El aliento de la guerra
Ya se ha decidido esta guerra tan anunciada, probablemente porque se cre¨ªa poder evitarla. A cada instante, Sadam Husein puede "desprogramar las operaciones" anunciando una retirada de Kuwait. El presidente Bush le ha dejado la posibilidad de hacerlo. Sin embargo, antes de la fecha y la hora de expiraci¨®n del ultim¨¢tum, ni la intimidaci¨®n, ni las llamadas a la raz¨®n, ni las concesiones de ¨²ltima hora, han alterado la determinaci¨®n, sin duda suicida, de un d¨¦spota que cre¨ªa poder perpetrar impunemente un latrocinio territorial y a quien la historia da la oportunidad de aceptar un desaf¨ªo mundial en nombre -eso dice- del mundo ¨¢rabe.Y ahora que su aliento nos sopla en la cara. la evidencia de la guerra parece lo que simpre ha sido: un horror. Podr¨ªa ser que de las democracias occidentales hayan desaparecido sus virtudes. Las innumerables manifestaciones pacifistas, incluso en Estados Unidos lo han demostrado suficientemente. Es con lo que pensaba contar Sadam, Husein, precisamente ¨¦l, cuando el mill¨®n de muertos de la guerra entre Ir¨¢n e Irak jarn¨¢s le quit¨® el sue?o. Podr¨ªa ser que la humanidad occidental de la ¨²ltima d¨¦cada, harta de las hecatombes de este maldito siglo XX, se dedique m¨¢s bien a celebrar el culto a la vida.
Pero adem¨¢s es cierto que esta guerra est¨¢ lejos de sumergir en los triunfos de la buena conciencia o en las euforias de la vanagloria a aquellos mismo que la han decidido y a todos los que la hacen. Es bien sabido que Sadam Husein carga con la responsabilidad de esta guerra, pero tenemos la sensaci¨®n secreta de que paga por algo diferente de lo que ha hecho, que est¨¢ feliz por ello y que si va a morir con los suyos -y con unos cuantos de los nuestros- es por esa otra cosa. Adem¨¢s tenemos la sensaci¨®n de que ninguno de los problemas reales que atormentan, corroen y a veces hacen explotar esta regi¨®n encontrar¨¢ soluci¨®n con la guerra.
Desde el principio ¨¦sta es la cuesti¨®n: si la condena de la anexi¨®n de Kuwait deber ser universal, absoluta y apremiante; si hay que felicitarse de que la comunidad internacional al completo (incluidos los Estados ¨¢rabes y musulmanes) haya pronunciado esta condena y la haya acompa?ado con la sanci¨®n del. embargo, ?hay que pasar por ello de esta sanci¨®n a la guerra y asumir la responsabilidad de provocar en enorme escala la muerte, la devastaci¨®n, la ruina?
?Hay que asumir el r¨ªesgo de que las opiniones p¨²blicas, que antes se le opon¨ªan ferozmente, se den la vuelta en favor del tirano convertido en m¨¢rtir? ?Hay que agravar el resentimiento en la rebeli¨®n de los pueblos palestino, liban¨¦s, kur do, y ahora lituano, en cuyo beneficio no se ha decidido ninguna movilizaci¨®n guerrera?
Son preguntas que repentinamente se transforman en remordimientos,.que explican que hasta el ¨²ltimo momento todo el mundo se haya empe?ado en arrancar a Sadam Husein la promesa de una retirada de Kuwait, en ofrecerle la posibilidad de hacerlo sin perder la cara., en justificar una tregua por parte de las fuerzas norteamericanas y en evitar finalmente que el pueblo iraqu¨ª, el, primero que est¨¢ en el punto de mira, no pierda en algunas semanas o en algunos meses tantos hombres, mujeres, ancianos y ni?os como perdi¨® en ocho a?os de guerra contra Ir¨¢n.
Hasta el ¨²ltimo momento, los franceses, algunos Estados europeos y algunos Estados ¨¢rabes lo han intentado todo. Hasta el ¨²ltimo momento, y en contra de la opini¨®n de Estados Unidos, los franceses han propuesto a Sadam Husein una puerta de salida honrosa, ya que han invitado al Consejo de Seguridad a pronunciarse a favor de una conferencia internacional sobre todas las cuestiones de Oriente Pr¨®ximo. Es cierto que Francia lo desea desde hace seis meses. ?,Premio para. el agresor? Pues quiz¨¢, pero al mismo tiempo voluntad de evitar una guerra reinsertando al delincuente en la sociedad internacional del futuro.
