Autoflagelaci¨®n y an¨¢lisis
Todo parece indicar que, entre los peruanos, la palabra Per¨², m¨¢s que opiniones, convoca hoy negativos estados de ¨¢nimo. Pero esto no era as¨ª hace apenas dos o tres d¨¦cadas. Recuerdo la ira que provoc¨® entre los lime?os y otros peruanos la publicaci¨®n de Lima, la horrible, de Sebast¨ª¨¢n Salazar Bondy. El calificativo que aparece en ese t¨ªtulo era de orden moral y no est¨¦tico, pero por entonces la gente prefiri¨® enfurecer y aferrarse a la frase "Lima, ciudad jard¨ªn", cuyo origen nadie conoce ni se explica, pero que sin duda alguna fue idea de un amante del humor negro. Y recuerdo tambi¨¦n la ira santa que provoc¨® entre muchos peruanos, a finales de 1969, la publicaci¨®n de aquel extraordinario y balzaciano saqueo de la realidad nacional que es Conversaci¨®n en la catedral, de Mario Vargas Llosa.Que nuestro m¨¢s famoso novelista nos soltara de golpe, y en la primera p¨¢gina del libro, aquello de "?En qu¨¦ momento se hab¨ªa jodido el Per¨²?" era algo que no todos est¨¢bamos dispuestos a soportar. Y mucho menos que la repitiera una y otra vez por boca de Santiago Zavala, alias Zavalita. Por aquellos a?os, lo recuerdo muy bien, a m¨¢s de un peruano le gustaba despachar aquel desagradable asunto con palabras que a¨²n resuenan en mis o¨ªdos: "Cada uno habla de la feria seg¨²n como le va en ella". A casi nadie se le habr¨ªa ocurrido, por ejemplo, como al psicoanalista peruano Max Hern¨¢ndez, que las palabras del gran escritor eran "el lamento de un intelectual de clase media de la ¨¦poca y que su pregunta se origina en estar viendo un Per¨² un tanto corrupto, un tanto indescifrable".
Nadie, sin embargo, parece fijarse que, en la cuarta p¨¢gina de su novela, Vargas Llosa escribe: "Hasta la lluvia andaba jodida en este pa¨ªs", con lo cual resulta m¨¢s que obvio que las lluviosas zonas andina y amaz¨®nica peruanas quedan excluidas de un calificativo que, a juzgar por el contexto de la novela, parecer¨ªa aplicarse a la seca franja coste?a y, sobre todo, a la eternamente h¨²meda ciudad de Lima.
Comoquiera que sea, en la actualidad los peruanos parecen haberse dejado de tanta susceptibilidad cuando de adjetivar la realidad nacional se trata. Ahora resulta que Lima ya no s¨®lo es horrible, sino que es adem¨¢s "una puta", seg¨²n la reciente opini¨®n de un intelectual lime?o. El Zavalita de Vargas Llosa, por su parte, no es ya el ¨²nico peruano que est¨¢ jodido. Lo estamos todos, seg¨²n una conversaci¨®n reproducida por una revista de circulaci¨®n nacional. Dicha conversaci¨®n, que tuvo lugar en la Universidad Cat¨®lica de Lima, le permiti¨® a uno de los exponentes sugerir que para que se hubiese jodido habr¨ªa sido necesario, antes que nada, que existiese Per¨². O que tambi¨¦n es posible que existan una "cantidad de Per¨²s posibles e imposibles, pero en todo caso subyacentes y simult¨¢neos".
No hace mucho me toc¨® viajar a Lima para moderar otro de esos di¨¢logos en los que muy ilustres actores del Per¨² actual abordan el tema del siglo XX nacional. El debate se iba a realizar en tres d¨ªas sucesivos, y la duraci¨®n media de cada sesi¨®n deb¨ªa ser de dos horas. Por ello, se acord¨® que el evento se llamase Seis horas con el siglo XX. En fin, para m¨ª era una responsabilidad tan gratificante como seria, y durante las semanas que precedieron a mi viaje no ces¨¦ de prepararme para asumirla. Incre¨ªble: consultaba una revista tras otra, una encuesta tras otra, y en todas estaba t¨¢citamente contenida la interrogaci¨®n sobre el momento en que Per¨² se hab¨ªa jodido o sobre el c¨®mo, cu¨¢ndo y por qu¨¦ los peruanos parec¨ªamos una sociedad de hombres jodidos, en la que, adem¨¢s, seg¨²n otro personaje de Conversaci¨®n en la catedral, "uno se defend¨ªa del Per¨² como pod¨ªa".
En fin, de ciudad horrible a ciudad meretriz y de la c¨¦lebre confianza en la eterna peruanidad de Dios a nuestra jodida y actual peruanidad. Eso lo iba encontrando por todas partes, a medida que preparaba mi participaci¨®n en el di¨¢logo sobre el siglo XX peruano. Sebasti¨¢n Salazar Bondy y Mario Vargas Llosa, en un comienzo rechazados por sus calificativos, hab¨ªan terminado despertando como nadie a sus compatriotas. De incomodarlos, primero, hab¨ªan terminado avivando en ellos una capacidad de autocr¨ªtica no exenta de una crueldad tal vez derrotista o tal vez simplemente desesperada. Lo cierto es que, no bien llegu¨¦ a Lima, se me entregaron diarios y revistas nacionales cuyos titulares permit¨ªan deducir que ya no iba a moderar un debate titulado Seis horas con el siglo XX, sino otro cuyo t¨ªtulo pretend¨ªa llegar m¨¢s al fondo de las cosas: ?En qu¨¦ momento se habia jodido el Per¨²?
