?El padrastro de los ¨¢rabes?
La proyecci¨®n de la muy larga y restaurada pel¨ªcula de sir Carol Reed sobre Lawrence de Arabia, en la BBC, casi coincidi¨® con el inicio de la guerra del Golfo. Ambas cosas guardaban entre s¨ª una cierta relaci¨®n, aunque sean pocos los que la hayan percibido. T. E. Lawrence era, probablemente, el ¨²ltimo de los pertenecientes a esa curiosa variedad de ingleses que lleg¨® a estar fascinada por la fe y la cultura de los ¨¢rabes. Fue el gran libro de Charles M. Doughty, Arab¨ªa deserta, el que inspir¨® a Lawrence para escribir Los siete pilares de la sabidur¨ªa. Probablemente, como en el caso de Doughty, el deseo de llevar a los ¨¢rabes a las p¨¢ginas de un libro fue anterior a su estrecha asociaci¨®n con ellos. Otros escritores filo¨¢rabes fueron Kinglake, cuyo Eothen es una obra maestra poco le¨ªda, y sir Richard Burton, que tradujo Las mil y una noches, haciendo de esta obra un tour de force rabelesiano y que su viuda consider¨® digna de ser editada en versi¨®n puritana. Burton, que hablaba un ¨¢rabe perfecto y multidialectal, lleg¨® incluso a hacer el viaje a La Meca. De los arabistas menores hay que mencionar a James Morier, cuyo Hajji Baba es una aut¨¦ntica picaresca isl¨¢mica, y James Elroy Flecker, cuya obra de teatro Hassan, escrita durante la I Guerra Mundial, aunque muy po¨¦tica, es demasiado violenta para que sea repuesta en los escenarios brit¨¢nicos. La acci¨®n tiene lugar en Bagdad durante el reinado de Har¨²n al Raschid, ese antiguo padre de la fe que siempre viajaba, incluso por las calles de Bagdad, con su verdugo. Sadam Husein puede haber encontrado en ¨¦l su inspiraci¨®n.Hombres como Lawrence, o Al Orens para arabizarlo, recordaron a Europa que el islam era algo m¨¢s que el Imperio Otomano. Con anterioridad hab¨ªa existido una burda identificaci¨®n de los musulmanes con los turcos, principalmente porque los creyentes del desierto viv¨ªan apartados del mundo mientras que los que tomaron Constantinopla ten¨ªan ambiciones de conquista. Turco es originalmente un nombre chino -tu kiu- que se oy¨® por vez primera el a?o 545 de nuestra era y se aplicaba a un grupo tribal de tal ferocidad que el t¨¦rmino ha desbordado las orillas de la simple designaci¨®n racial y se ha convertido en sin¨®nimo de lo que podemos neologizar como sadanismo. Fue la rama osmanl¨ª de los turcos la que hizo realidad las ambiciones imperiales. Esta rama se islamiz¨® y, aparentemente en nombre de la fe, determin¨® someter al dominio de Estambul a tanta parte del mundo como le fuera posible. As¨ª, en 1522, Suleim¨¢n luch¨® contra Venecia, el Papado y el Sacro Imperio Romano. En 1570, Selim II arroj¨® a los venecianos de Lepanto, a pesar de sufrir una derrota naval legendaria. Posteriores incursiones sobre los Balcanes fueron rechazadas, aunque con dificultad. Los turcos estuvieron a punto de tomar Viena, pero huyeron dejando tras de ellos un saco de granos de caf¨¦. Resultaba c¨®modo gobernar sobre cristianos dado que se les pod¨ªa imponer tributos f¨¢cilmente por no ser musulmanes. Los otros pueblos isl¨¢micos -Egipto, L¨ªbano, Arabia y ?frica del Norte- ya estaban en el saco turco.
