Las pesadillas del amor
Contaba Bioy el otro d¨ªa en Madrid que uno de sus temas de amistoso disenso con Borges era el aprecio a la vida. Ir¨®nico y sutilmente alegre como fue, hab¨ªa en Borges un fondo de amargura schopenhaueriana que vetaba su adhesi¨®n incondicional a la existencia; Bioy, en cambio, es un entusiasta fatalmente optimista, que se desvive por vivir, por despertar cada ma?ana y ver la luz del sol entrar por las rendijas o saborear la textura del pan reci¨¦n hecho. No por ello algunas de sus novelas y de sus cuentos dejan de ser aut¨¦nticas pesadillas, precisamente porque no se fraguan a partir de avisos l¨²gubres sino entre chanzas y perfiles sat¨ªricos.Menuda broma lo del amor que nos enciende y agarrota. Menuda broma que el recuerdo sea mayor que la presencia, que la caricia sea m¨¢s lacerante que el zarpazo, que lo demasiado sea tambi¨¦n juntamente demasiado poco... Esa sonrisa inconfundible que brota de la prosa de Bioy viene de una diferencia de estatura: la que media entre nuestras pasiones y nosotros. La pasi¨®n es enorme, intens¨ªsima y mortal; cada uno de los que la padecemos somos min¨²sculos, triviales, fatuos, transitorios. Tal es la jocosa trampa en la que se debaten los personajes de Bioy, crucificados entre la ridiculez de la rutina y el agobio de la excelsitud.
?Qu¨¦ m¨¢s a?adir a este m¨ªnimo homenaje de urgencia? La prosa de ciertos autores contagia al lector el laborioso esfuerzo de quien la compuso; la de Bioy, la invencible alegr¨ªa del creador saludable e imaginativo. Es un inteligente gui?o que disimula un escalofr¨ªo y sugiere fantasmas ocasionalmente rid¨ªculos. Placer de los argumentos y su deliberaci¨®n, de la ret¨®rica rocambolesca, del habla estereotipada m¨¢s argentina que el argentino mismo, del desenlace en suspenso o por sorpresa. Adolfo Bioy Casares, habitante gozoso del orbe de la literatura a trav¨¦s de H. G. Wells, Benjamin Constant, Byron o Stendhal, ha sabido ampliar las fronteras del reino. Enhorabuena, maestro.
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