Navidades en vela
La mayor¨ªa de los ministros del actual Gabinete de Felipe Gonz¨¢lez disfrutar¨¢ las vacaciones de Navidad convencida de que a la vuelta, en la segunda quincena de enero, el presidente se decidir¨¢ a hacer cambios. Un secretario de Estado, algo castizo, lo resum¨ªa as¨ª: "Esperemos que sea cierto y que lo haga pronto, porque mantener las cosas as¨ª, la verdad, no parece muy cristiano".Los ministros consultados por este peri¨®dico reconocen, sin embargo, que sus augurios se deben m¨¢s al fruto de sus an¨¢lisis pol¨ªticos que al manejo de datos concretos. El presidente no s¨®lo no transmite informaci¨®n de ese tipo a sus directos colaboradores, sino que su c¨ªrculo de ¨ªntimos es cada vez menor, como asegura alguno de los que hasta hace pocos meses form¨® parte del peque?o grupo que ha acompa?ado a Gonz¨¢lez a lo largo de toda su trayectoria pol¨ªtica.
Los an¨¢lisis parten en la mayor¨ªa de los casos de un hecho: en este Gabinete, que un d¨ªa fue de amigos y que ahora es de colegas (en el sentido tradicional de la palabra), existen, simplificando, tres familias o sensibilidades: guerristas, solchagistas y veteranos. El presidente siempre ha cre¨ªdo que su equipo funciona, y ha achacado a la "opini¨®n publicada", a la prensa, la creaci¨®n de los supuestos problemas internos. "Pero ahora, por vez primera, admite que tiene realmente problemas dentro", coinciden un alto cargo y una fuente del llamado clan de Chamart¨ªn, integrado por veteranos, grupo en el que se encuadran Carlos Romero, Joaqu¨ªn Almunia, Javier Solana, Jos¨¦ Barrionuevo y Narc¨ªs Serra (quienes, no obstante, rechazan cualquier etiqueta).
Uno de ellos es contundente al describir la situaci¨®n: "Por vez primera, [Felipe Gonz¨¢lez] ha tenido que apagar el fuego tras las declaraciones contradictorias de Guerra y Solchaga sobre econom¨ªa" (la pasada semana, el uno en Sevilla y el otro en Roma; el uno hablando de la necesidad de una ley de hierro para los beneficios y el otro diciendo que nunca har¨ªa tal ley).
Otro miembro de la misma familia cree que "el asunto [la tensi¨®n Guerra-Solchagal es gordo", y otorga m¨¢s influencia a Guerra de la que le dan otros ministros: "Detr¨¢s de este enfrentamiento hay muchas cosas, una de ellas la sucesi¨®n. Son los dos miembros del Gabinete que m¨¢s poder real tienen. Uno dirige la comisi¨®n de subsecretarios y el otro controla el dinero. Adem¨¢s, en el fondo un Gobierno no son 15 o 20 ministros, sino cinco o seis, y ambos forman parte de este reducido n¨²cleo. No se trata de un debate muy limpio, porque no es ideol¨®gico, aunque a veces se disfrace como tal. Espero que no se prolongue mucho, pero esto tiene s¨®lo una soluci¨®n: la salida de uno o de otro".
Los ministros consultados tambi¨¦n coinciden al se?alar que Felipe Gonz¨¢lez ha retrasado en exceso los cambios en el Ejecutivo. Los guerristas ya se mostraron partidarios de que el reajuste se hiciera antes del 320 Congreso del pasado noviembre. Otros prefer¨ªan que se hiciera inmediatamente despu¨¦s, pero en todo caso abord¨¢ndolo de una forma estrat¨¦gica global, teniendo en cuenta lo que ocurr¨ªa en el partido y en el Ejecutivo. Gonz¨¢lez no lo hizo y ahora sus ministros, de una y otra familia, se muestran algo desconcertados sobre lo que puede ocurrir.
Guerra gan¨® ese 321 congreso sin intervenir p¨²blicamente en ¨¦l, y Solchaga no entr¨® en la ejecutiva. El ministro se desahog¨® en los pasillos: "He perdido".
