Programa para despu¨¦s de la guerra
Cuando o¨ª que hab¨ªa empezado la guerra, pens¨¦ en el presidente Bush. En el cine, en una situaci¨®n de crisis, la gente va de un lado a otro cogiendo tel¨¦fonos y dando instrucciones a gritos. En la vida real, los de arriba est¨¢n bastante solos. Muchos responsables del Gobierno se meten en sus madrigueras, sacando de vez en cuando un memor¨¢ndum destinado a absolverles de toda responsabilidad por sus acciones. Son generalmente s¨®lo dos o tres personas las que est¨¢n dispuestas a tomar las decisiones dif¨ªciles. El presidente Bush se ha ganado el agradecimiento del pa¨ªs por sus esfuerzos por mantener unida la coalici¨®n durante los meses de preparativos, obtener el respaldo del Congreso y llevar al pa¨ªs a un punto en el que coincid¨ªan el apoyo nacional y el de los aliados. Pero incluso en las operaciones mejor planificadas hay momentos en que un dirigente en su situaci¨®n debe preguntarse por qu¨¦ dedic¨® tanto tiempo y esfuerzo para conseguir que le eligieran.Tambi¨¦n pens¨¦ en los retos que tendr¨¢ ante s¨ª el presidente cuando haya concluido la guerra. Al fin y al cabo, el objetivo de la victoria es asegurar una paz duradera. Con tal fin, Estados Unidos deber¨ªa actuar para poner en efecto una serie de medidas en los momentos inmediatamente posteriores a la conclusi¨®n de la guerra:
- Una pol¨ªtica de control de armas para la regi¨®n del Golfo con el fin de impedir que vuelva a repetirse la carrera armamentista que ha contribuido al conflicto actual.
- Alg¨²n tipo de acuerdo sobre desarrollo econ¨®mico y social bajo los auspicios del Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo que englobe a todos los pa¨ªses del Golfo. Otros aliados ¨¢rabes de Estados Unidos podr¨ªan participar en tal tarea, que tendr¨ªa como objetivo quitar fuerza al argumento de que se trata de una guerra de ricos contra pobres.
- Un proceso que solucione la disputa original entre Irak y Kuwait. Unas negociaciones directas entre los dos pa¨ªses estar¨ªan inherentemente desequilibradas, debido a la disparidad de tama?o entre ambos, algo que se ha visto agravado por la invasi¨®n de Irak y el pillaje efectuado sobre su vecino. Sin embargo, algunas cuestiones pueden solucionarse legalmente, tal como los problemas relativos a los derechos de perforaci¨®n o la situaci¨®n de las fronteras. Podr¨ªan plantearse ante el Tribunal Internacional de Justicia, mientras las restantes cuestiones se solucionan dentro del marco del Consejo . de Cooperaci¨®n del Golfo.
- Un programa internacional de imposici¨®n de fuertes sanciones contra el terrorismo. El mundo no debe volver a permanecer impotente, paralizado por la existencia de miles de rehenes. A los pa¨ªses que dan refugio a grupos terroristas se les debe someter a graves represalias, incluyendo medidas militares en caso de que fracasen otras medidas de presi¨®n.
A la larga, el mayor desaf¨ªo ser¨¢ mantener el nuevo equilibrio de poder que surgir¨¢ del conflicto actual. Algo que no ser¨¢ f¨¢cil, teniendo en cuenta el pensamiento convencional norteamericano en pol¨ªtica exterior. Hoy, ¨¦ste se traduce en la idea de un nuevo orden mundial que surgir¨ªa de una serie de acuerdos legales y que ser¨ªa protegido por una forma de seguridad colectiva. El problema de tal soluci¨®n es que da por supuesto que todos los pa¨ªses perciben de igual forma todos los desaf¨ªos al orden internacional y que est¨¢n dispuestos a correr los mismos riesgos para defenderlo.
De hecho, el nuevo orden internacional tendr¨¢ muchos centros de poder, tanto dentro de determinadas regiones como entre ellas. Estos centros de poder reflejan historias y formas de pensar diferentes. En un mundo as¨ª, la paz puede mantenerse ¨²nicamente de una de dos maneras: por el dominio o por el equilibrio.
