con la megaloman¨ªa de un dictador empe?ado en reconstruir Babilonia, ¨ªncluidos sus jardines colgantes. Porque Irak, de apenas 17 millones de habitantes y produciendo 128 millones de toneladas de petr¨®leo al a?o (datos de 1988), no puede considerarse de ning¨²n modo un Estado sin recursos.
Se escandaliza tambi¨¦n Francesc de Carreras de que se proyecte una "imagen t¨¦trica" de Sadam Husein y de su respeto por los derechos humanos cuando -asegura- la realidad es m¨¢s siniestra todav¨ªa en los restantes pa¨ªses de la zona. Ciertamente, ning¨²n Estado de Oriente Pr¨®ximo puede presentarse como ejemplo en esta materia, pero pocos alcanzan a competir con Irak -tal vez s¨®lo Ir¨¢n- en la cantidad y la calidad de la represi¨®n anterior, en numero de presos torturados, de detenidos-desaparecidos, de ejecutados por razones pol¨ªticas (m¨¢s de 350 s¨®lo en 1981 ... ), y no se sabe de otro que haya llegado al intento de genocidio de una parte de su poblaci¨®n con armas qu¨ªmicas, como ha hecho el r¨¦gimen de Bagdad con la minor¨ªa kurda; los informes anuales de Amnist¨ªa Internacional son, en este sentido, demoledores.
Por otro lado, un somero conocimiento de la historia iraqu¨ª reciente muestra c¨®mo, desde el derrocamiento y exterminio de la monarqu¨ªa hachem¨ª, en 1958, el ascenso y consolidaci¨®n en el poder del r¨¦gimen baazista y de su actual l¨ªder ha sido una espiral sangrienta de golpes de palacio, purgas, compl¨®s y asesinatos que descuella incluso en el contexto de violencia pol¨ªtica usual del mundo isl¨¢mico.
El autor del art¨ªculo al que respondo insin¨²a, adem¨¢s, entre los motivos del dictador de Bagdad para anexionar Kuwait, el car¨¢cter "artificial" de Jos emiratos del Golfo, argumento ¨¦ste usado profusarnente por la propaganda iraqu¨ª. Sin embargo, todos los Estados surgidos de la ruina del imperio otomano en 1918 (Irak, Siria, L¨ªbano, Transjordania, Hedjaz o Arabia... ) fueron creaciones arbitrarias de los imperialismos franc¨¦s y brit¨¢nico en un espacio hist¨®rico articulado alrededor de las ciudades (Damasco, Beirut, Bagdad, Jerusal¨¦n ... ) y que desconoc¨ªa las fronteras internas. En este sentido, seguramente es menos artificial la ciudad-estado kuwait¨ª, con dos siglos de continuidad din¨¢stica, que un Irak cuyo mandatario, a la b¨²squeda de credenciales hist¨®ricas, debe remontarse a los tiempos de Nabucodonosor.
De otra parte, resulta parad¨®jico que se invoque, como una de las causas de la crisis, la presunta tensi¨®n social en el pa¨ªs mesopot¨¢mico. ?Es que alguien cree que existe en Irak lo que aqu¨ª llamamos opini¨®n p¨²blica? ?Es que alguien cree que Sadam Husein decidi¨® engullir Kuwait atendiendo al clamor de su pueblo, aburrido ya tras casi dos a?os de tediosa paz? La agresi¨®n iraqu¨ª fue hija de la decisi¨®n de un aut¨®crata audaz, convencido de que s¨®lo absorbiendo los recursos naturales y financieros del emirato podr¨¢ levantar la hipoteca generada por su irresponsable y ruinosa guerra contra Ir¨¢n y alimentar sus ambiciones de liderazgo pan¨¢rabe.
En fin, sean cuales sean las culpas y los errores de Occidente -y son muchos- amamantando al d¨¦spota durante una d¨¦cada, y sin menospreciar en absoluto el trasfondo econ¨®mico de este conflicto, o sus efectos sobre la arrogancia ideol¨®gica del liberalismo, no acierto a comprender c¨®mo desde actitudes democr¨¢ticas se puede afirmar que Sadam Husein "defiende los intereses de su pueblo", de un pueblo al que arrebat¨® centenares de miles de vidas en una guerra absurda de la que, 10 a?os despu¨¦s, ha tenido que reconocer el fracaso. En cuanto a la aportaci¨®n de Sadam Husein a la 1ucha de los pueblos para alcanzar niveles m¨ªnimos de dignidad humana", pueden dar cuenta de ella los cientos de civiles kurdos gaseados en sus aldeas, o los miles de civiles occidentales convertidos en rehenes de un chantaje gansteril.
es profesor de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.