La venganza de la momia
Discutir pormenorizadamente el contenido del documento acerca de la temperatura moral de nuestra sociedad hecho p¨²blico por los obispos ser¨ªa un ejercicio gratificante para la malicia, pero est¨¦ril en casi todos los restantes aspectos del intelecto. Dicen lo de siempre ,(lo de siempre aqu¨ª y ahora, claro, no lo que dijeron bajo Franco o bajo Hitler) y, por tanto, habr¨ªa que responderles lo de siempre, si es que responderles tuviera alg¨²n sentido. Apenas lo tiene, pues no parece prudente contestar a las campa?as publicitarias: hay tantas y tan fantasiosas que no acabar¨ªa uno nunca. La ya muy baqueteada empresa ofrece sus servicios psicoterap¨¦uticos a la antigua y para anunciarse desacredita a sus rivales m¨¢s modernos, todos sometidos a manipulaciones industriales y ali?ados con colorantes t¨®xicos: como el turr¨®n de almas artesano, fabricado al modo de siempre y jam¨¢s, no hay ninguno. Pues bueno. El modo de lanzamiento no resulta demasiado escrupuloso (?ese viejo truco que nunca falla de confundir valores morales y valores religiosos, opciones laicas con entrega a la amoralidad!), pero dif¨ªcilmente puede ser considerado antidemocr¨¢tico. La empresa, por lo dem¨¢s, nunca ha confiado demasiado en los votos: ya s¨®lo cree en el de castidad y en el de obediencia. Del de pobreza esperan aliviarse gracias a la financiaci¨®n estatal, y ¨¦sta s¨ª que es antidemocr¨¢tica, pero como al Estado democr¨¢tico no parece molestarle en exceso habr¨¢ que tener paciencia. S¨®lo cabe deplorar que no hayan puesto su talento publicitario al servicio de los preservativos, porque habiendo tenido un cardenal llamado Gom¨¢ y otro Segura el ¨¦xito de su anuncio hubiera sido impecable...Lo que en cambio me parece m¨¢s sustancioso es reflexionar un poco sobre las dificultades presentes de la actitud consecuente de laicismo, reflejadas en algunas de las reacciones p¨²blicas que ha suscitado el monitum obispal. El laicismo no se opone a la religi¨®n, claro est¨¢, como no se opone al psicoan¨¢lisis, a la filatelia, al espiritismo o a cualquier otro medio no contrario a las leyes por el que las personas intenten aumentar el sentido y plenitud de sus vidas. A lo que se opone es a que las iglesias, es decir, las instituciones que se autoproclaman administradoras de lo religioso, impongan obligatoriamente sus criterios a la totalidad plural de la sociedad. En una palabra: el laicismo lo que no quiere es que las iglesias legislen o que el Estado, por presi¨®n de ellas, se vea obligado a catequizar. Se trata de una actitud revolucionaria, desde luego, porque trastoca un orden de cosas vigente durante muchos siglos y que a¨²n hoy perdura en demasiados lugares; pero es que el laicismo proviene de una revoluci¨®n y la prolonga: la revoluci¨®n democr¨¢tica. El pensamiento laico no es una actitud de neutralidad o indiferencia, sino una toma de postura: en lo tocante a la administraci¨®n del reino de este mundo, apuesta por la raz¨®n frente a la revelaci¨®n, por los acuerdos y pactos frente a los dogmas, por la satisfacci¨®n del cuerpo frente a la penitencia del alma, por lo relativo y probable frente a lo absoluto y nunca visto. En lo concerniente al resto, que cada cual rece cuanto quiera y a quien quiera, que se mortifique o entre en ¨¦xtasis como considere oportuno.