EE UU ni quiere dominar ni puede ya hacerlo. Consecuentemente, hay que confiar en un equilibrio de poder, tanto mundial como regional. Debemos impedir situaciones en las que pa¨ªses radicales se sientan tentados a llenar el vac¨ªo cada pocos a?os, oblig¨¢ndonos a repetir las mismas crisis una y otra vez, si bien con actores diferentes.
Por eso, en el an¨¢lisis final, todas las llamadas opciones diplom¨¢ticas hubieran empeorado la situaci¨®n. Todas ellas hubieran dejado a Irak en una situaci¨®n militar dominante. Nadie ha mencionado el problema b¨¢sico de la falta de seguridad en la regi¨®n del Golfo, que ha llevado a 415.000 norteamericanos a la regi¨®n, un despliegue que da muestra del abismo existente en capacidad militar entre Irak y los pa¨ªses ¨¢rabes moderados.
El poder de Irak
Cualquier soluci¨®n diplom¨¢tica que no produjera una reducci¨®n espectacular del poder militar de Irak hubiera sido una victoria de Sadam Husein. A partir de ese momento no hubiera necesitado llevar a cabo una agresi¨®n f¨ªsica real. Podr¨ªa haber dejado que la superioridad demostrada por Irak hablase por s¨ª misma, socavando progresivamente a los Gobiernos que apoyasen a EE UU.
A EE UU no le hubieran, dejado m¨¢s alternativa que mantener importantes fuerzas de tierra en el Golfo o retirarse, desestabilizando la regi¨®n. El resultado pr¨¢ctico de las operaciones militares que se est¨¢n llevando a cabo actualmente ser¨¢ equilibrar la capacidad militar de Irak con la de sus vecinos del Golfo. Y sin embargo, ir¨®nicamente, el mantenimiento del equilibrio en la regi¨®n nos obliga a navegar entre una soluci¨®n que hubiera dejado demasiado fuerte a Irak y un resultado que no lo deje demasiado d¨¦bil.
Al fin y al cabo, una de las causas de la crisis actual ha sido la forma unilateral en que las naciones occidentales se apresuraron a la defensa de Irak en su guerra contra Ir¨¢n, olvidando que si Ir¨¢n se ve¨ªa debilitado excesivamente Irak podr¨ªa convertirse en el siguiente agresor. Ser¨ªa ir¨®nico que otro caso de visi¨®n estrecha diera como resultado un
Irak tan d¨¦bil que sus vecinos, especialmente Ir¨¢n, intentaran llenar el vac¨ªo.
Idealmente, uno de los objetivos militares deber¨ªa ser quitar fuerza a la capacidad ofensiva de Irak sin destruir su capacidad de resistir una invasi¨®n de vecinos codiciosos. Debemos asegurarnos de que no vuelva a conseguir misiles Scud. Debemos impedir que Irak importe equipos de alta tecnolog¨ªa, incluyendo aviones de alto rendimiento y gran autonom¨ªa de vuelo, y que vuelva a conseguir los medios de fabricar armas biol¨®gicas y nucleares. No obstante, la capacidad de Irak de defenderse con armas convencionales contra ataques terrestres de sus vecinos no supondr¨ªa a la larga una amenaza a la estabilidad, sino una contribuci¨®n a la misma.
El nuevo equilibrio de poder en la regi¨®n no puede basarse en la presencia permanente de fuerzas de tierra norteamericanas. ?ste era uno de los puntos fijos de las soluciones diplom¨¢ticas que hubieran dejado intacta la preponderancia militar de Irak. Una gran fuerza de tierra occidental en la zona se convertir¨ªa inevitablemente en el blanco de agitaciones radicales y nacionalistas. El abismo cultural existente entre las tropas norteamericanas m¨¢s educadas y la poblaci¨®n local es insalvable. Tras un breve per¨ªodo, las fuerzas de tierra norteamericanas ser¨ªan consideradas intrusos extranjeros. Se repetir¨ªa nuestra experiencia de L¨ªbano, incluyendo actos de terrorismo y sabotaje. Las fuerzas de tierra norteamericanas en la zona deben retirarse tras la victoria; deben dejarse unas fuerzas m¨ªnimas en la retaguardia (en el mar o quiz¨¢ en unas bases a¨¦reas lejanas). El control de la retirada iraqu¨ª de Kuwait deben efectuarlo los miembros ¨¢rabes de la coalici¨®n.
