El violonchelo de Rostrop¨®vich clausur¨® la plaza Porticada
La Zarabanda de Bach, interpretada con noble y grave expresividad por Rostrop¨®vIch, puso fin la noche del jueves al 39? Festival Internacional y a la vida de la plaza Porticada como enclave musical. Cuando el director de los ciclos, Jos¨¦ Luis Ocejo, tras despedir emocionadamente a la Porticada pidi¨® para sus piedras testimoniales un aplauso, la ovaci¨®n se prolong¨® largamente. Antes, la ciudad ofreci¨® al gran violonchelista Rostrop¨®vich una placa conmemorativa del suceso por ¨¦l protagonizado en el momento decisivo de clausura.Hubo lleno a rebosar en la Porticada para escuchar al singular m¨²sico sovi¨¦tico el Concierto n¨²mero 1, de Shostak¨®vich y las variaciones Rococ¨®, de Chaikovski, en compa?¨ªa de la Orquesta de C¨¢mara noruega, verdaderamente prodigiosa al colaborar sin director en p¨¢gina tan dif¨ªcil e intrincada como es la de Shostak¨®vich y no menos al expresar la neocl¨¢sica Suite Holberg y La ¨²ltima primavera, de Grieg.
Cuanto hizo Rostrop¨®vich resulta literalmente indescriptible pues no se alcanza a narrar la perfecci¨®n, ni la emocion extrema y ambas determinan las versiones de Slava, como le denominan sus amigos. La maestr¨ªa del artista Rostrop¨®vich alcanza su talante diferencial gracias al impulso del temperamento, siempre controlado, del hombre Rostrop¨®vich. Del mismo modo que la persona derrama afectos y multiplica abrazos, el m¨²sico restituye a los pentagramas que aborda las viejas funciones musicales monteverdianas: cantar las pasiones, esto es, los ser¨ªtimientos desde una hondura m¨¢xima.
Nos admir¨® a todos la precisi¨®n r¨ªtmica lograda en el Aleggretto de Shostak¨®vich, la elegancia suprema con que expone el tema Rococ¨® o la ¨ªntima belleza con que cant¨® la variaci¨®n l¨ªrica. El entusiasmo del p¨²blico santanderino se desbord¨® en una de las grandes noches que jalonan la larga historia del festival y de la plaza.
El d¨ªa antes, en el patio de la Asamblea Regional, Lynna Kurzeknabe nos dijo, con precisi¨®n, su capacidad para acordar voces e instrumentos puestos al servicio de la m¨²sica pret¨¦rita. La Camerata Coral de la Universidad de Cantabria y el grupo instrumental Las Naciones, de Amsterdam, ofrecieron a una asistencia que llenaba el recinto versiones impecables del m¨¢s bello Monteverdi: madrigales, scherzi, canzoni y conciertos.
Despu¨¦s, despleg¨® la Kurzeknabe, las antiguas novedades espa?olas para dar vida a cuanto los music¨®logos -Querol, Robledo, G¨¢lvez, la misma Lynna- investigan, desde el gran Selva y Salaverde al sorprendente Miguel de Ambiela pasando por Eg¨¹es, Francisco Jos¨¦ de Castro y los cancioneros espa?oles: Olot, Medinaceli, Sablonara, Catanatense. Kurzeknabe y sus colaboradores pusieron en tan amplio y apasionante repertorio, los dos rasgos definitorios de la personalidad atractiva de la directora: amor y pedagog¨ªa. De ellos mana un af¨¢n de claridad y una b¨²squeda de autenticidad que bien merece el ¨¦xito alcanzado.
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