El amargo sabor de la derrota
Bagdad es una ciudad llena de signos de la derrota. Algunos son evidentes, como las torres de comunicaciones derrumbadas, los destrozos en la sede central del partido Baaz o el gran agujero en la c¨²pula del palacio presidencial. Otros son m¨¢s peculiares.Oficialmente, el Gobierno se atribuy¨® la victoria y los censores del Ministerio de Informaci¨®n eliminaban cuidadosamente la palabra derrota de las cr¨®nicas de los periodistas alojados en el hotel Rachid. Los informadores trabajaban a la luz de las velas ya que, como en el resto de Irak, all¨ª no hay electricidad. Una vez censurada, toda cr¨®nica se transmit¨ªa v¨ªa sat¨¦lite a trav¨¦s de las antenas parab¨®licas instaladas en el jard¨ªn del hotel, propiedad de una cadena de televisi¨®n o de una agencia de informaci¨®n. Mientras se enviaba la cr¨®nica un funcionario vigilaba que no se introdujera, en el ¨²ltimo momento, ninguna referencia a la derrota iraqu¨ª.
Los iraqu¨ªes son conscientes de la suerte de sus ej¨¦rcitos, ya que casi todo el mundo tiene un pariente que fue llamado a filas desde la invasi¨®n de Kuwait. Escuchan las emisoras de radio extranjeras y hablan con los soldados que vuelven del frente. Desde hace semanas se ven por la calle taxis transportando en su parte superior un ata¨²d envuelto con los colores verde, blanco y negro de la bandera iraqu¨ª, lo que indica que contiene el cad¨¢ver de un soldado.
El Gobierno ha tenido una doble reacci¨®n ante la derrota. Por una parte, hay un intento de aliviar el sufrimiento econ¨®mico. Se han aumentado las raciones de az¨²car, jab¨®n y leche para los ni?os. Se ha dado una paga de 15 dinares a los conscriptos -los guardias republicanos reciben 100 dinares- Diez divisiones han sido oficialmente desmovilizadas. Se ha prometido para este fin de semana el restablecimiento del suministro el¨¦ctrico en todos los barrios de Bagdad.
Comerciantes, obreros, intelectuales e incluso algunos funcionarios coinciden, desde el final de la guerra, en el an¨¢lisis sobre los errores cometidos. Consideran que la invasi¨®n de Kuwait fue una decisi¨®n personal de Sadam Husein. Muchos iraqu¨ªes estaban cansados de guerras tras ocho a?os de conflicto con Ir¨¢n.
Cuando ya era demasiado tarde, Irak acept¨® retirarse de Kuwait, una concesi¨®n que dif¨ªcilmente pod¨ªa satisfacer a la coalici¨®n internacional en v¨ªsperas de la ofensiva terrestre. Cuando comenz¨® "la madre de todas las batallas", el l¨ªder iraqu¨ª pidi¨® a sus soldados que murieran en una batalla que iban a perder en defensa de una provincia que Sadam hab¨ªa prometido abandonar. L¨®gicamente, muchos rehusaron hacerlo.
La fuerza real de la actual oposici¨®n consiste en que su rechazo de la pol¨ªtica gubernamental es compartido por la pr¨¢ctica totalidad de los grupos al margen del aparato oficial. Los insertos en la prensa sobre una victoria m¨ªtica no tienen ninguna credibilidad. Hay, asimismo, un profundo malestar sobre la manera en que los iraqu¨ªes fueron v¨ªctimas de los caprichos de sus l¨ªderes pol¨ªticos.
Un amigo iraqu¨ª perdi¨® su cartera con 50 dinares. "En fin", dijo despu¨¦s de una infructuosa b¨²squeda, "si el Gobierno puede perder Kuwait y las Fuerzas Armadas iraqu¨ªes no se preocupan por ello, por qu¨¦ debo preocuparme por haber perdido mis 50 dinares".
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