La dificultad de estacionar fuerzas de tierra occidentales en la zona durante un largo periodo era una de las razones por las que con casi total seguridad las sanciones no hubieran conseguido nuestro objetivo.
Sin embargo, el equilibrio militar no puede ser el ¨²nico objetivo de la pol¨ªtica norteamericana en el Golfo. Es esencial que EE UU aprenda a ser menos dependiente del petr¨®leo y que genere un programa de energ¨ªa viable. No podemos padecer una crisis de energ¨ªa todas las d¨¦cadas.
Debemos recordar tambi¨¦n la posibilidad de nuevos planes sovi¨¦ticos para la zona. De momento, los problemas nacionales les impiden a los sovi¨¦ticos correr riesgos importantes en el exterior. Pero 200 a?os de expansionismo sovi¨¦tico hacia el Golfo indican cierta proclividad. Y tal impulso puede verse agravado a medida que aumente la preocupaci¨®n de Mosc¨² por sus m¨¢s de cincuenta millones de ciudadanos musulmanes. Tras la restauraci¨®n de cierto equilibrio nacional, el Kremlin puede volverse m¨¢s activo en Oriente Pr¨®ximo, especialmente en Irak, Ir¨¢n, Pakist¨¢n y Turqu¨ªa, que tienen frontera con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La intensidad de tal impulso depender¨¢ de los acontecimientos internos de la URSS.
Finalmente, y puede que sea lo m¨¢s importante, un nuevo equilibrio de poder revivir¨¢ las posibilidades de avanzar en el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª. Un proceso de paz dominado por Sadam Husein, o muy influido por .¨¦l, hubiera sido un desastre, pues hubiera ense?ado la lecci¨®n de que el radicalismo, el terrorismo y la fuerza son la v¨ªa para conseguir progresos diplom¨¢ticos en Oriente Pr¨®ximo. Esta es la raz¨®n por la que el presidente Bush ten¨ªa raz¨®n al oponerse al v¨ªnculo entre los problemas de Kuwait y de los palestinos.
Sin embargo, con Sadam Husein derrotado ganar¨¢n prestigio los dirigentes ¨¢rabes moderados, se ver¨¢ aumentada la credibilidad norteamericana e Israel tendr¨¢ espacio para respirar. Esta nueva ecuaci¨®n debe traducirse en una importante labor diplom¨¢tica a los pocos meses de la victoria. Lejos de suponer un v¨ªnculo y una sumisi¨®n al chantaje, estas medidas, tras la derrota de Husein, deben verse como una buena oportunidad resultado del ¨¦xito de las fuerzas moderadas.
Propuestas
El progreso depender¨¢ de la adecuada percepci¨®n de las cuestiones implicadas. El problema ¨¢rabe-israel¨ª suele presentarse como una cuesti¨®n de negociaci¨®n: c¨®mo convocar una conferencia internacional que devuelva a Israel a las fronteras de 1967, defina un nuevo status para Jerusal¨¦n, induzca a los ¨¢rabes a aceptar a Israel y proporcione garant¨ªas internacionales a los acuerdos resultantes. Tengo serias dudas sobre todas estas propuestas.
En primer lugar, soy muy esc¨¦ptico sobre las posibilidades de una conferencia internacional, pues EE UU estar¨ªa totalmente aislado en tal foro. El comportamiento de Francia justo antes de la guerra del Golfo ofrece un peque?o anticipo de lo que suceder¨ªa. En lugar de actuar como mediador EE UU se ver¨ªa empujado al papel de abogado de Israel, mientras que Israel considerar¨ªa cualquier postura que adopt¨¢semos como una traici¨®n a sus intereses. Ning¨²n pa¨ªs sensato se meter¨ªa voluntariamente en tal torbellino. Y ya que, de todas formas, todo depende de nuestra influencia sobre Israel, yo preferir¨ªa un proceso diplom¨¢tico en el que EE UU, los pa¨ªses ¨¢rabes moderados e Israel fuesen los principales participantes.