?,Qu¨¦ le ha ocurrido a Fran9ois Mitterrand concretamente en estas ¨²ltimas semanas? Sin duda, desde el principio no ha dejado de indignarse de que alguien haya podido desear la abstenci¨®n de Francia y de que alguien haya podido resignarse a que un gran pa¨ªs, el suyo, miembro de Consejo de Seguridad, es decir, promulgador de normas internacionales, asistiese como espectador a la instauraci¨®n del nuevo equilibrio de fuerzas y de recursos en Oriente Pr¨®ximo; de que Estados Unidos pudiera ser el ¨²nico en imponerse despu¨¦s de la crisis o despu¨¦s del conflicto.
R¨¢pidamente ha tomado conciencia de la imposibilidad de justificar no s¨®lo la condena moral, sino el recurso a la fuerza contra Irak -en nombre de un nuevo derecho internacional que est¨¢ por crear- sin prometer solemnemente el arreglo de todos los dem¨¢s problemas, tan dolorosos. Una simple condena en un caso puede explicar la falta de diligencia para imponer soluciones en los dem¨¢s casos. No una guerra.
Es el origen de la preocupaci¨®n, cada vez m¨¢s insistente, por emprenderla con otros conflictos, especialmente el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª. Es bien sabido que los iraqu¨ªes no han entrado en Kuwait para liberar los territorios ocupados por Israel. Tambi¨¦n es sabido que la comparaci¨®n entre Kuwait y los territorios ocupados es tan injusta como artificial. Los territorios ocupados no han sido anexionados y s¨®lo constituyen el bot¨ªn (injustamemte retenido desde hace 23 a?os) incautado al final de una guerra imprudente librada por los jordanos al lado de Egipto. Eso no quita que los israel¨ªes hayan ignorado constantemente las decisiones del Consejo de Seguridad.
Por ello el presidente franc¨¦s, que se hab¨ªa presentado como un jurista que no quer¨ªa por nada del mundo dejar de pasar la ocasi¨®n inesperada de instaurar y de hacer respetar un nuevo derecho internacional, se ha sentido a¨²n m¨¢s obligado que antes a lanzar de nuevo la idea de una conferencia internacional. El objetivo de la guerra es el respeto al derecho, luego hay que aplicarlo en todas partes. Hav que proclamar esta verdad, sobre todo porque puede ser una forma de evitar la guerra. R¨¢pidamente ha resultado obvio que la causa palestina pod¨ªa servir a Sadam Husein, ya sea sacrific¨¢ndose por ello devolviendo Kuwait y Firmando la paz o haciendo la guerra y muriendo por ella como un m¨¢rtir. Pero era necesario un acuerdo sobre este punto fundamental entre Par¨ªs y Washington. No lo ha habido. Sin este acuerdo ya no hay unanimidad en el Consejo de Seguridad. Sin unidad del Consejo desaparece el fundamento del derecho internacional.
Este callej¨®n sin salida se ha vuelto dram¨¢tico con la sangrienta e inexcusable represi¨®n sovi¨¦tica en Lituania. Todav¨ªa no se conocen exactamente las responsabilidades directas y personales de Gorbachov, que
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El aliento de la guerra
Viene de la p¨¢gina anteriorha declarado que se desencaden¨® sin sus ¨®rdenes. ?Se hubiera podido concebir a un Stalin, un Jruschov o un Breznev haciendo una confesi¨®n semejante? Observamos, no obstante, que el proceso de normalizaci¨®n en Lituania se ha llevado a cabo exactamente igual que el de Budapest en 1956, Praga en 1968, Afganist¨¢n en 1979: advertencia acusadora, invenci¨®n de un compl¨®, denuncia de almacenamiento de armas, decisi¨®n de restablecer la legalidad, constituci¨®n de un Gobierno de monigotes y de lacayos y, finalmente, ayuda a este Gobierno con un cuerpo expedicionario de paracaidistas y de carros de asalto.
Este proceso estalinista no pod¨ªa dejar de despertar los fantasmas de la guerra fr¨ªa y las comparaciones con los peores momentos del antagonismo Este-Oeste; sobre todo porque se ha puesto de manifiesto por todas partes la flagrante concomitancia entre la decisi¨®n de meter en vereda a Lituania y la inminencia de la guerra en el Golfo -al igual que en 1956 los tanques sometieron la revoluci¨®n h¨²ngara mientras los occidentales se dedicaban, vanamente adem¨¢s, a destituir a Nasser enviando a Suez a brit¨¢nicos, franceses e israel¨ªes. Entonces pareci¨® que se volv¨ªa a la pol¨ªtica de los cotos de caza. En otras palabras: Kuwait ha dejado de ser el s¨ªmbolo de la nueva unidad de la comunidad internacional para convertirse en el coto de caza de Estados Unidos. Es la situaci¨®n so?ada por EE UU.