Guerra no discute
Pero Felipe Gonz¨¢lez tambi¨¦n se mostr¨® muy claro en dos cuestiones durante ese congreso socialista: apoy¨® la pol¨ªtica econ¨®mica de Solchaga, en su discurso de apertura; y dej¨® bien sentado que el congreso manda en la elecci¨®n de la ejecutiva, mientras que el presidente del Gobierno manda en la elecci¨®n de sus ministros y en la acci¨®n de gobierno. ?ste es el esquema que, seg¨²n varios de los ministros, permite el funcionamiento de la Administraci¨®n sin interferencias extra?as: Guerra manda en el partido, pero no discute en los ¨®rganos internos del Gobierno las decisiones respectivas de cada ministro.
Ni siquiera lo hizo en el pol¨¦mico proyecto de revisi¨®n catastral. Guerra dej¨® actuar y despu¨¦s Solchaga apareci¨® como la cabeza de turco en la pol¨¦mica creada. Fuentes del sector solchaguista insisten en que el vicepresidente no entra en los temas econ¨®micos, que Solchaga y su amigo Aranzadi hablan directamente con Felipe Gonz¨¢lez. Guerra ni siquiera ejerce sus posibilidades de incordio en la comisi¨®n de subsecretarios, que encabeza cada mi¨¦rcoles. "Quiz¨¢s hay m¨¢s nervios y enfrentamientos en los escalones inferiores", admiten ministros de todos los sectores. "Las relaciones directas de los miembros del Gobierno no son malas, y no se resiente el funcionamiento".
Uno de los ministros veteranos lo explica as¨ª: "No pertenezco a ninguna de las dos l¨ªneas, o, mejor dicho, dos estilos, que existen en el Gobierno. Yo soy del proyecto del 82. Pero creo que en el Gabinete hay dos velocidades: la de Felipe, de m¨¢s altura, europe¨ªsta y de grandes temas de Estado, y la de Guerra, m¨¢s ce?ida al consumo interno. Las discrepancias entre Guerra y Solchaga no son dram¨¢ticas. Adem¨¢s, el vicepresidente no interviene muy directamente en las decisiones de Gobierno. Dir¨ªa que a Solchaga lo que realmente le molesta es el entorno guerrista, y m¨¢s particularmente Fern¨¢ndez Marug¨¢n" (miembro de la ejecutiva y asesor econ¨®mico de Guerra). Incluso ministros considerados guerristas insisten en que el papel del vicepresidente dentro del Gobierno es de perfil bajo: "Los consejos [de ministros] que preside Alfonso son puramente de tr¨¢mite. Es muy respetuoso con las ausencias de Felipe. Nunca se produce un debate de importancia si no est¨¢ ¨¦l".
El sector solchaguista (Carlos Solchaga, Claudio Aranzadi, Jorge Sempr¨²n) no se siente especialmente inc¨®modo en el Gobierno. "Con Guerra tenemos diferencias de estilo", se?ala una fuente de este sector. "No nos gustan sus declaraciones, pero ¨¦l no interfiere en la pol¨ªtica de los ministerios, y tampoco en la pol¨ªtica econ¨®mica. Puede que ¨¦l haga unas declaraciones m¨¢s izquierdistas, y que su gente nos considere neoliberales, pero a la hora de la verdad nadie discute las medidas concretas. Son discusiones te¨®ricas, en declaraciones a la prensa, pero no en el seno del Gobierno. Guerra preside la comisi¨®n de subsecretarios y nunca ha discutido o ha parado una propuesta econ¨®mica, en contra de lo que pudiera pensarse por su enfrentamiento con el ministro de Hacienda. No interviene en este campo, nuestro ministerio trata directamente con Felipe. Normalmente por tel¨¦fono, porque no suele despachar en Moncloa con los ministros. Da mucha autonom¨ªa a los ministerios. La batalla la percibimos soterrada, nunca en las reuniones del Gobierno, ni en la comisi¨®n de subsecretarios. La percibimos a trav¨¦s de vosotros, a trav¨¦s de la prensa, no en el trabajo diario. Yo creo, insisto, en que todos los ministros se sienten c¨®modos en su trabajo, las relaciones son cordiales. Aunque no haya ministros que se vayan de copas juntos. Esto es normal, no tiene por qu¨¦ ser un Gobierno de amigos".