Cuando T. E. Lawrence lleg¨® al escenario, el Imperio Otomano se encontraba ya en proceso de desintegraci¨®n. En 1911, Italia tom¨® Tr¨ªpoli, Cirenaica, Rodas y las dem¨¢s islas del Dodecaneso. En 1912, una liga de los Estados balc¨¢nicos cristianos atac¨® Turqu¨ªa y dej¨® a los debilitados osmanl¨ªes s¨®lo con Constantinopla y unas pocas ¨¢reas adyacentes como territorio europeo, aunque ¨¦stos siguieron dominando en una buena parte de Oriente Pr¨®ximo. Turqu¨ªa, agradecida a Alemania por haber reorganizado su ej¨¦rcito, as¨ª como por haberle prestado ayuda econ¨®mica, se ali¨® gustosamente con el k¨¢iser en 1914 y estuvo muy dispuesta a participar en la construcci¨®n de un sistema ferroviario que unir¨ªa Alemania con Oriente Pr¨®ximo. Fue la amenaza que Turqu¨ªa planteaba sobre el canal de Suez, el cord¨®n umbilical del Imperio Brit¨¢nico, lo que llev¨® a Lawrence al escenario ¨¢rabe.
La pel¨ªcula, en la que Peter O'Toole hace el papel de Lawrence, es fiel a la historia, pero la simplifica en exceso. La tarea de ¨¦ste consist¨ªa en desarrollar un sentido de unidad entre las tribus beduinas y transformarlas en un ej¨¦rcito capaz de echar a los turcos del ¨¢rea del canal. Lawrence, muy pronto capturado por el enemigo, fue sometido a tortura y a m¨²ltiples sodom¨ªas, lo que introdujo un elemento de encarnizamiento personal en el asalto a Damasco: no iba a haber ning¨²n prisionero. Los turcos fueron expulsados de Arabia, Siria, Palestina e Irak; los aliados establecieron una administraci¨®n militar en Constantinopla con la que cooperaba el sult¨¢n. Luego, en 1920, lleg¨® Mustaf¨¢ Kemal. Pach¨¢, que estableci¨® en Ankara un Gobierno provisional, seculariz¨® el Estado y encendi¨® la mecha de una probable democracia republicana. Su ejemplo no ha sido seguido por otras naciones musulmanas; fue un paso audaz para abolir la vieja teocracia y hacer del islam una cuesti¨®n de conciencia, no de ley.
Al¨¢ no ha otorgado la fertilidad del petr¨®leo al pueblo turco, que se ve obligado a ocupar el asiento de atr¨¢s en los asuntos de Oriente Pr¨®ximo, aunque parece que Sadam Husein desconf¨ªa mucho de ¨¦l. Su decadencia y ca¨ªda como una gran potencia ha asegurado, y no por coincidencia, la hegemon¨ªa de los ¨¢rabes, sean ¨¦stos lo que sean. Resulta m¨¢s f¨¢cil definirlos por su lengua y su religi¨®n que por par¨¢metros ¨¦tnicos. Est¨¢n en Irak, Siria, L¨ªbano, Jordania, Egipto, Sud¨¢n, Libia, T¨²nez, Argelia y Marruecos, as¨ª como en Israel. Si Ir¨¢n es musulm¨¢n sin ser ¨¢rabe -la lengua iran¨ª es puramente indoeuropea-, la divisi¨®n con, digamos, Irak est¨¢ basada en motivos cism¨¢ticos. Finalmente, el islam, frente al Occidente cristiano o secular, es capaz de rebajar sus diferencias entre sun¨ªes y shi¨ªes y lanzar el libro sagrado sobre el infiel.
La posibilidad de unir mediante el Cor¨¢n las tribus ¨¢rabes desarticuladas fue vista con bastante claridad por Lawrence, cuya forma de hablar el ¨¢rabe era suficiente, aunque no de un nivel burtoniano. Siempre pod¨ªa proporcionar la magia de la cita adecuada de una sura del Cor¨¢n para apaciguar la disensi¨®n tribal. La primera lengua extranjera que domin¨® fue el griego, y su traducci¨®n de La Odisea es fiel y muy legible, aunque generalmente poco le¨ªda. Pero el ¨¢rabe lo aprendi¨® sobre todo cuando, antes de la guerra, se incorpor¨® a una expedici¨®n para excavar las ruinas de Karkemish, en Siria; en el invierno de 1913-14 particip¨® en el levantamiento de un mapa topogr¨¢fico de la pen¨ªnsula del Sina¨ª. Cre¨® un servicio de espionaje en Egipto, y en 1.916, cuando estall¨® la revuelta ¨¢rabe contra Turqu¨ªa en el Heyaz, en el litoral del mar Rojo, lleg¨® a ser consejero militar de Faisal, quien m¨¢s tarde lleg¨® a ser rey de Irak. Ser¨ªa decir demasiado que fue el responsable del crecimiento del nacionalismo ¨¢rabe. Ocurri¨® m¨¢s bien que se vio envuelto en la suerte de: los l¨ªderes del Heyaz, quienes emprendieron la guerra contra el l¨ªder wahab¨ª lbn Saud, creador del reino de Arabia Saud¨ª. El movimiento hacia la destribalizaci¨®n hab¨ªa comenzado ya. Pero en la conferencia de paz de Versalles, despu¨¦s de la I Guerra Mundial, Lawrence se mostr¨® profundamente disgustado con la desgana de los aliados victoriosos para tomar en serio las demandas ¨¢rabes. Ten¨ªa una especie de visi¨®n pan¨¢rabe. ?sta se vio tan totalmente frustrada que Lawrence se retir¨® de la vida p¨²blica y pas¨® a ser un soldado raso bajo seud¨®nimo. Muri¨®, como muestra la pel¨ªcula, en un accidente de motocicleta.