A medida que pasaba el tiempo nos dimos cuenta de que el rechazo del v¨ªnculo entre el problema de Kuwait y el de los territorios ocupados por Israel, que en un principio era una manifestaci¨®n de justicia (?no vamos a comparar a Israel con Irak!) y de firmeza (no hay que premiar al agresor), acabar¨ªa volvi¨¦ndose contra los coligados, pues Sadam Husein ha sabido obrar de modo que su anexi¨®n de Kuwait se identifique con una voluntad de liberar los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza. De este modo ha dado la impresi¨®n de que Estados Unidos quiere arrastrar a sus aliados a una guerra contra el citado v¨ªnculo, y no a favor de Kuwait; se han lanzado contra Fran?ois Mitterrand, que tarde -demasiado tarde- ha puesto en evidencia este aspecto del conflicto. Cada vez se entend¨ªa menos por qu¨¦ Estados Unidos e Israel no privaban a Sadam Husein de este factor (tan importante a los ojos del mundo ¨¢rabe) de sus posiciones.
Resumamos. Para las opiniones p¨²blicas, sean cuales fueren y en todos los casos, el nacimiento del orden internacional que se evoca para pasar de la condena a la sanci¨®n, y de la resoluci¨®n del Consejo de Seguridad a la guerra, este concepto inaugural se ha desintegrado. Si la fuerza del derecho no puede utilizarse m¨¢s que en un caso, entonces s¨®lo existe el derecho de la fuerza. Por eso esta guerra nos deja tan perplejos. Resulta entonces conveniente volver de forma m¨¢s modesta y m¨¢s realista a la simple geopol¨ªtica. Esta guerra s¨®lo tiene lugar porque todo el mundo teme dejar en las manos del dictador iraqu¨ª la disposici¨®n de una fuerza militar considerable y el control de una regi¨®n m¨¢s estrat¨¦gica que todas las dem¨¢s. Con excepci¨®n de Jordania, todos los vecinos de Irak se han sentido en peligro desde la anexi¨®n de Kuwait. La comunidad internacional, solidaria con este sentimiento, ha aceptado que las fuerzas norteamericanas se conviertan en su brazo secular.
De todas formas, para que la liberaci¨®n de Kuwait pueda seguir siendo un objetivo de guerra, los libertadores tendr¨¢n que resolver r¨¢pidamente, con la persuasi¨®n o con la coacci¨®n, todos los dem¨¢s problemas de Oriente Pr¨®ximo. Mientras tanto, la guerra, la guerra por Kuwait, s¨®lo es la ocasi¨®n de meter en vereda a un dictador cuyo comportamiento para con los suyos da una idea pavorosa de lo que podr¨ªa hacer con los dem¨¢s, y cuyos caprichos petrol¨ªferos pueden quebrantar la econom¨ªa mundial.
Una vez dicho esto, es un hecho que Sadam Husein, que pod¨ªa proteger a su pueblo, conservar sus fuerzas militares e incluso recuperar su dinamismo econ¨®mico simplemente proclamando que renuncia a la anexi¨®n de Kuwait, ha preferido hacer el juego a aquellos que desde el principio, por razones buenas o malas, quieren destruirle a ¨¦l, a sus ej¨¦rcitos, a su r¨¦gimen y a su potencia] ofensivo. Sadam Husein ha hecho todo lo posible para suscitar esta voluntad de llegar a las manos. Incluso ha desanimado a todos sus amigos, todos los intercesores, palestinos o no, y ha hecho fracasar la estrategia francesa de ¨²ltima hora al no dar la m¨¢s m¨ªnima se?al de apertura.
Raz¨®n de m¨¢s, no obstante, para hacer saber al pueblo iraqu¨ª, e incluso a su dictador, si sobrevive, que la voluntad de destrucci¨®n de su r¨¦gimen no es dominante entre los coligados; que pueden interrumpir en cualquier momento el curso de las desgracias y de la barbarie aceptando los compromisos m¨¢s que honrosos que se le proponen; que pueden ocupar un lugar en esta conferencia internacional en la que se tratar¨ªa de la paz y de la seguridad de todos los Estados, incluidos Irak, Israel y los palestinos. Y si seguimos preocupados por instaurar este derecho internacional, en cuyo nombre se ha pasado de la condena a la sanci¨®n, no hay ninguna raz¨®n para que el pueblo iraqu¨ª no participe. Tambi¨¦n hay que entender a los que est¨¢n obligados a librar esta guerra en nuestro nombre, que m¨¢s all¨¢ de las argucias sobre la defensa de un derecho internacional que todav¨ªa est¨¢ por crear, nuestros objetivos de guerra son los de la justicia y la equidad en esta regi¨®n del mundo. En otras palabras, hay que demostrar solemnemente que esta espantosa guerra al menos ha hecho m¨¢s factible la conferencia internacional que se ha considerado oportuno rechazar antes de las hostilidades.
es director del semanario franc¨¦s Le Nouvel Observateur.
Traducci¨®n: Alicia Martorell.
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