Otro miembro del Gobierno no ve tan normal que coexistan ese tipo de tensiones y en una ocasi¨®n fue muy claro con el presidente respecto al problema Guerra-Solchaga, seg¨²n relatan fuentes gubernamentales. Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, titular de Exteriores, aconsej¨® a Gonz¨¢lez "que llevara de las orejas a Solchaga y a Guerra a un rinc¨®n y les obligara a darse la mano y perdonarse mutuamente",, seg¨²n esas fuentes. Pero si Guerra no act¨²a mucho en el seno del Gobierno, como coinciden todos los consultados, su poder reside en el control que ejerce sobre la mayor¨ªa de las federaciones del PSOE, los cargos regionales, las listas de candidatos, las campa?as electorales, los alcaldes, los concejales, los portavoces auton¨®micos. Ah¨ª est¨¢ su fuerza, nadie lo pone en duda, y as¨ª se demostr¨® en el congreso del partido, el pasado noviembre.
Guerra, no obstante, tambi¨¦n cuenta con apoyos bien definidos en el propio Gobierno. El vicepresidente se entiende bien principalmente con siete ministros: Javier S¨¢enz Cosculluela (Obras P¨²blicas), Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas (Sanidad), Virgilio Zapatero (Relaciones con las Cortes), Jos¨¦ Luis Corcuera (Interior), Enrique M¨²gica (Justicia), Luis Mart¨ªnez Noval (Trabajo) y Matilde Fern¨¢ndez (Asuntos Sociales).
No todos ¨¦stos tienen el mismo nivel de adscripci¨®n. Varios de ellos coinciden en que "la m¨¢s guerrista es Matilde". "Adora a Guerra", se?al¨® un miembro del Gobierno. Los "guerristas con reparos" son M¨²gica, Garc¨ªa Vargas y Corcuera.
Las tres familias coexisten, pero esos grupos simplificados encierran tambi¨¦n sus matices. As¨ª, un ministro guerrista admite que "se est¨¢ produciendo otro agrupamiento, el de los ministros m¨¢s antiguos, que llevan en el gobierno desde 1982
y que mantienen, relaciones personales muy buenas". Tambi¨¦n se nota, comenta,
complicidad "entre los ministros que tienen su despacho en la Moncloa (Rosa Conde, Virgilio Zapatero), porque disponen de claves que otros no poseen".Adem¨¢s, como precisa este mismo miembro del Ejecutivo, los ministros guerristas no tienen por qu¨¦ estar de acuerdo, necesariamente, con todas las actuaciones del viceoresidente: "De hecho, a algunos de quienes tenemos esa etiqueta no nos hacen gracia sus declaraciones p¨²blicas".
Menos escuchados
Tampoco a Guerra le deben de hacer gracia actitudes mostradas en los ¨²ltimos meses por Solana, Almunia o Barrionuevo denominados los de Chamart¨ªn porque expresaron p¨²blicamente su apoyo a Joaqu¨ªn Leguina en el acto que ¨¦ste organiz¨® en el hotel Chamart¨ªn, cuando pugnaba con Jos¨¦ Acosta por el control del partido en Madrid. Los tres han estado hist¨®rica y an¨ªmicamente muy pr¨®ximos a Gonz¨¢lez, pero ahora se sienten menos escuchados, menos queridos, por el presidente. De ellos, Almunia es quien m¨¢s sinceramente se ha destapado.
Este bilba¨ªno, que est¨¢ en el Gobierno desde 1982, aspir¨®, como Solchaga, a formar parte de la ejecutiva del PSOE, a la que ya perteneci¨® en otro tiempo. Pronto vio que apenas hab¨ªa posibilidades, y dos d¨ªas antes del congreso socialista declaraba en una entrevista: "El guerrismo no tiene ni rumbo ni patr¨®n. Por tanto, no tiene futuro". Un amigo pol¨ªtico le aconsej¨® despu¨¦s:
Joaqu¨ªn, cuando te lances mira tambi¨¦n para atr¨¢s., para saber si alguien te sigue.
Pero si las relaciones personales y amistosas cuentan tambi¨¦n a la hora de adscrib¨ªrse a tina u otra familia, ning¨²n caso m¨¢s claro que el del jefe del Gobierno con su vicepresidente. Uno de los ministros considera que, por eso, si Goriz¨¢lez tuviese que decidirse por uno [entre Guerra y Solchaga, en un caso extremo lo har¨ªa por Guerra. Pero en ese supuesto, opina ese ministro, ya sabe que tendr¨ªa que soportar unas reacciones claras en la prensa o la opini¨®n p¨²blica que se traducir¨ªan en estas impresiones: "Gonz¨¢lez y Guerra. son la misma personal";
"Guerra se impone a Gonz¨¢lez"; "el presidente est¨¢ sometido a su segundo".
