Marionetas
Desde siempre los ni?os que todav¨ªa somos nos hemos divertido con el vacilante gesto de los t¨ªteres. En el teatrillo se instala un h¨¦roe de cart¨®n y tela y una princesa pepona que emite gorgoritos de falsete con profuso abaniqueo de pesta?as. De pronto, por uno de los ¨¢ngulos inferiores aparece la silueta escarlata del diablo. "?Cuidadoooo!", gritamos al un¨ªsono. "?El demoniooooo!". Y nuestro h¨¦roe alertado se aferra a su garrote y, toma, toma y toma deja al pobre t¨ªtere sin cabeza.Eso, en lenguaje teatral, es Bertolt Brecht de la mejor especie. Por si acaso la historia que se narraba no acababa de ser comprendida Brecht se sac¨® de la manga un personaje que se interfer¨ªa en la acci¨®n y explicaba al espectador el sentido profundo de lo que estaba viendo. Brecht estaba m¨¢s preocupado por la l¨®gica de la raz¨®n que por. los Imprevistos de la pasi¨®n y se invent¨® ese personaje did¨¢ctico para que a lo largo del drama nadie olvidara que el teatro es distancia y docencia.
La televisi¨®n auton¨®mica catalana siempre ha estado futbol¨ªsticamente hablando como realquilada en la pensi¨®n barcelonista. Si hubiera alguna duda de que el Bar?a es el paradigma que explica la pol¨ªtica del gobierno catal¨¢n, ese polichinela cat¨®dico acaba de confirmarlo. El monigote sobreimpreso de TV3 es ese personaje brechuano que refuerza en el espectador la trama de lo que all¨ª se cuece. En esa pedorreta burlona ante el fallido penalti madridista se condensan todas las esencias de una visi¨®n del mundo consistente en alcanzar la felicidad a partir de las desgracias ajenas m¨¢s que en los ¨¦xitos propios. No est¨¢ comprobado que los madridistas sean todos antibarcelonistas, pero lo que es evidente es que nadie puede considerarse barcelonista sin pasar previamente por una confesi¨®n t¨¢cita de antimadridismo. Es la s¨ªntesis del hombre y el mu?eco, de la frialdad deportiva y la calentura emotiva. Subrayar el error del contrario es una perversa contorsi¨®n en el arte de mirarse el ombligo, sea con dineros p¨²blicos o privados. Una cuesti¨®n de estilo que pone en duda los ilimitados m¨¢rgenes del espect¨¢culo y desvela el vietimismo provinciano que desde siempre ha cultivado la actual directiva del club azulgrana.
Pero estamos hablando simplemente de un mu?eco burl¨®n. Tal vez torpe, inoportuno, maleducado, pero un simple payaso dibujado que se mueve en un mundo lleno de otros payasos de carne y hueso dispuestos a todo por sacar el espect¨¢culo del c¨¦sped y colo carlo en los papeles. Las reac ciones apocal¨ªpticas ante el monigote exhalan un hip¨®crita tufillo de medias virtudes. El mu?eco es m¨¢s un s¨ªntoma que un agravio y dice mucho m¨¢s de qui¨¦n lo emite que no de quien lo sufre. Pero es solo un gui?o de mal tono bajo el paraguas institucional. Tal, vez una consecuencia del sainete de los Quintero cuando se pre tende pasar por el tamiz del distanciamiento brechtiano.
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