Guerras y dogmas
Un almirante espa?ol, con un candor que -de ser cierto- me enternece, puso a la flotilla que navegaba hacia el golfo P¨¦rsico bajo la protecci¨®n del Ni?o Jes¨²s. Maravillosa guerra ¨¦sta en la que ya lo de menos es el control del petr¨®leo. Los norteamericanos "conf¨ªan en Dios", seg¨²n proclaman en sus billetes de banco, los rabinos se lamentan en el Muro de las Lamentaciones ante determinadas resoluciones de la ONU invocando al Dios b¨ªblico, Sadam Husein habla en sue?os con el profeta Mahoma y ahora, para completar el panorama, los barcos espa?oles navegan acompa?ados por el Ni?o Jes¨²s, que les protege desde su cuna. ?Dir¨¢n luego que esto no es una guerra santa!Se me podr¨¢ argumentar que las guerras las provoca siempre el dios del dinero, pero es que dicha deidad adopta infinidad de formas. Y en esto hemos de reconocer que el catolicismo es enormemente rico. Los dem¨¢s, que han conseguido reducir el divino absurdo a la simplicidad del monote¨ªsmo, deben conformarse con recurrir al Dios ¨²nico -y alg¨²n que otro profeta, como hace Sadam- para conseguir la preceptiva protecci¨®n. El catolicismo no. El catolicismo puede invocar a un Dios que es como si fuesen tres, pero que, al parecer, es uno; a una mujer virgen, pero que es madre; a una legi¨®n de ¨¢ngeles, beatos y santos de gran capacidad de milagro, equivalentes de los semidioses de otras mitolog¨ªas m¨¢s antiguas, y, rizando el rizo, es capaz de lograr el desdoblamiento de personajes singulares. La Virgen, por ejemplo, se desdobla hasta el infinito, como se puede observar f¨¢cilmente ante las rivalidades que se generan entre los pueblos de este pa¨ªs a causa del fervor hacia su virgen. Este desdoblamiento llega a la raza (v¨ªrgenes blancas, negras, etc¨¦tera) y, como en el caso que nos ocupa, llega hasta la edad: el almirante no ha solicitado la protecci¨®n de su Dios, o de la segunda persona-tercera parte de su Dios, sino que ha recurrido al Dios-Ni?o, algo as¨ª como lo que la biolog¨ªa denominar¨ªa una forma inmadura.
Perd¨®neseme esta prosa coloquial ligeramente sarc¨¢stica. Ya s¨¦ que los creyentes llevan mal la cr¨ªtica de sus dogmas, pero los ateos tolerantes -y por tal me tengo-, que jam¨¢s entorpec¨ªamos el desarrollo de confesi¨®n alguna, llevamos siglos sufriendo la intolerancia de la religi¨®n en sus m¨²ltiples formas, y, de vez en cuando, apetece un peque?o escape que nos haga olvidar la Inquisici¨®n, la condena a muerte de Salman Rushdie o la persistencia en nuestro C¨®digo Penal del delito de blasfemia, aunque no se aplique con la alegr¨ªa con la que se hac¨ªa en tiempos no tan remotos.
Perm¨ªtaseme una reflexi¨®n final, fruto tambi¨¦n de nuestra actualidad inmediata. ?Podr¨¢n los marineros espanoles bajo la protecci¨®n del Ni?o Jes¨²s utilizar condones si se les presenta la ocasi¨®n? Mucho me temo que, atrapados entre la protecci¨®n cristiana y la ley cor¨¢nica, los soldados espa?oles van a tenerlo mal para pensar en cosas ajenas a la guerra santa.-
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