En la muerte de Guillermo Ungo
Cuando m¨¢s falta le hac¨ªa a los salvadore?os un hombre de sus caracter¨ªsticas (prudente, inteligente, h¨¢bil y consecuente) se les ha muerto, se le ha muerto a Centroam¨¦rica y toda la Am¨¦rica Latina democr¨¢tica, Guillerrno Ungo.Se proteg¨ªa contra la muerte -o contra los escuadrones que llevan su nombre- con un chaleco antibalas, pero nunca se le ocurri¨® tomar precauciones contra un derrame cerebral, porque el cerebro era, precisamente, lo que ten¨ªa m¨¢s fuerte. El doctor Ungo era un libro de consulta en un pa¨ªs que dispara m¨¢s que lee, era un mensaje de paz con voz diminuta en un pa¨ªs de matones y gritones, era un personajillo fr¨¢gil y menguado, de carisma personal, en un pa¨ªs de caudillos y comandantes.
Su carisma era ¨²nicamente una vida de entrega a la libertad de El Salvador. Fracas¨® cuando en 1979 quiso, desde su puesto en la junta que dirig¨ªa el pa¨ªs, evitar la matanza de los a?os siguientes. Fracas¨® por segunda vez en las elecciones de 1988 cuando quiso convertir a su Convergencia Democr¨¢tica en una fuerza pol¨ªtica con peso en la vida nacional.
Tras cada fracaso volv¨ªa a coger su maleta y a recorrer el mundo para conversar con Felipe Gonz¨¢lez, Willy Brandt o Bettino Craxi, con los que desde hace a?os ha compartido asiento en la Internacional Socialista, de la que era vicepresidente. Despu¨¦s, de nuevo el chaleco antibalas, de nuevo el micr¨®fono, de nuevo el trabajo junto a su amigo, compa?ero y heredero pol¨ªtico, Rub¨¦n Zamora.
Le llamaban Memo, por Guillermo, por memoria, no por otra cosa. Le encant¨® una comparaci¨®n que este diario le hizo con Enrique Tierno, y ten¨ªa, en efecto, esa pizca de cinismo que le permit¨ªa ser despiadado con sus enemigos con una sola frase.
Se fue detr¨¢s de Ellacur¨ªa, de monse?or Romero y de todos cuantos han buscado f¨®rmulas de entendimiento en El Salvador.
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