Por eso, seg¨²n esta fuente, a Felipe Gonz¨¢lez le interesa mantener a los dos, pese a su enfrentamiento. De este modo, puede utilizar la imagen del uno o del otro seg¨²n cada momento y seg¨²n cada interlocutor. "Lo que m¨¢s le interesa a Felipe, es, por tanto", concluye este ministro, mantener a los dos".
"Solchaga, y Guerra van a seguir, a Felipe no le interesa definirse por uno, sino ser el ¨¢rbitro y escoger en cada momento la imagen que m¨¢s le interesa", dice una fuente pr¨®xima al clan de Chamart¨ªn. "?sa probablemente sea la tesis de Felipe, aunque lo l¨®gico es que siga uno u otro, pero no los dos", apunta un ministro alejado del guerrismo.
"S¨ª, el Gobierno sigue funcionando opina un alto cargo de la Administraci¨®n; "funciona por el inmenso poder de Felipe. El presidente r¨ªo sabe bien el poder que tiene. Podr¨ªa poner en el Gobierno a Milton Friedrnan [el economista norteamericano padre de la teor¨ªa ultraliberal] y todos nos callar¨ªamos".
Los ministros, adem¨¢s, coinciden en que el modelo -en el Ejecutivo y en el partido- ha funcionado bien con el t¨¢ndem Gonz¨¢lez- Guerra. "Romper ese modelo", comenta con gesto preocupado un ministro, "supone que Felipe tiene que elegir primero qui¨¦n o qui¨¦nes har¨ªan el papel de Guerra". En este contexto, uno de los ministros veteranos cree que Gonz¨¢lez se debate estos d¨ªas entre dos opciones: "ratificar (cambiando s¨®lo a ministros sin gran peso en el Ejecutivo) o renovar (modificando profundamente el esquema de los ocho a?os de Gobierno)".
Al jefe del Ejecutivo, como recuerdan sus ministros.. siempre le ha costado abordar los camblos ministeriales. "Pero, en esta ocasi¨®n, le debe de resultar todav¨ªa m¨¢s duro por las connotaciones que encierra la decisi¨®n". Mientras Felipe Gonz¨¢lez contin¨²a retras¨¢ndola, la tensi¨®n Guerra-Solchaga suma nuevos datos y crece el nerviosismo entre los ministros. Por ello, Y como admite incluso uno de sus hist¨®ricos compa?eros, no es extra?o que las cr¨ªticas a Guerra, a Solchaga o a los ministros del clan de Chamart¨ªn acaben confluyendo en el propio Gonz¨¢lez por no atajar a tiempo los problemas. Por la descripci¨®n que hacen los protagonistas, parece que el ¨²nico momento en el que todos los miembros del Gabinete se encuentran relajadamente es en el cafelito previo al Consejo de Ministros.
El primero que llega a tomar el ritual cafelito, a las nueve de la ma?ana de cada viernes, es Alfonso Guerra. El vicepresidente entra en una c¨®moda sala del palacio de la Moncloa donde se halla una mesa con cafeteras calientes y pastas de t¨¦, se sirve ¨¦l mismo y espera de pie, con la taza en la mano, a que llegue el segundo. ?se suele ser Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, ministro de Exteriores, seguramente por su costumbre de puntualidad diplom¨¢tica ("prepuntualidad", le llaman en Moncloa). Y el tercer caf¨¦ se lo toma casi siempre Jorge Sempr¨²n, ministro de Cultura. Despu¨¦s van llegando todos los dem¨¢s, hasta que entra Felipe Gonz¨¢lez y todos pasan a la sala de reuniones, decorada con tres ¨®leos de Joan Mir¨® y otros grabados.
Con la llegada del presidente del Gobierno concluye este min¨²sculo acto social que constituye una de las escas¨ªsirnas ocasiones en que los miembros del Gabinete se hablan en grupo, sin carpetas de por medio. La charla informal bien puede tomarse como term¨®metro de sus relaciones personales. Porque, ?qu¨¦ ocurre cuando Fern¨¢ndez Ord¨®lez se retrasa y el segundo en llegar es Jorge Sempr¨²n?
