?Qu¨¦ hacer con la investigaci¨®n?
ES UN hecho que el sistema investigador espa?ol no est¨¢ a¨²n a la altura de lo que ser¨ªa exigible en nuestro pa¨ªs y en nuestros d¨ªas. Es insuficiente, tanto en su tama?o, n¨²mero de investigadores, medios y resultados, como en la calidad de sus realizaciones, su incidencia social y hasta en su misma organizaci¨®n interna. Todo ello sin olvidar los indudables avances experimentados en los ¨²ltimos a?os, especialmente en las universidades y el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). El sector privado no parece haber respondido con la misma vitalidad en el campo espec¨ªfico de la investigaci¨®n cient¨ªfica. El CSIC ha jugado, por el volumen de la actividad realizada, por los equipamientos de que dispone y por su car¨¢cter multidisciplinar, un papel importante en esos avances, lo que, al parecer, no ha evitado el que se encuentre inmerso en una profunda crisis que afecta a su estructura interna y a su relaci¨®n con otras instituciones. Merece, pues, la pena reflexionar sobre una instituci¨®n que cuenta con medios e investigadores, de los que no andamos tan sobrados en Espa?a.Seguramente no ser¨¢ f¨¢cil renovar un organismo tan complicado como el CSIC, con una historia de m¨¢s de 50 a?os en los que han alternado, un tanto err¨¢ticamente, periodos de postraci¨®n y abandono con otros de decidido apoyo por parte de la Administraci¨®n. Pero las dificultades no deben potenciar la desidia. La l¨ªnea a seguir viene determinada, tras muchos a?os de experiencia contrastada, por la que han seguido los organismos similares en los pa¨ªses de nuestro entorno.
El modelo del Centro Nacional de Investigaci¨®n Cient¨ªfica (CNRS) franc¨¦s recomienda establecer o estrechar la relaci¨®n con las universidades. La extrema debilidad del sistema investigador espa?ol aconseja, con m¨¢s motivos que en el caso franc¨¦s, concentrar recursos, aprovechar los buenos cient¨ªficos del CSIC en la formaci¨®n de estudiantes y j¨®venes investigadores universitarios e incrementar la interacci¨®n entre las dos instituciones m¨¢s caracterizadas en investigaci¨®n, multiplicando as¨ª su eficacia. Ello requerir¨ªa, por parte de los poderes p¨²blicos, una pol¨ªtica de nivelaci¨®n progresiva en las condiciones de trabajo del personal y en los medios materiales de universidades y del CSIC, o al menos de centros e institutos involucrados. Ser¨ªa necesario, tambi¨¦n, un decidido impulso por parte del Gobierno a la pol¨ªtica de creaci¨®n y apoyo a los institutos universitarios, prometedor concepto incorporado a la Ley de Reforma Universitaria, pero pr¨¢cticamente in¨¦dito tras siete a?os de vigencia de la ley, y que podr¨ªa, con algo de imaginaci¨®n, servir de marco para el desarrollo de esa pol¨ªtica de cooperaci¨®n.
Si se sigue el ejemplo de los laboratorios nacionales anglosajones, el CSIC podr¨ªa asegurar el funcionamiento de grandes equipamientos cient¨ªficos que, por su envergadura, coste o complejidad, pudieran exceder la capacidad de gesti¨®n o de mantenimiento de una sola universidad. Unos equipos abiertos a la utilizaci¨®n de investigadores, departamentos o institutos, u otros organismos de investigaci¨®n, sobre la base del inter¨¦s cient¨ªfico, la calidad y la oportunidad de los proyectos presentados. Quedar¨ªan, sin duda, ¨¢reas de actividad, como las m¨¢s relacionadas con el desarrollo y las aplicaciones industriales, que, por su propia naturaleza, ser¨ªan dif¨ªciles de acomodar en el esquema anteriormente esbozado, necesitando de un m¨¢s estrecho contacto con el aparato productivo. Pero es que quiz¨¢ lo m¨¢s inteligente sea dise?ar soluciones distintas, dependiendo del perfil de los distintos programas de investigaci¨®n desarrollados en el CSIC.
En todo caso, parece imprescindible que todos los implicados busquen, con serenidad y rigor, el modo de fortalecer el sistema investigador espa?ol, del que el CSIC es, hoy por hoy, componente esencial, estrat¨¦gico para el futuro de nuestro pa¨ªs.
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