Fronteras
En segundo lugar, para Israel, el regreso a las fronteras anteriores a 1967 y la creaci¨®n de un Estado palestino no son puntos de negociaci¨®n, sino una cuesti¨®n de vida o muerte. La distancia del r¨ªo Jord¨¢n al mar es de menos de 80 kil¨®metros; el corredor entre Tel Aviv y Haifa en t¨¦rminos de la frontera de 1967 tiene una anchura de unos 16 kil¨®metros. Ser¨ªa dif¨ªcil, ni en la mejor de las circunstancias, meter dos Estados en un ¨¢rea tan limitada. Sin embargo, la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) lleva librando una lucha mortal con Israel desde los primeros d¨ªas de la existencia misma de ambos grupos. ?C¨®mo puede ser compatible con la seguridad un acuerdo de tales caracter¨ªsticas? ?C¨®mo se puede justificar que un grupo de ¨¢rabes deban vivir bajo dominio de Israel mientras que otros ¨¢rabes tienen derecho a la independencia? Una restauraci¨®n de las fronteras anteriores a 1967, junto con la formaci¨®n de un Estado palestino, podr¨ªa f¨¢cilmente convertirse en el primer paso para una posterior reducci¨®n de Israel, o incluso de su destrucci¨®n definitiva.
En tercer lugar, la aceptaci¨®n de Israel no es ¨²nicamente un reto legal, sino sobre todo psicol¨®gico. Y me resulta dif¨ªcil creer que cualquier f¨®rmula legal pueda proporcionar seguridad a Israel. Despu¨¦s de todo, Kuwait viv¨ªa en un estado de paz legal con Irak sin poder impedir una agresi¨®n iraqu¨ª. Y Sadam ha atacado a Israel en una guerra de la que Israel se hab¨ªa mantenido totalmente alejado porque calculaba que muchos ¨¢rabes apoyar¨ªan a Irak contra el contraataque israel¨ª a pesar de que estuviera justificado. Los dirigentes norteamericanos sintieron, comprensiblemente, que tal peligro era lo suficientemente real para aconsejar que no respondieran. Pero cuando la reacci¨®n a un ataque no provocado se convierte en una cuesti¨®n internacional, ello significa que Israel sigue siendo considerado un paria y es reh¨¦n de las acciones de otros.
En cuarto lugar, ?c¨®mo se definen las garant¨ªas cre¨ªbles? Despu¨¦s de todo, incluso en el caso de Kuwait, donde hubo un apoyo internacional un¨¢nime a la v¨ªctima (algo que ser¨ªa inconcebible con Israel), se tard¨® seis meses en organizar la resistencia mientras el pa¨ªs era saqueado y se expulsaba a la poblaci¨®n.
Por todas estas razones, el proceso de paz tal como se concibe actualmente conducir¨¢ probablemente a un punto muerto. Obliga a cada lado a aceptar algo que les resulta insoportable: en el caso de los israel¨ªes, se trata del Estado palestino, y en el caso de los ¨¢rabes, se trata del Estado israel¨ª. No conozco ning¨²n conflicto entre naciones ¨¢rabes -y no digamos entre los ¨¢rabes e Israel- que se haya resuelto por el m¨¦todo sugerido para la cuesti¨®n palestina, es decir, con una negociaci¨®n concluyente.
Un proceso de paz renovado debe comenzar redefiniendo los objetivos. Un acuerdo final en este momento parece un espejismo legalista. Por otro lado, el statu quo supondr¨¢ antes o despu¨¦s la llamada de muerte a los moderados de todos los bandos.
Una soluci¨®n provisional podr¨ªa intentar introducir a los Gobiernos ¨¢rabes moderados, frescos de la victoria sobre Irak, como parachoques entre Israel y la OLP. Podr¨ªa disminuir la cantidad de territorio que Israel tendr¨ªa que ceder a cambio de algo que ser¨ªa casi una paz formal. Un posible programa de actuaci¨®n, mediado por Estados Unidos, podr¨ªa desarrollarse de la manera siguiente:
- Se convocar¨ªa una conferencia, bajo la direcci¨®n del secretario general de la ONU, formada por Estados Unidos, Israel y los Estados ¨¢rabes aliados de Estados Unidos en la crisis del Golfo.
- Los Estados ¨¢rabes moderados aceptar¨ªan actuar como fideicomisarios de los territorios que sean devueltos al control ¨¢rabe durante un periodo determinado, por ejemplo 10 a?os.
