El parvulario
Bayones / Landrove, D¨ªaz, RubioCinco novillos de Los Bayones, con trap¨ªo, serios y encastados, boyantes 22 y 52; 12, sobrero de Gabriel Hern¨¢ndez, cuajado y serio, manso, que desarroll¨® sentido. Juan Carlos Landrove, de La L¨ªnea de la Concepci¨®n (C¨¢diz): dos pinchazos, estocada aguantando, descabello -aviso con retraso- y cuatro descabellos (silencio); metisaca bajo, dos pinchazos -primer aviso-, media perpendicular atravesada, dos pinchazos, otro hondo -segundo aviso, con retraso- y tres descabellos (silencio). Joaqu¨ªn D¨ªaz, de Utrera (Sevilla): dos pinchazos -aviso-, cuatro pinchazos m¨¢s y descabello (palmas); media atravesada (oreja protestada). Pep¨ªn Rubio, de And¨²jar (Ja¨¦n): dos pinchazos, rueda de peones, media atravesada y dos descabellos (algunas palmas); dos pinchazos, estocada corta trasera y descabello (palmas). Los tres, nuevos en esta plaza.
Plaza de Las Ventas, 21 de octubre. Un tercio de entrada.
JOAQUIN VIDAL
Mala suerte tiene la plaza de Las Ventas con sus empresas: ninguna la entiende. Desde que fue relevada la que precisamente construy¨® el coso, todas cuantas llegan a explotarlo (en su mejor sentido) dicen que van a inventar la p¨®lvora y luego resulta que, a lo sumo, inventan la feria de Albacete. No se trata de una alusi¨®n balad¨ª; es exactamente eso: Canorea, primero que sustituy¨® a la emprea constructora, invent¨® la feria de Albacete. Toresma, ¨²ltima empresa en llegar al coso, lo tiene convertido en parvulario.
Los rectores de Toresma han debido oir algo de c¨¢tedra referido a Las Ventas, les debe sonar a colegio y seguramente por este motivo les parece l¨®gico convertirla en parvulario. As¨ª que van y anuncian a tres novilleros debutantes, tres, encima muy poco placeados, y se quedan tan anchos. Luego, claro, pasa lo que pasa. Pasa, por ejemplo, que la gente ni va.
Sucedi¨® as¨ª ayer: que ni fue. Se except¨²an esos cientos de aficionados, de tanta afici¨®n que est¨¢ por nacer quien les eche de la plaza (si la tendr¨¢n arraigada que no han conseguidos echarles ni Canorea, ni Mart¨ªn Berrocal, ni Chopera, ni los Lozano), y all¨ª no hab¨ªa nadie. A los madrile?os, se refiere la pr¨¦dica. Pues no madrile?os hab¨ªa muchos. Llegaron, casi a partes iguales, de Utrera, siguiendo a Joaqu¨ªn D¨ªaz; de And¨²jar, siguiendo a Pep¨ªn Rubio, y de Jap¨®n, siguiendo a un gu¨ªa. Obviamente, Joaqu¨ªn D¨ªaz es utrerano, Pep¨ªn Rubio es andujare?o y el gu¨ªa es japon¨¦s. En cambio, nadie pareci¨® llegado de La L¨ªnea de la Concepci¨®n, a pesar de que Juan Carlos Landrove naci¨® all¨ª. Le ocurri¨® por venir a vivir a Madrid, pues se le considera madrile?o y los toreros madrile?os -ya es sabido- no tienen seguidores. Lo suelen decir los propios aficionados del foro: "Aqu¨ª s¨®lo somos del que lo hace".
Los tres p¨¢rvulos, obviamente, intentaron hacerlo, con diverso resultado. Landrove pech¨® con un sobrero poderoso y barrab¨¢s que habr¨ªa tra¨ªdo de cabeza a cualquiera y, lejos de amilanarse, pretendi¨® embarcarlo al natural, con enorme pundonor y donosa apostura. Sac¨® tres naturales muy ce?idos y a cambio sufri¨® un tremendo volteret¨®n. En el otro novillo, de casta agresiva, mostr¨® las mismas buenas condiciones de antes, aunque tambi¨¦n su inexperiencia, y emple¨® reiterativo trasteo mal rematado con la espada.
Pep¨ªn Rubio, jaleado por sus incondicionales andujare?os, cuarte¨® vulgarcitos pares de banderillas, le desarm¨® muchas veces el tercer novillo, estuvo voluntarioso en el sexto y pareci¨® el m¨¢s parvulito de los tres. Joaqu¨ªn D¨ªaz, en cambio, jaleado por sus incondicionales utreranos y con el mejor lote, apunt¨® cierto toreo de altos vuelos, finalmente premiado con exceso, pues para las exigencias de un parvulario la orejita estaba bien, mas para las de una c¨¢tedra, no, francamente.
Joaqu¨ªn D¨ªaz -antes, Cuqui de Urtera- hizo faenas estimables en las que destacaron los cites a mucha distancia, algunos redondos y naturales (pocos; en los m¨¢s, met¨ªa pico y vaciaba hacia afuera), el bien aprendido repertorio de cambios de mano, trincherillas, pases de la firma, y los de pecho hondos, varios citando de frente. Y, sobre todo, destac¨® la forma en que se iba de la cara del toro. Irse de la cara del toro como Dios manda no es nada f¨¢cil. Irse de la cara del toro como Dios manda es un arte, que no alcanzan ni siquiera encopetadas figuras del toreo.
Sostienen tratadistas en Tauromaquia que para irse como Dios manda de la cara del toro hace falta un don especial, y si no se nace con ese don, no hay taller ni c¨¢tedra que lo ense?e. Cabe la posibilidad, por tanto, de que aparezca en el parvulario un muchacho utrerano con ese don, y eso es lo que sucedi¨® en Las Ventas ayer. A lo mejor por casualidad, pero sucedi¨®.
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