Batiendo marcas
"Ay, ayayay, qu¨¦ trabajos nos manda el Se?or", con el resuello exhausto, las venas del cuello hinchadas, p¨¢lidos o morados del esfuerzo, bre¨¢ndose d¨ªa a d¨ªa en el gimnasio y en las pistas, entrenando, entrenando, para batir su propia marca, para superarse, para estar en forma para...Son los chicos y las chicas, en la flor de la vida que se dice, cuando pod¨ªan a lo mejor vivir (al menos aproximarse, por descuido, a eso que les pasaba, dicen, a los gamos, a las ¨¢guilas, a las musara?as), y ¨¦stos encima que han tenido la suerte de nacer en un pa¨ªs, como usted dice, desarrollado, donde, por m¨¢s que se lo disimulen, no les hace falta trabajar: no tienen que ir a la siega, no tienen que hacer churros a brazo ni repartir con un carter¨®n a las espaldas el correo, no tienen que trepar a postes de tel¨¦grafo a reparar j¨ªcaras ni bajar a minas a picar carb¨®n: no tienen que hacer nada; no tienen nada que hacer: pod¨ªan vivir, ?verd¨¢ ust¨¦?
Pues nada: que tampoco ¨¦sos se escapen: han de currar m¨¢s que si curraran; y como se les ha privado de cosas que hacer, pues, ?ale, que se hagan a s¨ª mismos!, que se dedique cada cual al cultivo de su anatom¨ªa, ?que se hagan un cuerpo, vive Dios! (?no sabe V. lo que es culturismo, lo que es cultura?), que se hagan unos hombres (o mujeres, pero hombres), ?que lo suden, co?o, que paguen su privilegio!, que batan su propia marca del d¨ªa antes, que batan la marca nacional, de nataci¨®n, de levantamiento de pesas, de moto de 20 caballos, de moner¨ªa gimn¨¢stica, ?qu¨¦ co?os m¨¢s da!: el caso es que batan la marca, que tengan una meta, un ideal, que lleguen a las Olimpiadas y que batan la marca y que ganen el oro, como se dice en el dialecto imb¨¦cil y revelador del reportaje, y que suban al altar o podio que les dora el Capital con soles de futuro.
Demonios encadenados
Y para ese fin, naturalmente, trabajo, disciplina, sacrificio: que pringuen como esclavos negros, como demonios encadenados... ?No le da a ust¨¦ un poco de grima de verlos, hombre, c¨®mo se estiran, c¨®mo se encogen y retuercen, c¨®mo se les api?an los ojos y los dientes en el paroxismo del sufrimiento? Y todo eso (maravilla) por elecci¨®n libre de cada cual, porque le sale de dentro a cada uno, porque es su vocaci¨®n, su ideal y su destino. ?No hay para morirse? Bueno, pues ah¨ª tiene usted, si quiere, en esa monstruosidad organizada y promocionada, la imagen viva y doliente del tipo de mundo que le ha tocado.
Hombre, los hay -me recuerda usted- que, en cambio, se dedican a las drogas, o a matar las noches interminables de fin de semana trasegando cubatas en la discoteca. Y a lo mejor se cree ust¨¦ que ¨¦sos son lo contrario de los otros: la juventud sana y la juventud podrida, como en las revistas de colores que se compra su se?ora. Pero ?no se da ust¨¦ cuenta de que tambi¨¦n estos otros est¨¢n batiendo marcas?: ?c¨®mo van pasando, penosamente, de la marijuana a las drogas duras, hasta que los m¨¢s valientes llegan a las heroicas; como en la noche de la discoteca compiten a ver qui¨¦n aguanta m¨¢s, hasta las 4, hasta las 6, ya p¨¢lidos y ojerosos, pero aguantando, hasta las 7, hasta la muerte matutina si hace falta? Y eso ?no lo llama ust¨¦ trabajo? ?No es eso sacrificio y dedicaci¨®n, lo mismo que la gimnasia y el deporte? ?Qu¨¦ m¨¢s da los unos que los otros, si el caso es que sufran, que se retuerzan, que se mate la amenaza de juventud que acaso lat¨ªa en ellos? Y, por supuesto, que se crean cada uno y cada una de eso (batir marcas ol¨ªmpicas o cub¨¢ticas) es lo que a uno y una le gusta, que lo hacen porque les da la gana.
