Del catastro al NIF
DE FORMA paralela al s¨ªndrome del catastro, los ciudadanos de este pa¨ªs se han enfrentado al del n¨²mero de identificaci¨®n fiscal (NIF). La impericia, ineficacia y falta de previsi¨®n de Hacienda han vuelto a ser las culpables de este desaguisado y de las enormes colas ante sus delegaciones en toda Espa?a. La parte m¨¢s grave del asunto -el cobro de n¨®minas y pensiones por los cuenta correntistas a los que Hacienda no hab¨ªa proporcionado su NIF- ha quedado resuelta a medias con un aplazamiento de un mes.La implantaci¨®n del NIF ha suscitado numerosas y serias reticencias, algunas de las cuales esperan la decisi¨®n judicial, como el recurso del Consejo General del Colegio de Economistas de Madrid ante el Tribunal Supremo. Este pa¨ªs no dispone todav¨ªa de la Ley Org¨¢nica de Protecci¨®n de Datos Inform¨¢ticos que exige la Constituci¨®n, cuyo proyecto no ha sabido elaborar el Gobierno en ocho a?os, a la vez que impone por decreto normas que pueden afectar al ¨¢mbito de la vida privada y la intimidad personal.
Pero las cuestiones formales son en este caso tan preocupantes como las de fondo. ?A santo de qu¨¦ la Administraci¨®n puede contemplar con indiferencia la formaci¨®n de enormes colas y la angustia de miles de ciudadanos? ?Es que este Gobierno no expuso enf¨¢ticamente que de lo que se trataba era de que Espa?a funcionase? El asunto de las colas no es una simple an¨¦cdota. Es un s¨ªntoma. Ejemplifica a la perfecci¨®n que los1se?os de laboratorio de los tecn¨®cratas se proponen en total desconexi¨®n con quienes deber¨ªan ser sus beneficiarios, perfil¨¢ndose m¨¢s bien como sus v¨ªctimas. Propuestas que se llevan a cabo por aparatos administrativos que o son ineficaces o est¨¢n mal dirigidos por sus responsables pol¨ªticos. Resulta leg¨ªtimo interrogarse sobre si los males anunciados se deben ¨²nicamente a un distanciamiento entre los gestores de Hacienda y el p¨¢lpito de la ciudadan¨ªa o si estamos ante un grav¨ªsimo deterioro en el estilo de gobierno de ese departamento.
Hay que recordar, frente a quienes se amparan en la menor excusa para abonar cualquier v¨ªa de fraude fiscal, que la exigencia de pagar impuestos no s¨®lo es moralmente leg¨ªtima, sino que constituye un imperativo legal. Desde este punto de vista, la trayectoria del actual Ministerio de Hacienda tiene en su haber una gran tenacidad y algunos importantes logros en la lucha por la transparencia tributaria, por la afloraci¨®n de las grandes bolsas de fraude y, en consecuencia, por la modernizaci¨®n fiscal. Los episodios de los seguros de prima ¨²nica, de las cesiones de cr¨¦ditos opacas, de las cuentas secretas y del fraude del IVA son ejemplos de esa loable tenacidad.
Pero es de temer que, de tanto perseguirlo, la obsesi¨®n del fraude se haya tornado enfermiza. Y as¨ª, la falta de medida, de sensibilidad y de precisi¨®n t¨¦cnico-administrativa en asuntos como los del catastro y del NIF -mientras, por otro lado, la reforma del IRPF sestea- permiten intuir que en Hacienda ha empezado a extenderse la convicci¨®n de que todos los contribuyentes son delincuentes en potencia.
De esta manera, buena parte de la credibilidad y del apoyo social que consigui¨® la anterior luchia contra el fraude -pese a las lamentaciones de ultramontanos y corruptos- ha quedado anulada. Con la torpe y autoritaria manera de implantar el catastro y el NIF, Hacienda se ha tirado una piedra de gran tama?o sobre s¨ª misma: ha logrado -esperemos que no totalmente- crear un estado de opini¨®n en el que se mezcla y confunde la justa protesta de los ciudadanos cumplidores con la hip¨®crita utilizaci¨®n de cualquier fallo por parte de los defraudadores y sus corifeos.
Pues bien, si, como parece, esto es as¨ª, urge un dr¨¢stico cambio de rumbo en la gesti¨®n de la Hacienda espa?ola. Pero no para diluir la lucha por la transparencia y la conciencia fiscal. Simplemente para que todos los ciudadanos paguen correctamente sus impuestos, con la ayuda, y no bajo la amenaza, de la Administraci¨®n.
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