Un h¨¦roe de nuestro tiempo
Hay pel¨ªculas nuevas que resultan sorprendentes e inesperadas. Un mundo sin piedad es una de ellas, la ¨®pera prima de un nuevo realizador, Eric Rochant, que se responsabiliza adem¨¢s del gui¨®n y que recibi¨® el premio franc¨¦s, el C¨¦sar m¨¢s reciente, como la mejor realizaci¨®n del a?o. El filme es rabiosamente personal y tiene esa p¨¢tina desesperada y tremendamente seria que a menudo caracteriza los trabajos de los directores m¨¢s j¨®venes.Por un lado es una pel¨ªcula de nuestro tiempo, indiscutiblemente, porque la mirada del autor carece de complacencia, y est¨¢ recorrida por una secreta desesperaci¨®n. En otro sentido no es un relato deudor de a moda al uso-, sino una narraci¨®n bronca y sint¨¦tica en la que late una buena asimilaci¨®n de los planteamientos m¨¢s radicales de los directores de la nueva ola en lo que ten¨ªa aquel movimiento de lecci¨®n permanente. Eric Rochant ha sido capaz de desafiar algunas de las reglas del cine comercial, desde?ando la complacencia y el halago, con unos personajes poco gratos, verdaderos antih¨¦roes que se agitan con dificultad, entre la desesperanza y el caos. Sus im¨¢genes no buscan esa p¨¢tina del buen dise?o y de la belleza epid¨¦rmica -tan frecuente hoy en la mayor¨ªa de los producciones industriales- sino la precisi¨®n y la justeza.
Un mundo sin piedad
Un monde sans piti¨¦. Producci¨®n: Alain Rocca. Gui¨®n y direcci¨®n: Eric Rochant. Im¨¢genes: Pierre Novion. M¨²sica: G¨¦rard Torikian. Int¨¦rpretes: Hippolyte Girardot, Mireille Perrier, Jean-Marie Rollin. Estreno en Madrid: cine Renoir. Versi¨®n original.
Entre la sequedad y el disimulo favorecen la discreci¨®n y la humildad antes que el disfraz y la m¨¢scara. Aunque procura mantener una cierta contenci¨®n, el joven director (31 a?os) se revela como un moralista seco y p¨²dico que desea describir una relaci¨®n amorosa dif¨ªcil y poco convencional, con un protagonista curioso, al margen de la sociedad, y cuyo c¨®digo de conducta no se acomoda en absoluto a las normas habituales.
Rochant ha logrado una primera obra con un nivel nada com¨²n (lo que es tan escaso, casi tan ins¨®lito, en Francia y fuera de ella, que debe ser saludado como un verdadero milagro) y se trata de una cr¨®nica urbana, nada costumbrista, que busca una cierta esencialidad en la descripci¨®n, transmiti¨¦ndonos un retrato existencial amargo y deslumbradoramente sincero.
Babelia
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