Joseba El¨®segui, el rostro humano de un hombre de acci¨®n
Con el fallecimiento de Joseba El¨®segui finaliza una parte importante de la memoria hist¨®rica del nacionalismo vasco. En concreto, fue uno de los s¨ªmbolos m¨¢s representativos de los gudaris, la resistencia y la clandestinidad. Con ¨¦l, probablemente, se han ido algunas claves y secretos del PNV que guard¨® celosamente.Su puesto fue la acci¨®n y la militancia activa, asumiendo voluntariamente los compromisos m¨¢s arriesgados. Nunca ambicion¨® el ocupar cargos dirigentes o p¨²blicos. Lleg¨® incluso a renunciar a una de las medallas m¨¢s importantes de Estados Unidos, la Silver Star, que le fue propuesta por su contribuci¨®n en la II Guerra Mundial.
S¨ª estaba, en cambio, dispuesto en cualquier momento a estar en la primera fila del peligro o a manifestar sus convicciones, aunque ello no le reportara ventajas pol¨ªticas, sino m¨¢s bien lo contrario.
Su vida y su anecdotario permitir¨ªa escribir varias novelas; como teniente del batall¨®n Saseta le toc¨® vivir el bombardeo de Guernica; condenado a muerte y canjeado, pasa de Francia al frente de Catalu?a, siendo nombrado comandante; luch¨® contra los nazis en la II Guerra Mundial formando parte de una organizaci¨®n de los aliados llamada Servicios, consiguiendo muestras de la arena y mapas de la playa de Normand¨ªa para los preparativos del desembarco; en el exilio en T¨¢nger, simpatiz¨® con el movimiento independentista de Marruecos; fue detenido por colocar en 1946 una ikurri?a en el campanario de la catedral del Buen Pastor; su acci¨®n m¨¢s espectacular la protagoniz¨® en el Front¨®n de Anoeta, en 1970, quem¨¢ndose delante de Franco; recuper¨® una ikurri?a del Museo del Ej¨¦rcito, siendo ya senador, con asistencia de fot¨®grafo y envolvi¨¦ndola en el peri¨®dico El Alc¨¢zar, etc¨¦tera.
Su faceta humana cubr¨ªa una amplitud de campos de gran riqueza. Con su aspecto jovial e inquieto, anud¨¢ndose el pa?uelo, ten¨ªa el aire de un artista m¨¢s que el de un combatiente. Dibujaba caricaturas y esculp¨ªa en la madera, seg¨²n el propio Chillida, con especial destreza. Lector empedernido, se aferraba a su vieja m¨¢quina de escribir para componer art¨ªculos de gran diversidad y amenidad.
Su arquetipo era un tanto at¨ªpico para la imagen t¨®pica que se tiene de un nacionalista vasco; extravertido, vitalista, algo ¨¢crata, nada clerical, ecologista, liberal e internacionalista convencido. Su semblanza radical era fruto de su idealismo y su profundo sentido democr¨¢tico.
En los m¨ªtines de las primeras elecciones de 1977 era escuchado con gran atenci¨®n y silencio. Como le¨ªa sus discursos, se autojustificaba, con su habitual buen humor, argumentando que el Rey tambi¨¦n lo hac¨ªa.
De las c¨¢rceles dec¨ªa que hoy eran hoteles de cinco estrellas comparadas con las que ¨¦l tuvo que soportar, si bien reconoc¨ªa que el no poder moverse y la falta de libertad las hac¨ªan insufribles en cualquier caso. Sus grandes amigos socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos y hasta los presos de ETA le ten¨ªan un gran respeto. Sent¨ªa una especial predilecci¨®n por EE y Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s.
Ten¨ªa un concepto de la amistad rayano en lo m¨ªtico. Jam¨¢s defraud¨® o dej¨® de apoyar a sus amigos, fueran del color que fuesen, nacionalistas o no, de derechas, pasotas o de izquierdas. Estoy seguro que en su cuadrilla (Txaltxa, Iradi, etc¨¦tera) seguir¨¢ siendo el alma viva a pesar de su ausencia terrenal.