Y cu¨¢l no ser¨ªa mi asombro cuando alguien me obsequi¨® un libro publicado por una de las m¨¢s importantes editoriales lime?as: ?En qu¨¦ momento se jodi¨® el Per¨²? Hab¨ªamos pasado del pluscuamperfecto empleado en Conversaciones en la catedral al concluyente pret¨¦rito indefinido. Una serie de muy importantes intelectuales peruanos firmaban los an¨¢lisis reunidos bajo tan severo t¨ªtulo. En Fin, es como si los peruanos hubi¨¦ramos pasado, por obra y gracia de dos de nuestros m¨¢s grandes intelectuales, de la ceguera hist¨®rica al m¨¢s severo an¨¢lisis y de la autocomplacencia a la autoflagelaci¨®n. Ya no podemos pensar en Lima sin asociarla al calificativo de horrible y otros a¨²n m¨¢s duros. Ya no podemos pensar en Per¨² sin que nos venga a la mente que se trata de un pa¨ªs perfectamente jodido.
Es muy duro afirmar todo lo anterior, aunque a veces pienso que fen¨®menos de comportamiento social muy similares est¨¢n sucediendo en otras rep¨²blicas suramericanas. Con una sola ventaja para los peruanos, tal vez: el humor con que muchas veces los enfrentan. Pero tambi¨¦n con una gran desventaja: son m¨¢s graves nuestros males que los de las rep¨²blicas vecinas, por la sencilla raz¨®n de que son m¨¢s. Gran parte del territorio peruano est¨¢ situado en esa terrible bolsa de miseria que es la regi¨®n andina. El narcotr¨¢fico y la deuda externa son tambi¨¦n nuestros. M¨¢s un terrorismo muy terriblemente nuestro, sobre todo si muchos peruanos empiezan a considerarlo con autoflagelatoria e inm¨®vil mirada como incre¨ªblemente disciplinado y eficaz. O si, como dice el psicoanalista Maz Hern¨¢ndez, "es (Sendero Luminoso) un poco la desesperaci¨®n como esperanza, para llevar adelante la paradoja, y que responde un poco a esta tentaci¨®n: la contrapartida de la idealizaci¨®n del pasado. Tiene esto una densidad hist¨®rica inamovible que deber¨ªamos tratar de entender, y de ah¨ª creo que se crean pactos perversos y secretos, de una magnitud infinitamente mayor de la que cualquier pol¨ªtico en estos momentos est¨¢ tomando conciencia. Cuando pienso lo que se tiene que hacer en Per¨², me senderizo, es decir, hay que barrer la mesa y volver...".
Una encuesta publicada en enero de 1989 nos revelaba que los peruanos piensan mayoritariamente que son "muy incumplidos", "muy improvisados", "muy conformistas", "muy ociosos", "m¨¢s o menos deshonestos", "muy envidiosos". S¨®lo un 1% de los encuestados pensaba, por ejemplo, que los peruanos dicen siempre la verdad. Y as¨ª, las revistas de reflexi¨®n y an¨¢lisis se llenan de art¨ªculos titulados Un pa¨ªs sin rumbo, La necesidad de la nostalgia, La pesadilla existe, Los recuerdos est¨¢n marchitos, agrupados bajo t¨ªtulos monogr¨¢ficos como Sobrevivir en Lima.
Seg¨²n el actor teatral y columnista Ricardo Blume, por ejemplo, los lime?os son "buenas gentes, pero muy especiales". Pero ?qui¨¦nes son hoy los lime?os de Lima, una ciudad en la que reside una tercera parte de la poblaci¨®n nacional y que es la mayor ciudad quechuahablante del pa¨ªs? Con raz¨®n, pues, Blume opta por no generalizar, y si por un lado empieza opinando sobre esas virtudes / defectos en las que cualquier peruano podr¨ªa reconocerse, el final concluye con una sabros¨ªsima an¨¦cdota de aquella remota Lima situada en un desconcertado pa¨ªs que nunca nadie sabr¨¢ si se jodi¨® antes o despu¨¦s de qu¨¦ exactamente.
Los peruanos somos as¨ª, seg¨²n Blume: "Cuando en M¨¦xico me preguntaban qu¨¦ opinaba.de la mujer mexicana, yo contestaba: '?De cu¨¢l?'. Era una respuesta pretendidamente ingeniosa, pero bastante lime?a, por aquello de no ir al grano ni de ser contundente ni tajante". Pero tambi¨¦n es muy peruana la historia de una negra beata que andaba quej¨¢ndose en el atrio de la catedral: "?Habr¨¢se visto! ?Qu¨¦ especiales son en Lima? ?Una quiere hacer pis en la catedral y no la dejan!". En fin... "Escuchando en Lima, la horrible", dir¨ªa tal vez el Santiago Zavala de Conversaci¨®n en la catedral.
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