Escandinavia mira hacia la CE
Intenso debate en Noruega, Suecia y Finlandia sobre la relaci¨®n con la Europa comunitaria
La cuesti¨®n de las futuras relaciones con la Comunidad Europea es actualmente el centro del debate en los pa¨ªses n¨®rdicos, y como ya ocurriera 20 a?os atr¨¢s en algunos de ellos, la discusi¨®n no queda restringida a los c¨ªrculos pol¨ªticos y a la prensa, sino que abarca a toda la sociedad. El debate est¨¢ ahora m¨¢s caliente que nunca y ya ha costado una crisis, la de Noruega, que se ha resuelto con un cambio de Gobierno.
Desde que a principios de los a?os setenta el tema del ingreso en la CE se dirimiera en alguno de esos pa¨ªses mediante un refer¨¦ndum que dividi¨® profundamente a la sociedad, hab¨ªa existido una especie de acuerdo t¨¢cito en no agitar el asunto, sobre todo si no exist¨ªa una raz¨®n poderosa para hacerlo. El problema se pospuso, en parte como t¨¢ctica pol¨ªtica, pero tambi¨¦n a la espera de que el desarrollo de los acontecimientos en Europa fuera quitando raz¨®n de ser a alguno de los argumentos esgrimidos por las partes en discrepancia. Pero no por eso se elimin¨®.
Situaciones diversas
El problema resurge hoy con tal intensidad que provoca la ca¨ªda de un Gobierno, suscita fricciones entre pa¨ªses vecinos, en el interior de cada uno de ellos y aun dentro de los propios partidos, en los que no hay una posici¨®n un¨¢nime sobre el tema. El mismo desarrollo de las negociaciones entre los Doce que ya conforman la CE -y que se prev¨¦ culminar¨¢n en 1993-, las actuales conversaciones entre la Asociaci¨®n Europea de Libre Comercio (EFTA) y la CE y los cambios operados en las relaciones internacionales en el ¨²ltimo a?o han vuelto ahora el debate insoslayable.
La situaci¨®n no es la misma en cada uno de los pa¨ªses n¨®rdicos, lo que dificulta la posibilidad de una decisi¨®n conjunta, aunque las intensas negociaciones, que actualmente tienen lugar entre ellos apuntan a la b¨²squeda de una posici¨®n com¨²n.
En Suecia, donde a diferencia de Noruega y Dinamarca no hubo nunca un plebiscito para decidir sobre el asunto, la discusi¨®n ha, estado restringida sobre todo a los c¨ªrculos pol¨ªticos y econ¨®micos, sin convertirse en motivo de discusi¨®n y movilizaci¨®n popular como ocurri¨® en aqu¨¦llos. Han sido principalmente los portavoces del gran capital y de la empresa, que expresan los intereses de los dos partidos mayoritarios del sector burgu¨¦s, el conservador y el liberal, los que han mantenido una defensa sistem¨¢tica de la adhesi¨®n ala CE. El argumento de las consecuencias econ¨®micas, sobre todo, que el aislamiento del pa¨ªs significar¨ªa al negarse a ingresar a la Comunidad, ha sido continuamente esgrimido.
Sin esperar a la decisi¨®n pol¨ªtica que en alg¨²n momento deber¨¢ adoptarse, las grandes empresas decidieron -manu monetary- su incorporaci¨®n por la v¨ªa del establecimiento de f¨¢bricas en pa¨ªses de la CE o del acuerdo con empresas de esos pa¨ªses para no quedar fuera del mercado de 340 millones de consumidores que habr¨¢ de conformarse en los pr¨®ximos a?os.
El gobernante Partido Socialdem¨®crata puso siempre como principal argumento para no discutir el problema la neutralidad de Suecia, incompatible, se argumentaba, con la plena adhesi¨®n a la CE. Una neutralidad que formalmente era aceptada por todos y que se expres¨® en los foros internacionales, pero que en la realidad discurr¨ªa por otros carriles.
Divisi¨®n
La propia prensa conservadora tal vez para eliminar el argumento de la neutralidad como impedimento para el ingreso, se ha encargado de publicar estos d¨ªas documentos y testimonios que revelan que los servicios militares y policiales del pa¨ªs han funcionado subordinados a Estados Unidos.
Acorralada por una derecha cada vez m¨¢s agresiva y por la din¨¢mica de los acontecimientos en Europa, la socialdemocracia, que no tiene una posici¨®n un¨¢nime y que viene perdiendo popularidad desde hace varios a?os, ha dado un vuelco en su posici¨®n, tal vez demasiado violento, y ya no s¨®lo no se opone al ingreso, sino que marca plazos perentorios e incluso engloba en una pronta decisi¨®n conjunta de solicitud de ingreso a pa¨ªses vecinos.
Finlandia, con una situaci¨®n hist¨®rica y geopol¨ªtica diferente, no muestra la misma urgencia que Suecia, si bien ha procurado ampliar las relaciones de todo tipo con los pa¨ªses comunitarios, sobre todo despu¨¦s del colapso econ¨®mico de la URSS, con quien manten¨ªa una posici¨®n comercial privilegiada. El primer ministro, Harri Holkeri, aseguraba recientemente a EL PA?S: "Estamos negociando con la CE la constituci¨®n del espacio econ¨®mico europeo, que es una prioridad para nosotros, sin que ello signifique que renunciemos a nuestra neutralidad ni a determinados logros conseguidos a lo largo de los ¨²ltimos a?os".
Pero, sin duda, es en Noruega donde el tema del ingreso en la CE despierta sentimientos m¨¢s enfrentados. La herida abierta por el plebiscito de 1972 nunca cicatriz¨® totalmente y ahora vuelve a irritarse. La ca¨ªda del Gobierno conservador no ha cerrado el episodio, sino que, por el contrario, se enciende de nuevo el debate. Derecha y ultraderecha son decididos partidarios del ingreso. El Partido Laborista de Gro Harlem Brundtland no tiene una posici¨®n un¨¢nime y ha ido evolucionando como la socialdemocracia sueca hacia posiciones decididamente comunitarias.
P¨¦rdida de soberan¨ªa
Entre los aliados del nuevo Gobierno, los socialistas de izquierda han sido tradicionalmente opuestos al ingreso y los centristas provocaron la ca¨ªda del Gobierno de Jan P. Syse con su rechazo. C¨®mo se resolver¨¢ esta cuesti¨®n en el nuevo Gobierno es una de las grandes inc¨®gnitas. Mientras, el movimiento popular de rechazo al ingreso adquiere nuevo impulso, encabezado por Kristen Nygard, socialdem¨®crata, que ya en 1972 encabez¨® dicho movimiento. "Nosotros hemos sido ocupados por los daneses durante 400 a?os, por los suecos durante 100 y por los alemanes durante cinco", argumenta, y con ello expresa el sentimiento de una gran mayor¨ªa de noruegos, convencido de que el ingreso significar¨¢ otra forma de p¨¦rdida de la soberan¨ªa.
Para los pa¨ªses n¨®rdicos, acostumbrados desde hace varios a?os a niveles altos de bienestar, de seguridad en todos los aspectos de la vida cotidiana, con exigencias tambi¨¦n elevadas de calidad en los productos, en la preservaci¨®n del medio ambiente y en muchos otros aspectos, el ingreso supondr¨¢ la aceptaci¨®n de normas que contradicen, y no en forma abstracta sino en su vida cotidiana, el modo de ser nacional.
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