Gestionar la protesta
EL AYUNTAMIENTO de la localidad barcelonesa de Sant Adri¨¤ suspendi¨® la construcci¨®n de 196 viviendas sociales en el barrio del Bes¨°s destinadas a aliviar la densidad demogr¨¢fica del degradado barrio de La Mina, con una nutrida poblaci¨®n gitana. La suspensi¨®n parece un carpetazo indefinido. Este aplazamiento se justifica en la necesidad de elaborar previamente un plan urban¨ªstico m¨¢s amplio de la zona. Pero las divisiones entre las administraciones implicadas y la virulenta oposici¨®n de los vecinos no auguran que dentro de un a?o las condiciones sean mejores. En resumen: los ciudadanos m¨¢s desprotegidos, los de La Mina, se van a quedar sin nuevas viviendas.Esta guerra vecinal no tiene ni los aires ni los horizontes de las cl¨¢sicas luchas populares. A estos victoriosos vecinos les asiste la raz¨®n de sufrir la prolongada desatenci¨®n de la Administraci¨®n, que hace muchos a?os los aloj¨® malamente en una aglomeraci¨®n denigrante. Pero su oposici¨®n a recibir convecinos de La Mina -tras acreditar sus ingresos, es decir, con una situaci¨®n econ¨®mica suficiente- en el barrio da pie a pensar en una prevenci¨®n que algunos han calificado de racista.
?Qu¨¦ han hecho las instituciones? Con retraso, pero al fin dialogaron. El Ayuntamiento de Sant Adri¨¤ y el consejero de Obras P¨²blicas de la Generalitat, Joaquim Molins, de la mano del s¨ªndic de greuges -en sus funciones de defensor del pueblo-, buscaron una soluci¨®n negociada que fuera v¨¢lida para todos, y encontraron una f¨®rmula razonable: situar las nuevas viviendas en otro solar del mismo barrio y dotarlo de nuevos equipamientos colectivos. La persistencia de la protesta vecinal, ya con menos razones, y los c¨¢lculos de popularidad provocaron un cambio en la actuaci¨®n de la Generalitat: tom¨® protagonismo el consejero m¨¢s proclive a aguar conflictos sin resolverlos, el de Bienestar Social, Antoni Comas, quien finalmente apoy¨® a los residentes de Bes¨®s, con gran contento de ¨¦stos y ante un Ayuntamiento socialista abrumado por su torpeza inicial y su soledad. Ducho en repartir beneficencia, Comas prefiri¨® no asumir los costes del conflicto. Ahora deber¨¢ llevar el bienestar social que da t¨ªtulo a su cartera a los ciudadanos del barrio m¨¢s deteriorado, quienes se han quedado compuestos y sin viviendas.
Los vecinos del Bes¨°s, que se han opuesto con violencia a la construcci¨®n de estos pisos, habr¨¢n logrado una victoria, pero lo que es seguro es que los derrotados -adem¨¢s de sus convecinos m¨¢s desprotegidos- son aquellos que tratan de anteponer la solidaridad a la defensa de los intereses localistas. La experiencia parece demostrar que s¨®lo a quien protesta ruidosamente se le da la raz¨®n. Las administraciones deben atender los estados de opini¨®n de la ciudadan¨ªa, dialogar y pactar. Pero cuando lo han intentado, deben aplicar sus programas: apearse de una decisi¨®n por presiones excesivas y no por convicci¨®n debilita la autoridad necesaria para quienes gobiernan. ?stos nunca deben olvidar a los colectivos socialmente m¨¢s d¨¦biles, aunque sean menos ruidosos y electoralmente menos rentables.
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