- Los Estados ¨¢rabes moderados se comprometer¨ªan tambi¨¦n a desmilitarizar estas zonas bajo la supervisi¨®n de la ONU.
- Israel ceder¨ªa toda la zona de Gaza y las ¨¢reas m¨¢s pobladas de CisJordania, reteniendo s¨®lo territorios esenciales para su seguridad. Se le pemitir¨ªa participar en la verificaci¨®n de la desmilitarizaci¨®n de cualquier territorio que evacue.
- Se establecer¨ªan mediante un acuerdo unas disposiciones exactas de gobierno, aunque sin llegar durante el periodo provisional a un Estado independiente. Como cuesti¨®n pr¨¢ctica, las potencias fideicomisarias formar¨ªan indudablemente una Administraci¨®n con representantes aceptados por la OLP. Si tales medidas no resultaran pr¨¢cticas, debe buscarse otra soluci¨®n provisional para romper el punto muerto. La situaci¨®n posterior a una victoria aliada sobre Irak ofrecer¨¢ quiz¨¢ una oportunidad irrepetible. Los Estados ¨¢rabes moderados est¨¢n desilusionados con la OLP, que de hecho ha respaldado a Irak.
En cuanto a Israel, debe evitar dos posibles pesadillas. Si insiste en mantener hasta el ¨²ltimo metro cuadrado de territorio ocupado, podr¨ªa sufrir el destino de Sur¨¢frica y encontrarse condenado al ostracismo, e incluso finalmente sometido a sanciones por parte de las Naciones Unidas. Por otro lado, si sigue las m¨¢ximas de la sabidur¨ªa convencional y cede todos los territorios ocupados, corre el riesgo de acabar como L¨ªbano, aplastado gradualmente hasta desaparecer. Israel debe encontrar una v¨ªa intermedia.
Proceso de paz
No envidio al negociador norteamericano a quien se le asigne la tarea de extraer un acuerdo provisional de las desconcertantes pasiones de Oriente Pr¨®ximo. Y sin embargo, con la reducci¨®n de la capacidad militar de Irak, los dirigentes ¨¢rabes moderados e Israel deber¨ªan ser capaces de encauzar el proceso de paz con autoridad y confianza.
El presidente egipcio, Mubarak; el rey Fahd de Arabia Saud¨ª, e incluso el rey Hussein de Jordania, cualesquiera que sean las maniobras que se vean obligados a realizar a causa de su vulnerabilidad, son desacostumbradamente inteligentes y prudentes. Incluso el presidente Asad de Siria, a quien no se le puede considerar en manera alguna un moderado, firm¨® un acuerdo provisional sobre los altos del Gol¨¢n que lleva 17 a?os en vigor y que se ha cumplido meticulosamente. Todos estos dirigentes podr¨ªan finalmente aceptar una soluci¨®n intermedia como la ¨²nica forma de romper un punto muerto que resulta a¨²n m¨¢s peligroso.
EE UU deber¨ªa actuar como mediador, habi¨¦ndose ganado la confianza de ambos bandos. En varios miles de a?os de historia documentada, Oriente Pr¨®ximo ha sido fuente de m¨¢s conflictos que ninguna otra regi¨®n. Como punto de origen de las tres grandes religiones, ha inspirado siempre grandes pasiones. Es poco probable que cualquier otra negociaci¨®n pueda traer una tranquilidad permanente a esta zona. Una negociaci¨®n ¨¢rabe-israel¨ª no pondr¨¢ fin a todas las disputas, porque muchos problemas de Oriente Pr¨®ximo son ajenos a este conflicto.
El fundamentalismo de Ir¨¢n no tiene pr¨¢cticamente nada que ver con la cuesti¨®n palestina, a pesar de que Teher¨¢n la haya explotado. Y Sadam Husein hubiera intentado dominar a sus vecinos aunque no existiera el problema palestino. Pero lo que s¨ª ha conseguido el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª ha sido dificultar que las voces de la moderaci¨®n en el mundo ¨¢rabe colaboren con sus aliados de Occidente. La victoria en el Golfo crear¨¢ una oportunidad hist¨®rica para alterar esa ecuaci¨®n, y no debe desaprovecharse.
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