Pero le digo que la cosa no es propia y privativa de esos chicos: que no es m¨¢s que una imagen de su mundo de usted, que tambi¨¦n usted est¨¢ sosteniendo, aunque no haga deporte para el ma?ana, aunque no se pinche en las venas los clavos de Cristo para aproximarse a la marca suprema de la agon¨ªa: tambi¨¦n yendo a la oficina a fingir que tiene algo que hacer, tambi¨¦n tost¨¢ndose la panza de veraneo con su familia, por la virtud de no darse cuenta de lo que uno hace, de creer que hace uno lo que le da la gana, tambi¨¦n as¨ª se hace este mundo. Y esos ¨ªmprobos esfuerzos de los muchachos por batir marcas no hacen m¨¢s que revelarle c¨®mo es este mundo de usted, si quiere ust¨¦ mirar, en unos cuantos flashes.
Cuento chino
Le revelan, lo primero, que aquello de que el trabajo nac¨ªa de la necesidad, que era por fuerza de necesidades naturales por lo que hab¨ªa que trabajar, era todo un cuento chino: cuando ya, debido a los ingenios humanos (o diab¨®licos, da lo mismo) de las m¨¢quinas ¨²tiles, no se pod¨ªa disimularle apenas a la gente que no hac¨ªa falta trabajar, que los esclavos mec¨¢nicos trabajaban por nosotros, inmediatamente Estado y Capital, como corresponde (porque, si eso era verdad, peligraban los cimientos de su dominio), han procedido a joder el invento, como la gente dice, y no ya s¨®lo por la creaci¨®n de nuevas necesidades (que todav¨ªa, mecag¨¹en Dios, se llaman materiales) que justificaran la explotaci¨®n y organizaci¨®n de las masas desde Arriba y el trabajar para nada, sino que, ya ve, para el caso de muchachos privilegiados y a medio formar que se pudieran escurrir del yugo, se invent¨® el Deporte: o sea que se tom¨® el juego, que surg¨ªa de vez en cuando sin saber c¨®mo, que no era nada, y se le aplicaron las normas del Trabajo: que tuviera un fin, un reglamento, un c¨®mputo de tiempo sobre todo, una meta que alcanzar, y como no ten¨ªa una cosa que producir, que se encarnizara con su propio cuerpo, que se superara, que batiera su propia marca, que cumpliera la plenitud de su destino, que se dedicara a la producci¨®n del m¨¢s in¨²til de los objetos, uno mismo.
En otro flash, esas bocas acezantes, esos ojos endurecidos en el esfuerzo por superar la marca le revelan tambi¨¦n, por si se hac¨ªa ilusiones pol¨ªticas sobre el r¨¦gimen que padecemos, la condici¨®n fascista de ese r¨¦gimen: usted, que sabe bien c¨®mo el Deporte y las Juventudes han sido inseparables de todos los reg¨ªmenes que usted, blando y liberal dem¨®crata, condena por tir¨¢nicos y duros, desde Esparta hasta la Alemania nazi, usted que se re¨ªa con Fellini cuando le sacaba la giovinezza marchando a paso gimn¨¢stico y sacando pecho, ah¨ª tiene, delante y ahora, en esos m¨²sculos tensos hacia el salto que va a elevar al joven sobre la barra al cielo o a hundirlo en el polvo del fracaso, en esos a?os de dieta tir¨¢nica y sacrificial para llegar en forma al d¨ªa de la prueba, ah¨ª tiene la verdad de la pac¨ªfica y permisiva Democracia progresada: ese espejo (entre otros que podr¨ªa usted desempolvar por los rincones de su casa) le revela el fascismo, s¨ª, pero se lo revela donde debe: en este r¨¦gimen, ¨²nico y triunfante sobre todos, al que el Globo entero aspira para venir a ser un Globo desarrollado, en esta Tecnodemocracia o Demotecnocracia o como quiera V. llamarlo, de la cual los fascismos de anta?o no eran m¨¢s que la caricatura y el anuncio.