Su fantasma se cierne sobre la guerra del Golfo. La en otros tiempos gloriosa historia de Mesopotamia hab¨ªa llegado a su fin antes de 1914, pero el dominio turco, un tanto ineficaz, asegur¨® que se conviniera en un objetivo para la ocupaci¨®n aliada cuando empez¨® la guerra. Las tropas brit¨¢nicas e indias avanzaron lentamente hasta el Tigris, sufrieron en el asalto de Kut el Amara y entraron en Bagdad en 1917. Los brit¨¢nicos, por mandato de la ONU, administraron despu¨¦s del armisticio lo que entonces era Irak, pero el nacionalismo ¨¢rabe con el que se asociaba el nombre de Lawrence encontr¨® un nuevo obst¨¢culo en ellos, no en los turcos, obligando a Gran Breta?a a poner a Faisal en el trono, aunque manteniendo un periodo tutelar durante el cual se descubri¨® el petr¨®leo. Ha habido una historia de espantosa represi¨®n muy anterior a la tiran¨ªa de Husein -para la que ¨¦ste tiene numerosos precedentes-. En cuanto a Kuwait, no existen razones hist¨®ricas antiguas para una anexi¨®n iraqu¨ª. La dinast¨ªa actual ha venido gobernando desde 1756, aunque el jeque, temeroso de que la nominal soberan¨ªa turca se transformara en real, obtuvo una promesa de protecci¨®n brit¨¢nica en 1899. Kuwait fue un protectorado brit¨¢nico desde el hundimiento de Turqu¨ªa en la I Guerra Mundial hasta la concesi¨®n del estatuto de independencia en 1961. Esto ocurri¨® el 19 de junio. El 25 de ese mismo mes, Irak reclam¨® Kuwait, pero el env¨ªo de fuerzas brit¨¢nicas -que pronto fueron reemplazadas por tropas de la Liga ?rabe- evit¨® el estallido de las hostilidades. En un cierto sentido, se ha producido una repetici¨®n de la historia. Sadam invoca un precedente, aunque esta vez ense?ando bien los dientes.
En cuanto a Turqu¨ªa, el viejo enfermo que es Europa intenta presentarla al mundo isl¨¢mico ,como un modelo a seguir: el de una democracia progresista basada en el modelo occidental. El islam supone un gobierno teocr¨¢tico, pero las actuales hostilidades deben mostrar que eso es una simple variante de la tiran¨ªa secular. El viejo Ad¨¢n -o nabi Adam- (el demonio supuestamente inherente a la naturaleza humana) de la antes agresiva Turqu¨ªa bien puede resucitar con la exigencia de los norte?os campos petrol¨ªferos iraqu¨ªes en Mosul y Kirkuk, en otros tiempos territorios otomanos; pero, con el esp¨ªritu de tolerancia racional que constituye el legado de Atartuk, es m¨¢s probable que Turqu¨ªa piense en t¨¦rminos de cooperaci¨®n econ¨®mica que en los de una adquisici¨®n por medios violentos. Las cosas han cambiado desde la ¨¦poca de Lawrence. No obstante, los ideales de ¨¦ste de una autodeterminaci¨®n ¨¢rabe todav¨ªa persisten en la zona. Esta guerra del desierto no tiene nada que ver con la represi¨®n de los hombres de las tribus.
es escritor.Traducci¨®n: M. C. Ruiz de Elvira.
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