La condici¨®n humana

ENVIADO ESPECIAL Esta guerra que viene libr¨¢ndose en Irak, Kuwait, ciertas calles desafortunadas de Israel y "alg¨²n lugar del desierto saud¨ª", es considerada como la m¨¢xima expresi¨®n de la alta tecnolog¨ªa b¨¦lica. Artilugios como el misil de crucero Tomahawk y el antimisil Patriot, que se presentan por primera vez en p¨²blico, son el acabose en materia de perfeccionamiento y modernidad inform¨¢tica. El ser humano que maneja todo este material apenas difiere, sin embargo, del que cruz¨® los Alpes con An¨ªbal hace 22 siglos. En la tensa espera de la batalla que se librar¨¢ en este inh¨®spito desierto, la variopinta -y dif¨ªcilmente coordinable- condici¨®n humana de las fuerzas multinacionales tiene poco que ver con la infalible modernidad de su armamento.
Los marines norteamericanos y las ratas del desierto brit¨¢nicas disponen de los mejores carros de combate de la actualidad: el Abrams y el Challenger, respectivamente. Son veloces, resistentes y matan y destrozan con singular eficiencia, y estos d¨ªas efect¨²an constantes maniobras conjuntas de preparaci¨®n con vistas a la esperada invasi¨®n de Kuwait. Uno a uno, cada carro de combate responde a las expectativas, una vez superados -con sistemas tan pedestres como cubrir con condones lasbocachas de los ca?ones- los problemas del omnipresente polvillo de arena.
Pero en cuanto a los carros se unen los camiones de transporte, las tanquetas, el resto del material m¨®vil y la soldadesca, la cosa cambia. Los pilotos brit¨¢nicos no acaban de acostumbrarse a conducir por la derecha, seg¨²n se les impone aqu¨ª; los marines, a su vez, muestran una irrefrenable afici¨®n a la conducci¨®n deportiva en las pistas del desierto. La conclusi¨®n: m¨¢s de 50 muertos en accidentes de tr¨¢fico desde agosto y unos colapsos circulatorios, en pleno p¨¢ramo, dignos de la Castellana madrile?a.
Los franceses, a su vez, procuran no enredar. Los legionarios empezaron su andadura ¨¢rabe con mal pie, ya que su llegada a Arabia Saud¨ª coincidi¨® con el lamentable asunto de las 80.000 m¨¢scaras antig¨¢s francesas vendidas al Gobierno de Riad. Result¨® que tales m¨¢scaras hab¨ªan sido almacenadas en 1963 como productos defectuosos y eran absolutamente inservibles. Pero lo peor estaba en los envoltorios, donde los reclutas de aquella ¨¦poca hab¨ªan dibujado y escrito toda clase de obscenidades, que escandalizaron hasta el frenes¨ª a los santurrones wahabitas saud¨ªes.
Desde entonces, los franceses han procurado mantener una discreci¨®n s¨®lo alterada por la patrulla que se perdi¨® en la frontera y fue cort¨¦smente devuelta a Par¨ªs por los iraqu¨ªes. De todas formas, no han sido los ¨²nicos que se han perdido. Una l¨ªnea fronteriza en el desierto es algo percibible en los mapas, pero no sobre el terreno, y han sido muchos los despistes oficialmente silenciados. Lo m¨¢s difundido en la cotidiana actividad francesa resulta ser que sus oficiales cenan cada noche con vajilla de porcelana y cubiertos de plata. Los m¨¢s espectaculares de todos los soldados desplegados aqu¨ª son, sin duda y a distancia, los egipcios. Su armamento es escasamente operativo y a¨²n no se tiene una idea clara sobre cu¨¢l sera su misi¨®n cuando empiece el combate en el desierto. Pero su unidad de operaciones especiales se ha hecho, mientras tanto, famos¨ªsima en los hogares japoneses. Las televisiones niponas, marcadamente ¨¢vidas de im¨¢genes fuertes, han encontrado en estos egipcios una aut¨¦ntica mina. En sus exhibiciones ante la c¨¢mara desarrollan operaciones tan especiales como la ingesti¨®n de ratas vivas, el combate contra serpientes y la ejecuci¨®n de ex¨®ticas danzas guerreras con el equipo antiqu¨ªmico a cuestas. Son capaces, adem¨¢s, de proferir estremecedores alaridos -algo muy del gusto japon¨¦s- con la m¨¢scara puesta. Eso tiene m¨¦rito. Cualquiera familiarizado con esos artilugios sabe lo dif¨ªcil que resulta siquiera hacerse o¨ªr con la boca embozada tras un Filtro.
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