Una de sus grandes pasiones era recoger setas, especialmente en sus queridas monta?as del Aranar. Detestaba los pinos y adoraba los robles. A su edad, resultaba dificil seguirle porque parec¨ªa un gamo. En una de las muchas excursiones a las que le acompa?¨¦ me dec¨ªa que otear un hongo, el boletus edulis, en la ladera de un monte era de una belleza indescriptible, por lo que le regal¨¦ el libro de G¨¹nter Grass El rodaballo, en el que hac¨ªa reflexiones similares y que agradeci¨® con gran cari?o.
Su popularidad era desbordante. En un viaje que hicimos a Marruecos, al entrar en el mercado de T¨¢nger fue acogido con gran alegr¨ªa por muchos conocidos suyos de la etapa que vivi¨® en dicha ciudad. Pero sobre todo ten¨ªa un atractivo especial para la juventud, que siempre cont¨® con ¨¦l como uno de los suyos.
Era atento y detallista, por lo que daba gran valor a las buenas formas y el protocolo, que, seg¨²n ¨¦l, se estaba perdiendo en Euskadi.
Antes de marchar al Front¨®n Anoeta, donde se quem¨®, le hizo un regalo a su mujer, porque pensaba que no volver¨ªa, con gran sorpresa para ella, que desconoc¨ªa sus intenciones. Hasta tal punto odiaba la violencia que le doli¨® personalmente haber da?ado al polic¨ªa sobre el que cay¨® y que, fortuitamente, le salv¨® la vida. Prefiri¨® siempre morir por una idea que matar por ella.
Maite Mendiz¨¢bal, su mujer, le acompa?¨® y apoy¨® en todo momento con gran entereza y valent¨ªa pese a tener, entonces, tres hijos de corta edad. A pesar de su comprometida y aventurera existencia, dedic¨® todo el tiempo que pudo a su familia.
Conversador genial y gastr¨®nomo exquisito, no le gustaban los chipirones, que le recordaban su estancia en Motrico, durante la guerra, donde era el alimento obligado. Prefer¨ªa que los bertsolaris no interrumpieran la sobremesa debido a su condici¨®n de tertuliante activo. Semanas antes de morir, protestaba porque, debido a las contraindicaciones de su medicaci¨®n, no pod¨ªa tomar un vaso de buen rioja.
Se ha dicho incorrectamente que era indisciplinado. ?l sol¨ªa decir que la disciplina es fundamental en el Ej¨¦rcito de la misma manera que la democracia lo es para un partido, y no al rev¨¦s.
Ten¨ªa gran simpat¨ªa por el nacionalismo catal¨¢n y le encantaba ir a Catalu?a. En un viaje que hicimos a Barcelona, durante las elecciones al Parlamento de 1980, se enfrent¨® a unos ultras que hab¨ªan despegado un cartel de Heribert Barrera, de Esquerra Republicana, que ¨¦l lo tom¨® como ofensa propia, haci¨¦ndoles retroceder despu¨¦s de una agria discusi¨®n. En la cena que nos dispensaron en el mitin de cierre Pujol, Maci¨¢ Alavedra, Roca, Cullell, Coll i Alentorn y Trias Fargas, les manifest¨® que su sondeo particular les daba una mayor¨ªa suficiente y... acert¨®.
En un momento en el que la clase pol¨ªtica es especialmente criticada en ciertos c¨ªrculos, sufriendo cierto grado de desprestigio, ejemplos de honestidad y entrega como los de Joseba El¨®segui ennoblecen el valor de la pol¨ªtica con may¨²sculas. Quienes contamos con el honor inapreciable de su amistad deseamos que Euskadi sea pronto lo que ¨¦l quer¨ªa que fuese: un pa¨ªs en paz. Agur, Joseba.
Andoni Monforte Arregui es ex diputado del PNV.
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