Desde esta perspectiva laica, el problema no est¨¢ en que los cl¨¦rigos se empe?en en hacer una pol¨ªtica reaccionaria, sino simplemente en que se conviertan en instancia pol¨ªtica, del tipo que sea. En el documento de los obispos, por ejemplo, no tiene mucho sentido espigar aquellos aspectos en que tienen raz¨®n de los que resultan carcas y obsoletos. Los unos se apoyan en el mismo fundamento o ausencia de tal que los otros y el prop¨®sito de todos es fomentar la sumisi¨®n de la gesti¨®n de lo temporal a los portavoces de lo venidero perdurable. El olvido de este principio es nefasto para el laico. Recuerdo no hace mucho un espacio televisivo sobre el papel actual de los jesuitas, creo que con motivo del aniversario del asesinato de Ellacur¨ªa y sus compa?eros en El Salvador. Participaban varios sacerdotes, todos ellos pr¨®ximos a la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, y como ¨²nico seglar, un catedr¨¢tico de Filosof¨ªa, antiguo senador socialista en el Parlamento espa?ol. Las tesis que all¨ª se manten¨ªan eran tan avanzadas que uno de los participantes declar¨® que el capitalismo era el mayor pecado del mundo moderno... inmediatamente despu¨¦s del aborto y la tolerancia de la homosexualidad. Nadie protest¨® por este planteamiento y el seglar s¨®lo reconvino amablemente a sus colegas por lo mucho que hab¨ªa tardado la Compa?¨ªa de Jes¨²s en enfrentarse a los "poderosos", cr¨ªtica que le fue gustosamente aceptada. Pues bien, en cuanto laico no dudo del coraje humano de curas como ¨¦sos en ciertas latitudes y abomino del crimen cometido contra varios de ellos; pero ninguna suma de m¨¢rtires me har¨¢ aceptar como indiscutible una liberaci¨®n pol¨ªtica que conserva demasiado evidente el lastre teol¨®gico de su motivaci¨®n original.
El laicismo se arriesga a ser tachado de tibio porque no cree en la venida de lo absoluto liberador ni en la invenci¨®n radical de un hombre nuevo: prefiere los parches y el gradualismo. Cuando se le reconviene en nombre del supuesto fracaso de la raz¨®n ilustrada en la modernidad, que autorizar¨ªa el retorno a lo religioso, responde sonriendo que la raz¨®n siempre fracasa porque se la puede juzgar por sus resultados, mientras que la religi¨®n siempre permanece inc¨®lume porque hay que juzgarla por sus promesas. No comparte el resentimiento de quienes, fieles a secularizaciones pol¨ªticas de lo absoluto hoy en dichosa quiebra, auguran todo tipo de males a los descre¨ªdos. As¨ª, por ejemplo, Mario Benedetti en un art¨ªculo reciente (Hacia un estado de malestar, EL PA?S, 19 de noviembre de 1990), afirmando que el socialismo real pinch¨® en cuestiones de libertad o derecho, pero "solvent¨® necesidades tan elementales del ser humano como la salud, la vivienda, la educaci¨®n, el cuidado de la infancia y la estabilidad laboral (con especial atenci¨®n a la mujer trabajadora)". ?Cu¨¢nta fe! Ya no es s¨®lo creer en lo que no vimos, sino adem¨¢s descreer de lo que estamos viendo; si los reg¨ªmenes comunistas hubieran resuelto satisfactoriamente esas cuestiones en alg¨²n lugar que no fueran sus estad¨ªsticas oficiales gozar¨ªan hoy de una evoluci¨®n serena en lugar de la evidente liquidaci¨®n por derribo a la que asistimos.
Por supuesto, la actitud laica tampoco asume ese otro absoluto que es la raz¨®n de Estado, con sus santificaciones del secretismo pol¨ªtico, la tortura o los cr¨ªmenes parapoliciales, la salud como imposici¨®n oficial, la aplicaci¨®n selectiva del derecho internacional con exclusiva atenci¨®n a los intereses de las mayores potencias, el hambre forzosa de tantos y la servidumbre a dictaduras nacionales de muchos, la resignaci¨®n c¨ªnica ante la miseria a¨²n generalizada en un mundo rico, etc¨¦tera, Sin embargo, contra todo profetismo sigue recordando el dictamen de P¨ªndaro, un poeta muy religioso, desde luego, pero griego: "La raza m¨¢s loca entre los hombres es aquella que menosprecia lo que tiene en torno y dirige la mirada m¨¢s all¨¢, persiguiendo lo inconsistente con vana esperanza".
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