Dulces imperios

Todas las guerras, como que son manifestaciones del poder, tienen sus defensores. Pero lo que yo me pregunto es si la defensa debe incluir el desprecio por la historia que el se?or Alain Touraine ejerci¨® en EL PA?S del 8 de febrero de 1991: yo no s¨¦ qu¨¦ intelectual consider¨® a Napole¨®n heredero de la Declaraci¨®n de los Derechos del Hombre, pero los an¨¢lisis de Tocqueville, por ejemplo, manifiestan otra cosa; y las deplorables vanidades del vizconde de Chateaubriand, otra.M¨¢s me indigna que el se?or Touraine se refiera, en el contexto Internacional (o universal) en que pretende instalar su art¨ªculo, a un ?so?ado? modelo anglo-holand¨¦s-franc¨¦s que "triunfaba al dar autonom¨ªa, fuerza y diversificaci¨®n a la sociedad civil". Cabe aqu¨ª indicar una manifiesta mala fe al olvidar los imperios que brit¨¢nicos, holandeses y franceses hab¨ªan construido para su sociedad civil, para la de la metr¨®poli, y a costa de los que ni merecen, para su desgracia, ni ser recordados. Tal vez la memoria burguesa, heredera de la Revoluci¨®n y asentada por Bonaparte, ejerce su propia tiran¨ªa. El se?or Alain Touraine es uno de sus s¨²bditos. Alg¨²n burgu¨¦s como yo, tambi¨¦n heredero de la de esa orgullosa tranquilidad, quiere leer la historia de otra manera: remordimiento obliga.-