Moldear carnes
Y en fin, otra condici¨®n esencial de este mundo de V. le revela la industria b¨¢rbara del cultivo del propio cuerpo (para la propia alma, naturalmente): esos miles de ni?as entren¨¢ndose d¨ªa a d¨ªa furiosamente en el gimnasio a ver si llegan a sacar los diez puntos en el ejercicio de gimnasia r¨ªtmica mundial, esa tensi¨®n perpetua hacia el d¨ªa del Juicio Final o del Examen, esos mozos moldeando a ritmo de motor sus carnes y cerebros, a ver qui¨¦n llega a ser el mejor servidor del auto de carreras de tanta cilindrada y de tal f¨¢brica que lleve a la victoria al b¨®lido y, a su servidor con la marca del Capital grabada sobre el pecho, todo eso le revela la condici¨®n esencial del tiempo vac¨ªo, que Estado y Capital necesitan para sus fines: la necesidad de fe en el Futuro (eso que los siniestros de Ellos les cantan a los j¨®venes como si fuera su gracia y, gloria: tener futuro), la necesidad de creer en el ma?ana y, por tanto, vivir y desvivirse prepar¨¢ndose para el ma?ana.
En esos muchachos atletas, gimnastas y deportistas lo ve usted, si quiere, con t¨¦trica claridad: ellos creen que lo que hacen lo hacen para algo, que esos sacrificios y esfuerzos sobrehumanos tienen una meta y un futuro, que a fuerza de saltar un cent¨ªmetro m¨¢s o dar vuelta a la pista en dos segundos menos van a llegar a alg¨²n sitio. Unos creer¨¢n que es para la salud y beneficio de uno mismo, para hacerse un cuerpo (futuro, claro) y mens sana in corpore sano o cualquier memez higi¨¦nica y moral por el estilo. Otros dir¨¢n que van a por el oro, que est¨¢n sufriendo y retorci¨¦ndose con vistas al momento en que salten al estadio y, si baten la marca, que el Se?or los felicite y les clave en el pecho la medalla. Lo mismo da.
El Amo del castillo
Y creer¨¢n m¨¢s todav¨ªa, lo que les dicen sus entrenadores y promotores y lo que acaso est¨¦ ust¨¦ diciendo por lo bajo mientras lee estas despotricaciones: creer¨¢n que con el Deporte se sustituye la Guerra (ese fantasma tan ¨²til para el Amo del castillo), como si no fuera la guerra esta paz y ese deporte que le cuento. Y m¨¢s a¨²n creer¨¢n: que a fuerza de saltar 2 cent¨ªmetros m¨¢s y de llegar 3 segundos antes, se est¨¢ contribuyendo a mejorar la raza, a que los hombres y mujeres del Mundo Desarrollado sean cada vez m¨¢s altos y potentes (?le suenan esos ideales?), contribuyendo a que la Humanidad alcance sus metas superiores, bata sus propias marcas y llegue al destino triunfante que la espera en el Futuro.
La Humanidad, s¨ª, ?qu¨¦ se queda ust¨¦ ah¨ª rezongando?: del Hombre le hablan a cada paso los Ejecutivos de la Penitencia. Porque tambi¨¦n la Humanidad tiene su futuro: si cada uno de los chicos y chicas cree en el suyo, es porque, en conjunto, tiene un futuro el Hombre, la Humanidad avanza por una ruta, hacia una meta, a bat¨ªr la marca de su desarrollo total y definitivo. ?sa es la mentira esencial que Estado y Capital requieren para sus manejos.
No habr¨¢ ma?ana. Esos chicos y chicas, aunque superan en 3 cent¨ªmetros la raya, aunque tarden 4 segundos menos en el giro, aunque pasen el examen ol¨ªmpico y suban al altar que el Capital les dora, no habr¨¢n llegado a ning¨²n sitio, no ser¨¢n m¨¢s altos ni m¨¢s guapos ni m¨¢s buenos ni m¨¢s ricos. Y la Humanidad no va por ninguna ruta, no tiene meta ninguna, no tiene marca ¨²ltima que batir.
No habr¨¢ ma?ana, no; pero entre tanto, por lo pronto, esos muchachos habr¨¢n sufrido largamente, habr¨¢n cambiado su juventud en tiempo futuro y vano, habr¨¢n hecho penitencias por todos los pecados de sus ancestros. Y eso es lo que importaba, esa realidad presente de la penalidad y la preparaci¨®n al Juicio: eso es lo que le importaba al Se?or, Capital y Estado, que vive de administrar la muerte. No de inventarla, no, no se equivoque usted: de administrarla.
es catedr¨¢tico de Lat¨ªn en la Universidad Complutense.
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