Marruecos democr¨¢tico
HASSAN II cumpli¨® ayer 30 a?os en el trono de su pa¨ªs. Su r¨¦gimen deb¨ªa de ser una monarqu¨ªa constitucional, pero la regla han sido los per¨ªodos de excepci¨®n, sin Parlamento en ejercicio, o la imposici¨®n de los reales designios por encima de partidos y de leyes. Dos guerras -una con Argelia y otra en el S¨¢hara-, varios golpes de Estado, numerosos disturbios saldados con decenas y a veces centenares de muertes, han ido ensombreciendo la historia de este monarca, bajo cuyo r¨ªgido cetro han proliferado las mazmorras, las ejecuciones sumarias, los desaparecidos y los muertos en vida. Prueba palmaria de ello es la tragedia vivida por la familia Ufkir: una mujer y sus seis hijos encarcelados durante 18 a?os a causa de su relaci¨®n familiar con el ex ministro de Defensa, "suicidado" despu¨¦s de una tentativa de golpe de Estado en 1972.A pesar del tr¨¢gico balance de estos 30 a?os, Hassan II es una figura de la escena internacional cuya prudencia y astucia le han asegurado un buen lugar como interlocutor privilegiado de los grandes de este mundo. Su papel en la crisis del Golfo, en la que ha sabido torear las contradicciones entre su compromiso con Occidente y el decantamiento de su opini¨®n p¨²blica en favor de Irak, es la ¨²ltima manifestaci¨®n del arte pol¨ªtico de este estadista h¨¢bil y maniobrero.
Marruecos, tan cerca y tan lejos de Espa?a, sufre de dos enfermedades que requieren soluciones urgentes y la m¨¢xima solidaridad de sus vecinos, los espa?oles entre otros. Una es la miseria en la que se hallan postradas amplias capas sociales, principalmente en las ciudades. La otra es el d¨¦ficit democr¨¢tico, que se traduce en violaciones constantes de los derechos humanos y en desp¨®ticas limitaciones de las libertades p¨²blicas imprescindibles para un m¨ªnimo desarrollo de la persona y de la colectividad.
Miseria y dictadura no son fen¨®menos ligados ¨²nicamente a la figura del monarca. Tienen sus or¨ªgenes en las actitudes de toda la sociedad y del propio entorno internacional. El abismo de condiciones de vida y de renta entre clases sociales dentro de Marruecos s¨®lo halla un correlato equivalente en el abismo creciente entre la gran mayor¨ªa del pueblo marroqu¨ª y sus vecinos m¨¢s pr¨®ximos, los europeos del Sur. Sucede algo parecido con la falta de libertades y de democracia y con las constantes violaciones de los derechos humanos, registradas por las principales asociaciones internacionales, que no perturban lo m¨¢s m¨ªnimo las malas conciencias occidentales, suficientemente ocupadas con crueldades m¨¢s lejanas y m¨¢s rentables pol¨ªtica y econ¨®micamente. El norte de ?frica se halla sometido a unas parecidas condiciones de crecimiento demogr¨¢fico, econom¨ªas enfermas, sanidad y escolarizaci¨®n insuficientes y crecimiento apabullante de la miseria en los inmensos barrios de chabolas que ci?en las ciudades. Las recetas econ¨®micas y las ilusiones sembradas por las ideolog¨ªas europeas no han conseguido paliar este c¨¢ncer de dolor y de hambre, por lo que ahora, y m¨¢s todav¨ªa despu¨¦s de la guerra del Golfo, millares de personas fijan sus ¨²nicas esperanzas en el ensimismamiento isl¨¢mico.
Hassan II tiene en sus manos los instrumentos para convertirse en el monarca verdaderamente constitucional que suceda al d¨¦spota medieval que rein¨® durante 30 a?os en su pa¨ªs. La concesi¨®n de una aut¨¦ntica amnist¨ªa para todos los presos pol¨ªticos -desde los izquierdistas hasta los integristas, pasando por los militares golpistas- ser¨ªa un serio indicio de que el monarca alau¨ª apuesta por un futuro democr¨¢tico para su pa¨ªs que ayude a su recuperaci¨®n econ¨®mica y sirva para sacar de la pobreza a una gran parte de su poblaci¨®n, junto con el escrupuloso respeto del Parlamento como ¨®rgano m¨¢ximo de la soberan¨ªa y, lo que es lo mismo, de la pureza de los procesos electorales. Para esta tarea, sus vecinos, y antes que nada los espa?oles, deber¨¢n estar en primera fila en todo tipo de asistencias y solidaridades.
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