Solchaga nunca llega pronto. Tampoco Claudio Aranzadi, ministro de Industria y Energ¨ªa, y amigo de Solchaga. Aranzadi incluso es de los ¨²ltimos, Pero Sempr¨²n suele aparecer temprano. ?Qu¨¦ pasa entonces?
Sempr¨²n ha hecho la mayor parte de su carrera pol¨ªtica muy lejos de los socialistas espa?oles: en las posiciones comunistas y en el exilio franc¨¦s. Su entrada en el Gobierno, como ministro de Cultura, constituy¨® la principal sorpresa de la ¨²ltima crisis. No milita en el PSOE, y su vida de escritor de ¨¦xito no depende de la pol¨ªtica.
Sempr¨²n fue, el 29 de julio pasado, el primer miembro del Gabinete que hablaba de la coexistencia en ¨¦l de "dos almas". "En este Gobierno hay una corriente de oportunistas de izquierdas", asever¨® refiri¨¦ndose impl¨ªcitamente a los guerristas. Sempr¨²n es, adem¨¢s, amigo personal de Carlos Solchaga, la otra "alma", el perdedor del congreso socialista que gan¨® Alfonso Guerra.
Jorge Sempr¨²n da los buenos d¨ªas, se acerca a la mesa y se sirve su caf¨¦. Se dirige al vicepresidente y comienza la charla. La conversaci¨®n no es cordial, pero s¨ª cort¨¦s. La presencia de un funcionario de Presidencia encargado de pasar llamadas y atender los ¨²ltimos encargos antes de la reuni¨®n alivia la tirantez del encuentro. Guerra y Sempr¨²n -un ex actor y un ex guionista- representan una amable funci¨®n en la que hablan de la actualidad cumpliendo la norma no escrita de eludir los asuntos espinosos.
'Cafefito' con bromas
El cafelito que se desarroll¨® despu¨¦s del congreso del PSOE, en el que Carlos Solchaga se reconoci¨® perdedor, fue pr¨®digo en bromas por las frases de "el navarro", como denominan algunos ministros al titular de Econom¨ªa y Hacienda. El tono de todos, incluso de los guerristas, fue muy condescendiente.
En el conflicto suscitado por la revisi¨®n del valor catastral de las viviendas, el cafelito sirvi¨® para que algunos miembros del Gabinete comentaran la propuesta del Partido Popular de reprobar en el Congreso a Solchaga y su secretario de Estado, Jos¨¦ Borrell. "En realidad, aqu¨ª ten¨ªamos que autorreprobarnos todos"., dijo un ministro, "porque hemos tenido un fallo en cadena".
En cambio, no se habl¨® en el cafelito de las declaraciones de Sempr¨²n en favor de un cambio en el Gobierno.
Seg¨²n fuentes gubernamentales, aquellas declaraciones, hace unas semanas, le sentaron muy mal a Enrique M¨²gica, ministro de Justicia, que lleva en la ejecutiva desde el congreso de Toulouse (1967). M¨²gica y Sempr¨²n mantienen diferencias desde que ambos militaban en el Partido Comunista de Espa?a, entonces en la clandestinidad.
El hecho de que discreparan siendo comunistas y de que lo hagan ahora, sentados ambos en un Gobierno socialista, dice mucho de que las divergencias pol¨ªticas algo tienen que ver con las relaciones personales.
Pero el cafelito del siguiente consejo de ministros despu¨¦s de las andanadas de Jorge Sempr¨²n transcurri¨® pac¨ªficamente y nadie sac¨® a colaci¨®n semejante ciza?a.
En sus declaraciones del verano sobre las dos "almas" del Gobierno, obr¨® en favor del ministro de Cultura el hecho de que la entrevista la concediese a finales de julio, con un agosto providencial para calmar los ¨¢nimos. Algo parecido ocurri¨® cuando Sempr¨²n proclam¨® el lunes 10 de octubre que el Programa 2000 -texto que iba a aprobar unas jornadas despu¨¦s el congreso del partido- "est¨¢ desfasado". Los cinco d¨ªas de la semana se hicieron lo suficientemente largos como para que la cortes¨ªa reinase de nuevo al levantarse el tel¨®n en el cafelito siguiente.
El pr¨®ximo viernes, los ministros volver¨¢n a servirse el caf¨¦ en la antesala. Cerca de all¨ª, como cada semana, Felipe Gonz¨¢lez apurar¨¢ su taza en solitario mientras ellos empiezan de nuevo a formar los corrillos.
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