Schumann por dos italianos
Todo fue un tanto especial en el ¨²ltimo concierto de la ONE. El director, Aldo Ceccato, cuya actuaci¨®n estaba prevista hace tiempo, la lleva a cabo despu¨¦s de su reciente nombramiento como titular de nuestro primer conjunto sinf¨®nico; el programa se dedicaba monogr¨¢ficamente a Roberto Schumann, y volv¨ªa a Madrid un pianista muy querido y admirado, el napolitano Aldo Ciccolini, en plenitud ele madurez, t¨¦cnica e ideol¨®gica.El p¨²blico recibi¨® a Ceccato con una muy larga ovaci¨®n que pod¨ªa entenderse como su asenso a la designaci¨®n; la orquesta parec¨ªa contenta y entregada, y los resultados fueron de alto nivel. Todo hace suponer que la ONE inicia una etapa fruct¨ªfera tras per¨ªodos de demasiadas dudas y tanteos e incluso de dimes y diretes.
Orquesta Nacional de Espa?a
Director: Aldo Ceccato. Solista: A. Ciccolini (piano). Obras de Schumann. Auditorio Nacional. Madrid. 7, 8 y 9 de diciembre.
Seg¨²n el programa de mano, la ONE interpretaba por vez primera la obertura La novia de Messina, de 1851, escrita para el drama de Schiller y contempor¨¢nea de la redacci¨®n definitiva de la Cuarta sinfon¨ªa. La orquesta son¨® plena y el maestro supo poner claridad en la densa, trama sinf¨®nica. Luego, Aldo Ciccolini, premio Marguerite Long-Jacques Thibaud (1949), concedido por un jurado en el que, por cierto, estaba Ernesto HaIffter, hizo tina excelente versi¨®n del Concierto en la menor (1845), por el poder¨ªo de los medios t¨¦nicos y la calculada pero efectiva expresividad. Fue un Schumann que combin¨® el ensimismamiento y la franca comunicatividad, y cont¨® con la exacta e identificada colaboraci¨®n de Ceccato y los profesores de la ONE. Todos recibieron muy largas y repetidas ovaciones.
Para Finalizar, Ceccato dirigi¨® la Sinfon¨ªa n¨²mero 1 en si bemol, Primavera (1841), seg¨²n la versi¨®n revisada por Gustav Mahler. Schumanniano decidido, Mahler tocaba al plano en su juventud La humoresca y las Escenas en el bosque, y andando el tiempo, dirigi¨® con frecuencia Manfredo y Las cuatro sinfon¨ªas. Como Wagner hizo con Beethoven, la intervenci¨®n de Mahler en los pentagramas schumannianos no fue caprichosa: trat¨® de encontrar para la obra interpretada la m¨¢xima claridad y la mejor fidelidad a las intenciones del autor, abriendo la textura instrumental, clarificando las l¨ªneas tem¨¢ticas y los dise?os r¨ªtmicos, matizando la din¨¢mica y reinstrumentando algunos efectos, tal y como nos describe Mosco Carner. Cosa, por otra parte, habitual en todos los grandes directores. Recuerdo bien c¨®mo Carl Schuricht s¨®lo dirig¨ªa las sinfon¨ªas de Schumann con su partitura y sus materiales convenientemente anotados y retocados tras un riguroso an¨¢lisis.
Espl¨¦ndida
La versi¨®n de Ceccato fue espl¨¦ndida, no s¨®lo por buscar y conseguir esa clarificaci¨®n, sino tambi¨¦n por la unidad expositiva, que parec¨ªa nacida de un solo impulso, la planificaci¨®n de las superficies sonoras, la disposici¨®n del plan din¨¢mico, el juego de contrastes y la flexibilidad y firmeza de la pulsaci¨®n r¨ªtmica. Cuanto hace Ceccato interesa, pues es producto de un talento natural de m¨²sico y un estudio que nada deja al azar; no debe entenderse como tal la espont¨¢nea carga human¨ªstica que dimana del director para aumentar la fuerza afectiva de esta m¨²sica tan bella, original y, en no pocos rasgos, avanzada. Nuevas oleadas de aplausos coronaron la versi¨®n schumanniana de este maestro milan¨¦s que, como su lejano antecesor, el napolitano Scarlatti, ha tomado de Madrid la v¨ªa. Pronto podremos decir de ¨¦l, como Subir¨¢ afirmaba de Bocherini y Scarlatti, que se trata de un italiano madrile?izado.
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