Censura c¨¢ntabra
TAL COMO estaban las cosas en Cantabria, el apoyo de lo que queda del Grupo Popular al candidato socialista para sustituir a Juan Hormaechea en la presidencia de esa comunidad era casi la ¨²nica salida viable. La anormalidad de la situaci¨®n se reflejaba en el hecho de que el mixto era, con sus 15 diputados, el grupo mayoritario en la C¨¢mara aut¨®noma. En ese abigarrado cami¨®n escoba se hab¨ªann dado cita descolgados de todas las formaciones, incluyendo cuatro parlamentarios populares que, tras algunas vacilaciones, hab¨ªan decidido a ¨²ltima hora no secundar la ruptura de su partido con Hormaechea.De esta manera, el Partido Popular (PP), cuya lista, encabezada por el propio Hormaechea, hab¨ªa obtenido en 1987 el 44% de los votos y 19 de los 39 esca?os de la Asamblea, se hab¨ªa quedado con tan s¨®lo siete diputados, cinco menos que los socialistas. La inicial negativa de ¨¦stos a secundar la moci¨®n de censura anunciada por el PP con el argumento de que se trataba de "un problema interno (le la derecha" hab¨ªa conducido a un callej¨®n sin salida. Por ello hay que felicitarse de que se haya impuesto la cordura y que los dos primeros partidos de la regi¨®n hayan decidido supeditar sus eventuales intereses particulares a los de las instituciones, cuya dignidad estaba en juego.
La decisi¨®n de Aznar de ir hasta el final en este asunto es digna de elogio. Cabe esperar ahora que el joven dirigente conservador sepa extraer las lecciones del episodio. Pues, como record¨® un diputado socialista en el debate del martes, el Gobierno que estaba siendo sometido a censura parlamentaria era "un Gobierno del PP, con un programa del PP y presidido por el candidato que hab¨ªa propuesto el PP". Un candidato que ya hab¨ªa sido alcalde y cuya afici¨®n a alardes como el que finalmente le ha costado el cargo no pod¨ªa ser desconocida para los dirigentes populares; y cuyos m¨¦todos para hacerse con una plataforma pol¨ªtica propia urdida sobre una compleja red de intereses poco claros tampoco son un secreto: desde junio pasado, una comisi¨®n parlamentaria investiga presuntas irregularidades financieras de la Consejer¨ªa de Econom¨ªa, Hacienda y Presupuestos, y el propio Hormaechea -que impidi¨® la realizaci¨®n de una auditor¨ªa sobre tales presuntas irregularidades- ha sido objeto de una denuncia ante el Tribunal Supremo de Cantabria bajo la acusaci¨®n de prevaricaci¨®n y malversaci¨®n de fondos.
La ruptura del grupo parlamentario que hab¨ªa venido sosteniendo a Hormaechea permite intentar ahora, antes de las elecciones de mayo, la regeneraci¨®n de la vida pol¨ªtica de Cantabria. La soluci¨®n de constituir un Gobierno de concentraci¨®n presidido por un socialista es una salida de emergencia a una situaci¨®n de bloqueo institucional; pero es evidente que no refleja la voluntad de un electorado que en 1987 vot¨® mayoritariamente a los conservadores. Los socialistas habr¨¢n de tenerlo en cuenta, sin intentar aprovechar la carambola que les ha llevado a la presidencia para obtener ventajas con vistas al futuro. Se trata de un Gobierno provisional, de gesti¨®n, y ser¨ªa deseable que su funcionamiento fuera por consenso.
Es posible, con todo, que en estos meses se configuren alternativas de gobierno diferentes a las existentes hasta ahora, y en todas las cuales era un factor determinante la presencia de Hormaechea. Naturalmente, ser¨¢n las urnas las que decidan; pero ser¨ªa conveniente que los partidos adelantasen desde ahora si est¨¢n dispuestos o no a pactar ma?ana con quien hoy reprueban. Pues no ser¨ªa peque?a paradoja que los mismos que ahora censuran el caciquismo populista del ya ex presidente de Cantabria descubran en mayo que se trata de un excelente aliado cuya carrera pol¨ªtica vale la pena prolongar a cambio de su apoyo en tal o cual importante municipio.
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