El Madrid gan¨® al otro Barcelona
El valor catastral del Real Madrid, sin haber sido sometido a una revisi¨®n, es alto; pero, parad¨®jicamente, su cotizaci¨®n real en un mercado futbol¨ªstico estancado y monopolizado en el actual ejercicio por el Barcelona es baja. El Madrid busc¨® anoche, a trav¨¦s de una descafeinada competici¨®n llamada Supercopa, recuperar el equilibrio psicol¨®gico necesario que le permita caminar con desenvoltura por la Liga y con garbo por la Copa de Europa. Lo encontr¨® en parte. Rompi¨® el maleficio que pesaba sobre la quinta del Buitre, que no conoc¨ªa la victoria en el Camp Nou. Pero su triunfo no tiene quilates suficientes como para valorarlo a peso de oro. Johan Cruyff, t¨¦cnico del Barcelona, se encarg¨® de devaluarlo previamente -obligado por las lesiones y tambi¨¦n siguiendo una estrategia perfectamente planificada- alineando a un equipo con muchos suplentes.Al c¨¦sped del Camp Nou saltaron dos equipos perfectamente perfumados. Pero el perfume, al contrario que la esencia, se desvanece con mayor rapidez. El Bar?a dej¨® deliberadamente en el vestuario la esencia que desprende en esta Liga. El Madrid no pudo acicalarse con ella porque la est¨¢ buscando desesperadamente. No hubo pedigr¨ª ni distinci¨®n sobre el terreno de juego. S¨®lo los nervios y los incidentes inherentes a todo Bar?-Madrid.
Alfredo di St¨¦fano, un pozo de sabidur¨ªa futbol¨ªstica que apenas presta atenci¨®n al baloncesto, no aplica en el f¨²tbol los recursos de ese deporte como otros t¨¦cnicos. Es un entrenador a la antigua usanza y, l¨®gicamente, un fiel seguidor del ya cl¨¢sico 4-4-2. Ese sistema lo aplic¨® anoche frente al Barcelona removiendo un poco la alineaci¨®n. Ausente Maqueda, dio otra oportunidad al criticado Spasic, con la misi¨®n de sujetar al siempre peligroso Julio Salinas. No contento con esto, coloc¨® en los pies del joven Arag¨®n la man¨ªja, al sentar al ego¨ªsta Hagi en el banquillo.
Cruyff le respondi¨® con un equipo plagado de reservas, y hasta se permiti¨® el lujo de alinear a tres chavales del filial. Dos de ellos, ?lex y Herrera, tuvieron la dif¨ªcil papeleta de encargarse de los marcajes de Butrague?o y Hugo S¨¢nchez, respectivamente.
Los jugadores del Madrid, que, curiosamente, se encontraron en las habitaciones de su hotel barcelon¨¦s un libro con el sugerente t¨ªtulo de ?C¨®n1o conseguir lo que usted desea ? ' tuvieron enfrente a unos rivales semidesconocidos que les plantaron cara durante 40 minutos. Y es que el otro Barca, a pesar de los discursos previos de Cruyff, quer¨ªa ganar el encuentro; no deseaba tirarlo por la borda de antemano.
El Madrid tan s¨®lo cre¨® peligro a bal¨®n parado -Fernando Hierro estrell¨® un bal¨®n en el poste en el lanzamiento de una falta-, aunque intent¨® desestabilizar al conjunto azulgrana por su flanco derecho, el m¨¢s d¨¦bil. El Bar?a tampoco cre¨® grandes inquietudes a Buyo.
El panorama cambi¨®, tras una entrada de Chendo a Stoichkov. Cruyff, un maestro en el arte de la provocaci¨®n, busc¨® la tarjeta roja de la expulsi¨®n. Otro tanto hizo Stoichkov, a quien los ¨¢rbitros ya le han tomado la medida y a quien nadie le ha explicado los peligros que entra?an sus actitudes chulescas. El Bar?a se qued¨® sin entrenador y con s¨®lo 10 hombres.
El Madrid no desaprovech¨® la oportunidad. Con mas soltura que en anteriores partidos, los hombres de Di St¨¦fano volvieron a sus or¨ªgenes. Hubo frescura en sus acciones ofensivas, pero los chavales del filial azulgrana no perdieron la compostura. Aguantaron el chaparr¨®n. No pudieron controlar en una ocasi¨®n a Butrague?o y lleg¨® el gol de Michel. Se les escapo una vez Hugo S¨¢nchez, pero el poste se encarg¨® de anular la acci¨®n del mexicano.
Gan¨® el Madrid, pero no encontr¨® todav¨ªa la esencia embriagadora. El Bar?a la utilizar¨¢ en Zaragoza, donde ya no habr¨¢ reservas ni probaturas. La Supercopa no es la Liga.
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