El triste final del general
"Debido a la actual situaci¨®n pol¨ªtica y militar, para evitar el derramamiento de sangre, minimizar las p¨¦rdidas y salvar lo que se pueda salvar, pido a todas las unidades del Ej¨¦rcito que obedezcan las ¨®rdenes del general ?mile Lahud". Michel A¨²n, de 54 a?os, que hab¨ªa prometido morir luchando antes que rendirse al Gobierno de El¨ªas Haraui, abandonaba ayer as¨ª dos a?os de batallas por el control de L¨ªbano y abr¨ªa un nuevo horizonte a sus 15 a?os de guerra civil.Triste final para un hombre cuya honradez era reconocida incluso por sus enemigos, que un d¨ªa goz¨® no s¨®lo del apoyo de su comunidad, la cristiana, sino de numerosos libaneses de a pie, hartos de tantos dirigentes incapaces. Jug¨® mal su carta y ha pagado el precio. Y los libaneses con ¨¦l.
Considerado como un militar sediento de poder por sus enemigos, A¨²n cre¨ªa de modo ciego ser el ¨²nico gobernante leg¨ªtimo del pa¨ªs. As¨ª lo defendi¨® en un rosario de guerras los 18 ¨²ltimos meses.
En septiembre de 1988, cuando el Parlamento es incapaz por primera vez en la historia del pa¨ªs de elegir un sucesor para Am¨ªn Gemayel, el presidente saliente, Gemayel le designa entonces, de acuerdo con la Constituci¨®n, jefe del Gobierno provisional, un gesto que el primer ministro Selim Hoss y su Gabinete se niegan a aceptar.
En los meses siguientes, esa irregular bicefal¨ªa del Ejecutivo se mantiene hasta el rid¨ªculo, sin que los cabecillas de las diferentes comunidades que fraccionan el pa¨ªs sean capaces de consensuar un nuevo jefe del Estado. A medida que pasa el tiempo A¨²n pierde legitimidad y revela su incapacidad para poner en pr¨¢ctica sus planes intercomunitarios y su promesa de un pa¨ªs sin mi icias. Sin haber eliminado a las temibles Fuerzas Libanesas (FL), que de forma efectiva controlan el llamado enclave cristiano desde el que ejercen su menguado poder, A¨²n se lanza a una guerra de liberaci¨®n contra Siria.
La idea, que gran parte de la poblaci¨®n apoya con entusiasmo, pierde credibilidad antes de comenzar. El general se confunde de aliado. En lugar de granjearse el apoyo de los musulmanes -, une fuerzas con la acomodaticia FL, capaz-de cualquier batalla por mantener su Estado dentro del Estado. Los seis meses mas amargos de la guerra civil libanesa acaban con un millar de muertos, varios miles de heridos y decenas de miles de escapados del pa¨ªs. La Liga ?rabe logra un alto el fuego, pero la esperanza de una soluci¨®n dura poco.
A¨²n se niega a reconocer el acuerdo de Ta¨ªz, un entendimiento alcanzado in extremis por los miembros del Parlamento durante una reuni¨®n patrocinada por la Liga.
No hay acuerdo posible. La elecci¨®n de Ren¨¦ Moawad primero y de El¨ªas Haraui tras el asesinato de aqu¨¦l no cambia las cosas. Ninguna f¨®rmula ni mediaci¨®n consigue convencer al general. La mitad del ej¨¦rcito que le respalda empieza apercibirse en la sociedad como una milicia privada. La crisis del Golfo ofrece una buena cobertura a los enemigos de A¨²n para el asalto final.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.